María Tardón: ¿Existe el efecto imitación en la violencia de género?
© María Tardón, El
Mundo
Fuente:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2011/06/21/existe-el-efecto-imitacion-en-la.html
No son pocos los
esfuerzos de investigación que, desde las más diversas áreas (jurídicas,
sociológicas, estadísticas, etc) intentan profundizar en las causas que
originan la violencia de género, especialmente en sus manifestaciones más
extremas, las que culminan con la muerte de las víctimas a manos de sus parejas
o ex parejas masculinas.
Aunque la teoría
no es novedosa, recientemente, la Delegación del Gobierno para la Violencia de
Género se ha adscrito a las tesis de quienes consideran que informar sobre un
crimen de esta naturaleza podría producir la consecuencia dramática de
desencadenar nuevos crímenes. Es decir, que en la violencia de género existe un
efecto imitación que puede estar presente en el 25% de los asesinatos de este
tipo, según las conclusiones de un estudio del Ministerio de Sanidad, Política
Social e Igualdad, elaborado por la Universidad de Granada, y se reclama, por
ello, una cierta contención de los medios de comunicación en estos casos
Que existen
periodos temporales en los que la concentración de homicidios/asesinatos de
víctimas de violencia de género es mayor es algo incuestionable. En los
estudios que elabora el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género
cada año, se evidencian estas cifras. Y, por ejemplo, en el año 2010, en que
hubo 73 víctimas mortales, los meses en que hubo mayor número de casos fueron
Julio, con 10 víctimas, ó Abril, con 9. Y también advertimos esa concentración
respecto de los días de la semana, pues 17 de ellos tuvieron lugar en domingo,
y 13 en miércoles y jueves, respectivamente.
El estudio
contiene, también, datos sobre de la mayor o menor incidencia por Comunidades
Autónomas, por grupos de población, o por su radicación en grandes ciudades o
pequeños pueblos, que también habrán sido contemplados en el realizado por el
Ministerio, pero no hemos conocido que se haya derivado ninguna conclusión de
cualquiera de estas variables. Y si se hubiera hecho, no parecería ni serio ni
muy riguroso impartir recomendaciones que se basaran en estos únicos aspectos
de los hechos.
Y es que puede ser
muy útil conocer todos los detalles de una determinada clase de criminalidad,
pero también puede resultar verdaderamente perturbador extraer conclusiones que
se basen en una lectura parcial y nada precisa de la realidad contemplada.
Para conocer
cuáles han sido las razones últimas del designio homicida, qué factores han
desencadenado el paso a la acción de la idea de matar, el método empleado o
cualquier otra circunstancia que concluya en la materialización de la muerte de
la pareja o ex pareja es preciso estudiar de forma individualizada y con el
mayor detalle posible, cada caso, e, incluso, qué hechos o manifestaciones
anteriores a los mismos pueden guardar relación con el desenlace fatal. Cosa
que ni siquiera resulta posible en un buen número de casos.
La información más
completa de que se dispone al respecto es las que se contiene en los estudios
anuales de las sentencias dictadas por homicidios/asesinatos en el seno de la
pareja, porque en ellos se encuentran recogidos todos los detalles que se han
llegado a acreditar en cada juicio concreto sobre su desarrollo y las
circunstancias personales de ambos.
Y en ninguno de
ellos aparece reflejado el dato anterior.
Pero si hay un
elemento que aparece reiterado año tras año con empecinada frecuencia ese es el
de la salida de la víctima del dominio definitivo del agresor, puesto que en no
pocos supuestos, el ataque mortal se produce cuando aquélla inicia el proceso
de separación o divorcio, o anuncia que va a hacerlo, o cuando éste se entera
de que ella ha iniciado una nueva relación con otra pareja, o cree que lo ha
hecho.
Este sí que parece
un factor inequívocamente desencadenante del crimen, pero buscar algún
procedimiento o remedio para evitarlo no parece una empresa fácil ni, desde
luego, sencilla porque ¿cómo se pueden prevenir estas muertes, qué
recomendación habría de darse a las eventuales víctimas ante esta realidad? ¿es
posible anticipar la existencia de tal riesgo, sobre todo teniendo en cuenta
que la mayor parte de las víctimas no habían denunciado a sus agresores?
Lo que me parece
claro es que la respuesta tiene que venir del esfuerzo coordinado,
complementario y prolongado de las distintas áreas de actuación que han de
confluir en la lucha contra la violencia de género: el castigo, desde luego, de
los hechos violentos, pero también la atención a las víctimas y, muy
especialmente, la prevención y la sensibilización contra ella.
El papel
primordial en este último ámbito ha de protagonizarlo la Educación, en todos
sus niveles, sin duda, pero tampoco puede desconocerse el factor preventivo y
de protección a las víctimas que han desempeñado y siguen desempeñando los
medios de comunicación que difunden públicamente la violencia de género,
desarrollando una labor de concienciación social y animando a alguna de las
numerosas víctimas ocultas, a denunciar su maltrato.
Esta es una
función tan esencial que me resulta incomprensible que se pretenda desconocerla
u oscurecerla con ningún tipo de limitación.
Y si la recomendación, además, se sustenta en
razones tan poco sólidas como las comentadas, lo que puede evidenciar es,
quizás, que no se dispone de otro tipo de respuestas más fundadas.
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