Los hombres nos odian

La semana pasada dos chicas de 12 años fueron atadas de pies y manos y sobadas en un autobús escolar camino de sus casas. Si esta agresión hubiese ocurrido en EEUU, independientemente del estado donde estuviesen y de si los padres de las chicas hubiesen denunciado o no los hechos, esos chicos estarían en prisión preventiva con fianza y sus padres buscando abogados defensores como locos y posiblemente entrampándose para poder sacarlos de la cárcel. Como esta agresión ocurrió en España, como los agresores tienen entre 12 y 15 años, los chicos están en la calle tan ricamente y sus padres tan tranquilos porque saben que no les va a pasar nada.

Los agresores un poco más y siguen yendo a clase como si tal cosa porque el instituto no había hecho nada contra ellos hasta que el caso no ha saltado a la prensa. Sólo entonces han decidido expulsarlos cautelarmente durante 5 días para quedar bien de cara a la galería. La policía está investigando el caso a petición del Defensor del Menor… pero los chicos están en la calle. Y mientras ellas, las dos chicas que fueron atadas de pies y manos y sobeteadas durante más de media hora mientra ellos se iban turnando en plan "quítate tú pa'ponerme yo, venga que tú ya llevas mucho tiempo"... ellas con miedo a ir al instituto y sin atreverse a salir de casa no sea que se los encuentren. Manda huevos.

Me he quedado helada al leer no sé donde que la familia de una de las víctimas ha declarado sentir “vergüenza”. ¿Vergüenza de qué? ¿han hecho algo malo sus hijas? Aquí los únicos que tienen que estar muertos de vergüenza son los padres de los 10 niñatos que las ataron de pies y manos para poder sobetearlas por encima y por debajo de la ropa. Claro que la palabra “vergüenza” no debe estar en el diccionario de los padres de los agresores; uno ha tenido los santos cojones de salir en televisión justificando la agresión diciendo que las niñas les habían robado un teléfono móvil y los chicos sólo estaban buscándolo. Diga usted que sí hombre de Dios, es una reacción muy normal atar de pies y manos a una persona y sobarla por encima y debajo de la ropa buscando un teléfono móvil. Lo dice el tío quedándose tan tranquilo.

Tranquilo está él y tranquilos estarán los padres de esos 10 aprendices de monstruo primero porque saben que la Ley del Menor protege a sus hijos. Para la que no lo sepa, a los menores de 14 años no se les puede juzgar y a los mayores de 14, con la Ley del Menor, con los casos previos de sobra conocidos (léase Sandra Palo), tratándose “sólo” de "unos toqueteos" tampoco es que les vaya a pasar mucho. Es decir, gracias a esta ley, nadie sabe quiénes son los agresores, sus nombres no van a salir en la prensa, las familias no van a verse salpicadas por el escándalo y seguro que pueden inventarse cualquier excusa para explicar por qué los tienen en casa durante una semana; segundo porque, tal y como está el patio en España, a sus hijos ni les van a mandar a la cárcel, ni les van a poner servicios comunitarios, ni les van a mandar a terapia quieran o no quieran ir ni les van a poner en una lista de agresores sexuales ni les va a pasar nada de nada. Es decir, que si el día de mañana cualquiera de esos niñatos agrede o viola a otra chica… pues es problema de la chica y de su familia, pero no de los ellos como padres, no de los profesores, no del instituto, no del guardia civil.

El otro día a cuenta de la violación a una estudiante en San Francisco una conocida me decía: “los hombres nos odian, tía, nos odian” y no quería yo darle la razón pero cuando pasan cosas como esta agresión y, para más inri, te enteras de que el conductor del autobús no hizo nada para detenerla dime tú a mí si no es para pensar que, efectivamente, los hombres nos odian. Casos como este me dejan con la duda de si ese conductor también se habría quedado cruzado de brazos si en lugar de ver una agresión sexual hubiese visto a alguien maltratando a un animal, alguien quemando un contenedor de basura, alguien rompiendo el cristal de un coche para robar el reproductor de CDs, alguien metiéndose libros bajo el abrigo o en la mochila en una tienda… Quiero pensar que les habría dicho algo (aunque a lo mejor me equivoco y también habría actuado como si la cosa no fuera con él) y eso me lleva a pensar que los tíos sólo se quedan cruzados de brazos cuando se trata de una mujer. No sé si consciente o subconscientemente ese hombre justifica las agresiones que niñas, adolescentes y mujeres padecemos todos los días pero la cosa es que no movió un dedo.

No puedo comparar los casos sin que parezca que estoy justificando que unos u otros no llamasen a la policía. Tan animales son los mirones de San Francisco como el conductor de este autobús que no movió un dedo para ayudar a esas chicas parando el autobús y bajando a esos niñatos inmediatamente. Ahora que desde luego tiene tela que el conductor del autobús sea un Guardia Civil – como lo lees: el conductor del autobús es un Guardia Civil a tiempo completo y un conductor de autobús a tiempo parcial. Los padres de las chicas agredidas lo han denunciado por omisión y/o negación de auxilio. Ha sido suspendido de empleo y sueldo mientras se investiga el caso por la Guardia Civil y no se sabe qué pasará con el transporte escolar porque por lo visto no tenía ni contrato con la empresa – lo que también dice mucho de la seguridad del transporte escolar en España. Aquí se investiga a cualquier persona que quiera trabajar con niños – desde profesores a limpiadores pasando por supuesto por conductores de autobuses. A hombres y mujeres se les hace un background check para ver si tienen antecedentes penales o si están en algún registro de pederastas, violadores, etc. No digo que no se les cuele alguno que otro porque ningún sistema es infalible pero ya me dirás tú si no hay un mundo de diferencia. Y por supuesto no se habría visto lo que acabo de ver yo en internet que es a otro conductor de la empresa defendiendo al conductor, diciendo que lo que tienen que hacer es poner monitores o monitoras que ellos bastante tienen con controlar la carretera. Vamos, esto es ya pa’mearse y no echar gota que dirían en mi tierra.

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