Hanan Ashrawi: "Las mujeres no tienen cabida en el binomio de regímenes corruptos e islam político"
© Ana
Carbajosa, Hanan Ashrawi, El País
Fuente:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/03/08/actualidad/1299538804_850215.html
- "Las
revoluciones son el comienzo del cambio hacia la igualdad"
- "Nuestras
tradiciones son el principal obstáculo para las mujeres"
El de
Hanan Ashrawi es uno de los poquísimos rostros de mujer que se han podido ver a
lo largo de los años en las negociaciones israelo-palestinas y en general en la
política de Oriente Próximo. Ashrawi (Cisjordania, 1946) es una voz influyente
y de referencia para muchos palestinos y en general para muchas mujeres en el
mundo árabe. En la actualidad, es la primera y única mujer que forma parte del
Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el
organismo que gobierna y representa los intereses palestinos. Esta veterana
feminista piensa que a pesar de que los hombres tratarán de copar el reparto de
poder al que den paso las revoluciones árabes, las jóvenes no permitirán que
les roben una revolución que también es suya. "Ni los tanques conseguirán
devolverlas a la cocina", sostiene.
Pregunta. Hemos visto a las mujeres protestar en la
calles de Egipto, en las de Túnez. ¿Hasta qué punto asistimos a un nuevo
fenómeno?
Respuesta.
Egipto cuenta con el movimiento de mujeres más antiguo del mundo árabe. Hay que
remontarse a 1914, entonces ya había manifestaciones de mujeres. Desde
entonces, el movimiento siempre ha estado activo a pesar de que el sistema
político y el económico ha estado y está dominado por los hombres. Ha habido
mujeres en el Parlamento y en los Gobiernos, pero siempre han sido una pequeña
minoría. A partir de los años setenta, los grupos de mujeres de Túnez han
liderado en el mundo árabe. Están compuestos por mujeres formadas, con una
agenda de género y que han trabajado para cambiar las leyes de su país e
incluso han conseguido que las autoridades religiosas emitan fatuas en contra
de la poligamia y de leyes hereditarias discriminatorias. Ahora Túnez tiene el
sistema legal más avanzado desde un punto de vista de la igualdad. Por eso no
me sorprende que estas mujeres hayan estado en la vanguardia de las protestas.
En Libia es distinto. Allí la opresión es total para los hombres y, para las
mujeres, doblemente.
P. ¿Es de verdad el inicio de una nueva era para las
mujeres? ¿Será para ellas también una revolución y participarán en el nuevo
reparto del poder político que se avecina en el mundo árabe?
R.
Cuando llega la hora de la revolución está bien visto que las mujeres estén en
la línea de frente, pero el reflejo de un sistema político dominado por los
hombres es decirles: 'Bien, ya has hecho la revolución, ahora te puedes volver
a la cocina'. Pero me temo que a estas mujeres jóvenes, que tienen todas las
herramientas del siglo XXI, ni los tanques conseguirán devolverlas a la cocina.
Ellas son la revolución y no se van a dejar discriminar ni oprimir. Las jóvenes
saben que ahora es el momento de trabajar. Yo creo que vamos a asistir a cambios
en el sistema. No creo que vaya a ser un proceso milagroso, ni la panacea que
resuelva todas las injusticias, pero las revoluciones sí van a ser el comienzo
de un cambio hacia la igualdad.
P. ¿Cuáles son en su opinión los principales retos
para la mujer árabe?
R. El
mundo árabe no es monolítico. No todas las sociedades son iguales. Hay de todo.
No es lo mismo Líbano que Yemen, que Túnez o Arabia Saudí. Hay desde las
mujeres más silenciadas y oprimidas hasta las más liberadas e independientes.
Pero sí tenemos en común unas tradiciones culturales que hay que combatir.
Tenemos que aprender y compartir de las experiencias de otros países árabes.
Tenemos que trabajar en red todas las mujeres árabes. Tenemos líderes
fantásticas. No solo las primeras damas que toman su liderazgo prestado de sus
maridos. Tenemos que rescatarnos las unas a las otras y también trabajar con
los hombres progresistas.
P. Usted ha ocupado puestos políticos muy
importantes. Durante años ha sido la única mujer rodeada de hombres. ¿Qué le ha
enseñado la experiencia y la observación acerca de los mecanismos que perpetúan
a los hombres en el poder y cierran el paso a las mujeres?
R.
Nuestras tradiciones son el principal obstáculo para las mujeres y se utilizan
como un arma en contra de ellas. Somos una sociedad conservadora -las mujeres
no pueden hacer esto o lo otro, el qué dirán...-, las tradiciones juegan a
favor de los hombres. En el caso palestino, los hombres siempre dicen que
tenemos que pelear primero por nuestro país y que solo luego vendrá la justicia
social, es decir, los derechos de las mujeres son considerados algo secundario.
Y tercero, a los hombres no les importa que las mujeres peleen, pero cuando hay
que repartir los puestos de poder, ya es otra cosa. Además, a las mujeres se
las juzga con criterios muchos más exigentes. Me acuerdo de que, cada vez que
Arafat [Yaser, el difunto presidente palestino] me pedía que formara parte de
un Gobierno, yo decía que solo con la condición de que me pudiera traer conmigo
a otras cuatro o cinco mujeres, y esa era una pelea eterna. Yo le daba nombres
y empezaba el escrutinio, les pedían todo tipo de credenciales que a los
hombres no les exigían. Los criterios hacen que solo las superwomen puedan
optar. Y a la vez, las superwomen excluyen a las demás, porque con una ya se
considera que el cupo está cubierto. Recuerdo que Arafat le decía a [Jimmy, ex
presidente de EE UU] Carter: 'Tenemos a Hanan que vale por 10 mujeres', y yo le
decía que no, que no se me puede utilizar a mí para excluir a otras mujeres.
P. ¿Qué hace falta para romper el círculo vicioso,
para que las mujeres logren una participación real?
R.
Primero, hacen falta grupos de mujeres que proporcionen apoyo y protección a
las otras mujeres, sobre todo en sociedades como las nuestras donde la culpa,
el honor y la moral pública juegan un papel tan importante. El peso del honor y
el buen nombre de las familias recaen sobre el comportamiento de la mujer, no
sobre el de los hombres. Hacen falta además referencias, modelos de mujer a los
que aspirar. Hasta que atajemos este desequilibrio entre hombres y mujeres en
nuestras sociedades siempre tendremos una debilidad congénita.
P. A muchas feministas árabes les preocupa el avance
islamista.
R.
Durante las dos últimas décadas, los sistemas políticos árabes han sido
corruptos y opresores, sin dejar lugar a los derechos humanos, la democracia y
la transparencia. Han excluido cualquier tipo de oposición, excepto la de los
movimientos islamistas que se han inflado artificialmente. Los Gobiernos han
cerrado las oficinas de los partidos opositores, pero no pueden cerrar las
mezquitas ni las instituciones religiosas. Y por eso mucha gente se ha volcado
con la religión. Y en el binomio régimen corrupto versus islam político, las
mujeres no tienen cabida. Por definición, en estos sistemas absolutistas,
ideológicos y cerrados las mujeres no participan en pie de igualdad; de forma
automática valen menos que los hombres. Partiendo de esa premisa, todo vale.
Los hombres se otorgan a sí mismos el derecho de decidir qué puedes decir,
pensar o vestir. Las sociedades se han hecho más religiosas y a los movimientos
laicos se los considera agentes de Occidente y cómplices de Israel.
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