Beatriz Saintout Roo

* *sacado de "Abuelas de la Plaza de Mayo", una publicación mensual de las Abuelas de la Plaza de Mayo que me ha pasado una amiga.

Por Luciana Guglielmo

- La ultima dictadura militar le arrebató a su hijo Gastón Andrés Larriueu y a su nuera Silvia Graciela Muñoz en diciembre de1976, quien, al momento del secuestro estaba embarazada de dos meses. La nieta o nieto de Beatriz debió haber nacido entre julio y agosto de 1977.


Beatriz Saintout Roo es una mujer de 78 años, de baja estatura y ojos marrones. La llaman cariñosamente “Totita” y es una de las tantas Abuelas a las que la dictadura militar les quitó a parte de su familia. Pero, a pesar del inmenso dolor y del tiempo transcurrido, sigue manteniendo viva su lucha y su búsqueda, en el camino de la memoria. Totita nació en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires. Su padre fue un médico vinculado a la política durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. Beatriz lo acompañaba a todas partes. Durante aquellos años, ella vivió experiencias que la marcarían para toda la vida. Por ejemplo, tuvo la oportunidad de conocer a Evita y de hablar con ella.

En una de las rutinarias salidas junto a su padre, se topó con quien al poco tiempo se convertiría en su esposo. La Abuela cuenta que, durante una visita a la Municipalidad, miró hacia un balcón y vio a un joven que le resultó muy atractivo. Enseguida se lo comentó a su padre y él los presentó. Finalmente, se casaron y no tardaron en llegar los niños para alegrar la casa. Tuvieron seis hijos y vivieron en la ciudad costera de Mar del Plata. Beatriz siempre fue una mujer muy trabajadora. Desde los quince años se desempeñó como secretaria en la clínica que tenía su padre en Benito Juárez y después se dedicó a la docencia. La Abuela recuerda sus años frente al aula como una de las cosas más hermosas de su vida.


Su hijo Gastón

A Beatriz la emociona mucho recordarlo; lo tiene presente en cada anécdota y revive con mucha nostalgia cada momento que compartieron. Lo describe como un joven de carácter, muy generoso y querido por quienes lo rodeaban. Era un excelente músico. Cuando llegaba de trabajar, algunas noches llevaba su guitarra a la pieza de su madre, se sentaba en la cama y se ponía a cantar. Beatriz se emociona al recordar ese gesto tan hermoso de Gastón.

A pesar del terrible momento que se estaba avecinando en el país, también hubo lugar para los encuentros. Durante su adolescencia, Gastón se enamoró de Silvia, una jovencita muy especial, auténtica y excelente persona. Los unía el ideal por un mundo mejor y los deseos de un país más justo para todos.

Silvia comenzó su militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y en la Juventud Peronista (JP); Gastón, en la Unión de Estudiantes Secundarios(UES) y en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Luego, ambos formaron parte de la organización Montoneros.


SU NIETO O NIETA

A pocos meses del inicio de la dictadura más nefasta de la historia, que arrasó con miles de vidas y mutiló sueños y proyectos valiosos, Beto, hermano de Silvia, fue el primer detenido de la familia. Luego de varios allanamientos en la casa de la consuegra de Beatriz, Silvia y Gastón decidieron mudarse a La Plata, provincia de Buenos Aires.

Silvia fue secuestrada el 22 de diciembre de 1976 en la vía pública en la ciudad de La Plata. Estaba embarazada de dos meses. Gastón fue secuestrado al día siguiente, también en la vía pública en la misma ciudad. Muchos planes se desvanecieron tras la desaparición de la pareja. Ellos iban a darles a sus familias la gran noticia del embarazo como regalo de Navidad, pero nunca pudieron.

Pensaban llamar Ramiro o Mariana al bebé que venía en camino. Por testimonios de sobrevivientes pudo saberse que Silvia permaneció detenida en la Comisaría 5° de La Plata y en los Centros Clandestinos de Detención “Pozo de Arana”, “Pozo de Banfield” y “La Cacha”.

Beatriz muchas veces se encontró sin fuerza para seguir adelante, abatida por la situación y superada por lo que le estaba pasando. Pero mirar una foto de su hijo le daba fuerza para no bajar los brazos. Aquella imagen y el deseo ferviente de recuperarlo la estimulaban a luchar cada día.


Intentó explicarse lo ocurrido de muchas maneras. Durante un tiempo creyó a Gastón extraviado, perdido y hasta internado en algún hospital. Escribió cartas, golpeó puertas, buscó respuestas que nunca llegaron y que aún espera. La Abuela Beatriz desea poder encontrar al hijo de Silvia y Gastón, pero sobre todo desea que aquel pequeño, hoy ya todo un hombre, pueda ser libre y feliz. Mientras haya esperanza, el fuego de la lucha se mantiene intacto.

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