La pantomima de Irán vista por una iraní exiliada

Lila Ghobady es una escritora, periodista y directora de cine iraní que llegó a Canadá como refugiada política en el 2002. Anoche me pasaron un artículo que ha escrito en el que explica sus razones para boicotear las pasadas elecciones mediante la abstinencia – que confirma mi sospecha de que, gane quien gane, las mujeres van a seguir bajo el yugo del fundamentalismo islámico.

Estas son sus razones (traducción libre):

1. Como mujer cuyo marido decidió no divorciarse de ella cuando abandono el país y emigró a Canadá como refugiada política, será considerada esposa de ese hombre de por vida. Da igual si viven en países separados, si ella se divorcio de el al llegar a Canadá y si ella está con otro hombre. Bajo las leyes iraníes, sigue estando casada y corre el riesgo de ser lapidada por adulterio si alguna vez vuelve a Irán donde, de hecho, no tiene el derecho de divorciarse de su marido mientras él tiene el privilegio de casarse con otras tres mujeres estando casado con ella.

2. Como periodista y directora de cine, la República Islámica de Irán le pidió que continuara la tradición de creencia y respeto en el líder supremo y las leyes tradicionales de su país. Se esperaba de ella que no sacara los pies del tiesto i.e. que no luchara por conseguir igualdad de derechos para la mujer, que no hiciera documentales sobre esclavas sexuales en su país y que no comenzara ningún proyecto sin permiso y censura del ministerio de cultura iraní. Si hiciera alguna de estas cosas abiertamente en Irán, se arriesgaba a desaparecer, ser violada o ser asesinada como tantas otras feministas antes que ella.

3. Si hubiera nacido en una familia islámica y creciendo hubiese decidido convertirse a otra religión o declararse a-confesional, habría sido declarada infiel y esto habría resultado en su asesinato público, probablemente lapidada.

4. Si fuese una madre soltera, su hijo seria etiquetado como “bastardo”, se lo quitarían nada más nacer y a ella le darían 100 latigazos después del parto. Al padre no le harían nada porque ni se molestarían en buscarlo.

5. En un país donde no hay servicios sociales ni ayudas públicas para las viudas, si tuviera que recurrir vender su cuerpo para alimentar a su familia como muchas mujeres iraníes se ven obligadas a hacer todos los días, seria acosada en público, violada en la cárcel e incluso lapidada por prostituirse.

6. Se le negaría el derecho a una educación universitaria, trabajar para el gobierno o tener/defender sus propias opiniones políticas.

7. Prácticamente no existiría si además de mujer fuese baha’I, judía, cristiana o de cualquier otra religión.

8. Si la pillasen bebiendo alcohol, aun siendo de cualquier otra religión minoritaria, seria castigada severamente por saltarse las leyes islámicas. Podrían darle latigazos o ser violada por la policía sin necesidad de ir a juicio.

9. Si, como escritora e intelectual cuya opinión no cuenta en política, siguiera exigiendo sus derechos básicos como mujer, se arriesgaría a desaparecer o ser asesinada. Si se le ocurriera hablar de la corrupción de uno de los países más ricos del mundo en el que el 70% de la población vive en la pobreza, se vería en la cárcel o desaparecería.

10. No sería capaz de ser jugada incluso ser testigo en un juicio. Según los tribunales islámicos, dos mujeres equivalen a un hombre. Da igual su nivel socio-educativo, seguiría considerándola como “la mitad de un hombre” y su testimonio no contaría mucho.

11. Si no cubriese su cabeza o cuerpo en público, podrían darle agredirla física y verbalmente y hasta darle latigazos. Lo mismo ocurriría si la pillasen en una fiesta mixta: sea en privado, sea en un cumpleaños o boda en un lugar público hombres y mujeres deben celebrar lo que toque por separado.

12. La mayoría de sus amigos íntimos iraníes son gays pero permanecen en el armario por miedo a ser ejecutados. Si ella o cualquier persona iraní que conoce se declarase abiertamente LGBT, serian declarados criminales y asesinados porque en Irán no puede haber homosexuales.

13. Los activistas como ella que se han opuesto al actual régimen por su violación de los derechos humanos no podrán volver a entrar al país independientemente de quien sea presidente. De ser cogidos intentando entrar, les pedirían que escribieran cartas disculpándose por sus acciones contra el régimen. De negarse, podrían ser encarcelados sin un juicio. Si los declarasen “espías” podrían ser encarcelados, torturados, violados y ejecutados.

Eso es el Irán que ella y la gente que sigue en Irán conocen. El país que no va a cambiar independientemente de quien sea presidente porque ambos candidatos son marionetas en manos del Ayatola Khameini (o Jamenei). De Musavi recuerda que bajo su mandato en los 80 desaparecieron miles de personas y más de diez mil presos políticos fueron ejecutados después de micro-juicios amañados. Musavi ha sido parte del sistema dictatorial iraní de los últimos 30 años. Si no lo hubiera sido, no se le habría permitido presentarse como candidato en estas elecciones. Si Irán fuese un país verdaderamente democrático, Musavi habría sido juzgado por crímenes de guerra en lugar de permitido que se presentase como candidato a la presidencia.

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