Rosa Báez

* *sacado de "Abuelas de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza de Mayo que me ha pasado una amiga.

ROSA BÁEZ, UNA ABUELA CON LA ESPERANZA DEL ENCUENTRO INTACTA COMO EL PRIMER DÍA

Por Luciana Guglielmo

- El terrorismo de estado le arrebató a su hija María Eva Duarte, embarazada de dos meses, y a su yerno Samuel Alberto Aranda, en sendos operativos llevados a acabó en el gran Buenos Aires. El nieto de Rosa debió haber nacido entre abril y mayo de 1978.

Hay muchas formas de vivir la vida y de enfrentar la lucha cotidiana. Pero aunque la tristeza invada los días y las ganas de seguir adelante a veces pierdan sentido, siempre hay un motivo más fuerte, una causa más noble, una razón más certera para no bajar los brazos. En la vida de la Abuela Rosa la esperanza funciona como ese combustible que alimenta sus días. Esperanza de un encuentro, de justicia, de que tarde o temprano la verdad triunfará.


ROSA

Nació en la ciudad de Mercedes, provincia de Corrientes, en el otoño de 1930, meses antes del golpe del golpe de José Félix Uriburu que derrocó al presidente Yrigoyen e inició en el país la llamada primera “década infame”. Su llegada al mundo fue un tanto particular. Por entonces, sus padres vivían y trabajaban en el campo. Las distancias eran más difíciles de recorrer y la visita al pueblo se hacía en una carreta tirada por bueyes.

Con el embarazo avanzado, decidieron emprender el viaje al pueblo ya que se acercaba la fecha del parto. Pero su madre se descompuso en el trayecto y dio a luz cerca de un arroyo.

Su padre la bañó y le cortó el cordón umbilical con un cuchillo que llevaba encima. Así fue el nacimiento de Rosa. Y como todo había salido bien, en vez de seguir camino al pueblo, volvieron al campo con la pequeña recién nacida. Rosa recuerda una infancia feliz junto a sus seis hermanos. Nunca le faltó nada y hace hincapié en los buenos ejemplos que siempre estuvieron presentes en su hogar.

Los años pasaron y conoció a quien poco tiempo después se convertiría en su marido. Un joven “pintón”, rubio de rulos, también correntino pero de Goya. Se conocieron en la talabartería donde él trabajaba, se enamoraron y a los ocho meses se casaron. Pronto llegarían los hijos

Fueron tiempos ajustados, de mucho esfuerzo. Al principio vivieron en una villa de emergencia y luego, con el ahorro de Rosa, lograron mudarse. Ella trabajaba en casas de familia y él pasó por varias ocupaciones, desde empleado del correo hasta tener un almacén, una carnicería y una verdulería. Pero siempre con la esperanza de salir adelante y forjar un futuro para sus hijos.


María Eva

Nació el 20 de mayo de 1955, poco antes de la autodenominada “Revolución Libertadora”. Era la mayor de los hermanos. Tanto Rosa como su hermano Julio la recuerdan con muchísimo amor, como una joven hermosa, simpática y divertida.

No sólo sonreía con la boca y los labios sino también con sus ojos grandes. Demostraba sus sentimientos y el afecto que sentía por sus seres queridos. Rosa, además, la evoca como una chica habilidosa que sabía hacer de todo, desde arreglar una radio hasta cocinar un rico plato o coserse una pollera. En la adolescencia conoció a Alberto con quien tardaron menos de un año en casarse. Lo hicieron con una linda ceremonia. Rosa cuenta que se llevaban muy bien y que se amaban. Rápidamente vinieron los hijos. En 1975 nació la primogénita, Silvana Lorena, y en 1977, Alejandro Demián.

La Abuela Rosa era muy compinche de su hija y de sus nietos, los veía seguido y ayudaba en la crianza de los pequeños. Según Rosa, María Eva cuidaba mucho a sus hijos, los protegía y les brindaba un montón de cariño, al igual que Alberto. Habían formado una hermosa familia.

Una vez casados comenzaron la militancia en la agrupación Montoneros. Pero la dictadura era un hecho y la desaparición de personas una constante durante ese tiempo de terror y genocidio. María Eva y Alberto fueron secuestrados el 9 de septiembre de 1977, ella en su domicilio de Los Polvorines, él cuando regresaba de la fábrica en la que trabajaba en la localidad de Munro, al bajar del colectivo. La joven estaba embarazada de dos meses. Según informaciones obtenidas por la familia, dio a luz un niño entre abril y mayo de 1978 en Campo de Mayo.


La búsqueda

Rosa, como a tantas mujeres a las que el régimen militar les quitó a parte de su familia, debió enfrentarse a un sinnúmero de preguntas sin respuestas: ¿por qué? ¿Dónde están? ¿Cuándo van a volver? ¿Dónde hay que buscarlos? ¿Cómo se empieza?

Pese a que no encontró respuestas, sí se encontró con otras compañeras de camino a las que les había pasado lo mismo. Y así fue que unieron fuerzas para empezar a contestar los interrogantes. Rosa acudió a todos los lugares posibles: Ministerio del Interior, cárceles, hospitales, comisarías. Mandó cartas al extranjero, fue a las rondas en la Plaza de Mayo. La movía el amor por su familia y la esperanza de hallar a su hija y llevarla de vuelta a casa.

Sus nietos fueron criados por los padres de Alberto, mientras Rosa dedicaba  su tiempo a la búsqueda de María Eva y su yerno. Hoy, transcurridos 32 años, la búsqueda y la esperanza del encuentro siguen intactas. Los días de Rosa se suceden entre las actividades diarias, sus amistades, su familia y los recuerdos.


Espera aquel encuentro con ese nieto, desearía contarle la historia de sus padres y estos años de lucha por encontrarlo. Ojalá que este deseo tan profundo se pueda cumplir.

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