A veces este país da un asco tremendo

A pesar de llevarnos 30 o 40 años de ventaja en lo que se refiere a activismo y concienciación sobre violación, en EEUU todavía queda mucho por hacer. Que se lo pregunten si no a una estudiante de la universidad de Massachusetts que fue violada por un estudiante de la misma universidad el año pasado y ha seguido viéndolo paseándose por el campus alegremente a pesar de haber confesado que la violó. Algo que me llamó la atención cuando llegué a EEUU es que casi todas las universidades tiene programas de prevención de acosos sexual y violación en el campus así como ejercicios de seguridad para que las mujeres aprendamos dónde están situados los teléfonos de emergencia y qué hacer en caso de ser agredidas. La universidad de Massachusetts no va a ser menos y por supuesto que tiene en marcha este tipo de programas – para quedar bien de cara a la galería porque a la vista está que les importa una mierda la seguridad de sus estudiantes.

No es el primer caso ni será el último en el que un estudiante ha violado a una compañera de clase o a una perfecta desconocida en el campus universitario donde el violador estudia. Normalmente se oyen historias (¡y hay casos documentados!) sobre abogados que culpan a la chica violada, padres que ejercen influencia para que sus hijos acaben sus estudios, compañer@s que ejercen presión hasta que la chica deja la universidad, etc. Lo que nunca había oído yo es que a un violador confeso se le permita continuar con sus estudios y pasearse alegremente por el campus donde violó a una estudiante de la misma universidad acogiéndose a una norma de la universidad que permite que la decisión sobre su caso, castigo y consecuencias sea aplazada hasta que acabe sus estudios. Entiendo este tipo de normas para casos menores como cuando se emborrachan y hacen alguna cafrada en el campus, pero una violación es un delito mayor.

Una violación debería ser motivo más que suficiente para expulsarlo de la universidad y si no puede graduarse, allá él: que le paguen los padres otra universidad, que se la pague él o que se lo hubiera pensado antes de violar a nadie. Pero no, el equipo directivo de la universidad piensa (a) que el violador merece acabar la carrera como si no hubiera pasado (b) que una violación no es un delito digno de mención ni de ser denunciado a la policía y autoridades locales. El mensaje que lanzan a los demás estudiantes del campus es: “violad, violad que el mundo no se os acaba ni aunque lo confeséis” y a las estudiantes les están diciendo que si son violadas pueden ir al servicio de enfermería pero no tienen que molestarse en denunciar a su violador o violadores porque a los violadores no les va a pasar absolutamente nada. Al contrario, las que van a sufrir las consecuencias si abren la boca son ellas. Intentar acabar la carrera y vivir en el mismo campus que tu violador es lo suficientemente duro como para encima aguantar que te señalen con el dedo, que te cataloguen como guarra/puta/fácil, que te llamen Antoñita la Fantástica a tus espaldas o a tu cara, etc. y eso es precisamente lo que suele pasar en casos como estos en los que tu violador se va de rositas y tú tienes que cambiar tus horarios y tus rutinas para no verlo y para que no te acosen sus amistades que, envalentonados, intentan tomarse revancha.

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