El encanto del burka

En menos de un mes he pasado de escandalizarme al ver que hay páginas web con pornoburka (porno tradicional solo que las mujeres enseñan tetas o culo con el resto del cuerpo y cabeza tapados {ríete de l@s que defienden que el burka protege a las mujeres y no da lugar a que Occidente las convierta en objetos sexuales}) y además enterarme de que en Connecticut (EEUU) y otros estados hay importadores de burkas (luego hay mujeres en EEUU que lo llevan en sus casas {porque en la calle todavía no se las ve}), a pensar que ojalá llegue el día en el que el burka se venda en sex shops como ahora mismo se venden disfraces políticamente incorrectos (esclav@ y am@ de plantación, judí@ y militar nazi, refugiad@ african@ y personal de la ONU), mordazas, esposas de metal, cuero o velcro; látigos, palas, guantes, antifaces, máscaras sadomaso, máscaras con formas de cabeza de animales (cerdo, perro, caballo, etc), máscaras de gas, uniformes militares de ayer y hoy… y demás parafernalia para personas adultas que entran en relaciones BDSM sabiendo lo que hacen o quieren reavivar la chispa en su relación de pareja. ¿Burrada? Quizá. Lo cortés no quita lo valiente. Que como feminista no quiera que ninguna niña, adolescente o mujer sea obligada a llevar un burka no significa que en la intimidad, en lugar de hablar catalán como aquel político español, no piense que que mi butch se disfrace de soldado norteamericano que viene a liberarme y servidora se ponga un burka aunque le dure puesto lo mismo que la lencería (es decir menos de 5 minutos) no tenga su puntito.

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