Lo mío con el frío

De vez en cuando me sorprendo con un momentazo Obelix al pensar “están locos estos americanos”. Mis amigas se han pasado media mañana llamándome para que salga a dar una vuelta y comer con ellas; han intentando camelarme diciendo que hace muy buen tiempo, que se puede salir a la calle sin abrigo, que vamos a mi restaurante favorito, que me invitan, que esto y que lo de más allá. Me meto en la ducha, me lavo el pelo, me depilo, me ducho, me arreglo, miro la temperatura y estamos a 10.6° C. Me da por mirar y veo que tengo tres centímetros de nieve, hielo y charcos en la puerta de casa. ¿Estamos locas? ¿dónde voy yo sin abrigo y sin guantes? vale que estemos mejor que la semana pasada (que estábamos a - 20° C) pero de ahí a que se pueda salir a la calle sin abrigo hay un paso. Total, que he pasado de salir. He vuelto a ponerme el pijama, he visto dos películas en DVD (88 minutes y The kite runner) y no he pasado frío en todo el día.

La gente aquí esta p’allá. Ayer comí y fui al cine con una amiga y vimos a niñatas en manga corta y chanclas. Como lo lees: manga corta y chanclas cuando estábamos a 0.6° C. Yo desde mediados de agosto ya estoy con mi manga larga y aquí te las ves con chanclas estando a 0.° C o paseándose alegremente sin chaqueta el día que nieva. Esa es otra: la nieve. Tengo una relación de amor odio con la nieve. Los dos primeros inviernos, muy en plan Heidi yo, pensaba: “oh ha nevado, que bonita la nieve, vamos a hacernos fotos en la nieve y darle de comer a las ardillas”. El tercer año me caí en un parque después de haber acabado la bolsa de pan para los bichos. Ponerme en plan Schiffer posando para fotos entre unos árboles me costó tres semanas de resfriado-gripe-pulmonía y que ardillas, patos y gansos canadienses se quedasen sin comida extra durante lo menos cuatro inviernos. Lo cortés no quita lo valiente: también hubo varios fines de semana en los que me nevó encima volviendo a casa a las 5 de la mañana (entre mi casa y la estación de tren hay unas 10 manzanas). No recuerdo si me puse o no me puse mala después porque sarna con gusto no pica y, al fin y al cabo, lo mío es memoria selectiva.

No sé si es que me estoy haciendo vieja, si trabajar desde casa me ha dado lo que los americanos llaman cabin fever o si este invierno está siendo el peor de todos los que llevo aquí, pero de verdad estoy ya loca porque llegue la primavera. La de verdad. La de veintitantos grados de los nuestros.

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