Barreras a la reparación a las niñas víctimas de incesto y violación en Nicaragua
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Fuente: "Escucha sus voces y actúa. No más violación ni violencia sexual
contra niñas en Nicaragua. El no sufrir violencia sexual es un derecho
humano" de VVAA publicado por Amnistía Internacional en 2010.
"Aquí
encontré tranquilidad, encontré amigas, muy lindas, he salido de este hueco,
bastante", Connie, joven sobreviviente de violación, habla del apoyo que
ha recibido de una ONG en Managua.
Los
Estados tienen la obligación de garantizar la plena reparación a las niñas que
han sido objeto de violación y abuso sexual. Esto debe incluir prestar
servicios que promuevan la salud, el amor propio, la autonomía y la dignidad de
las sobrevivientes y garantizar su rehabilitación física y psicológica y su
reintegración social. Según las Directrices de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) para la asistencia médico-legal de las víctimas de violencia
sexual: “Las víctimas de agresión sexual necesitan servicios de salud
integrales y respetuosos con las cuestiones de género que las ayuden a
sobrellevar las secuelas físicas y psíquicas de su experiencia y a recuperarse
de un episodio extremadamente angustioso y traumático”.
Sin
embargo, el gobierno no ha invertido en los programas de información y
servicios que necesitan las sobrevivientes de violación y abuso sexual. Los
refugios son escasos y están muy dispersos, y los centros de mujeres no reciben
ayuda económica del gobierno. Muchas sobrevivientes deben enfrentarse solas a
las consecuencias de la violación y el abuso sexual, ya que tienen un acceso
limitado al apoyo del Estado y a los refugios, a menos que se las remita a una
ONG.
La
atención y el apoyo que las sobrevivientes reciben tienen un impacto enorme en
las consecuencias a largo plazo de la violación y el abuso sexual. Una
psiquiatra que trabaja en Bluefields describió lo que puede suceder cuando una
niña que ha sido violada recibe la ayuda y el apoyo adecuados: “Hay niñas que
de repente se te sientan aquí o están así, o lloran o no dicen absolutamente
nada. Sienten que están fallando de la familia si hablan del abuso sexual
vivido por la misma culpa. Cuando se trabaja con ellas se empieza a sacar de todo
lo que le sucedió, ‘que mi abuelo me hizo esto y no tiene que hacerlo’. Cuando
el reconocimiento se hace presente, empieza el cambio […] y principalmente te
empiezan a ver en la cara sin ese signo de que la bajo porque me da vergüenza o
porque se siente menos que vos. Levantar la mirada lo podrías comparar un poco
a levantar la vida y esperanza”. Cuanto antes se reciba ayuda, mayores son las
probabilidades de reducir el daño físico y psicológico a largo plazo para las
sobrevivientes. Una psiquiatra de Managua explicó: “Hay una diferencia
sustancial entre las niñas que pueden acceder a un acompañamiento médico, legal
y psicológico, como de urgencia, de aquellas que no lo tienen o que lo tienen
de manera tardía, porque las secuelas empiezan a surgir desde el primer día”.
Las
sobrevivientes de violación deben tener acceso a una amplia diversidad de
servicios de apoyo para poder rehacer sus vidas y seguir las vías que han
elegido, por ejemplo continuando con su educación o su trabajo. Un apoyo oportuno
y adecuado puede marcar una diferencia absoluta en la vida posterior de las
sobrevivientes. Connie, violada por su padre, describía lo que el apoyo que
recibía en el centro de una ONG para sobrevivientes en Managua había significado
para ella: “Yo me he sentido bien, tengo citas con la psicóloga. Me reúne con otras
muchachas, ver de ellas, conocer a personas mayores, a mí me gusta rodearme de personas
mayores, me gusta mucho el grupo, aprendía bastante, compartían, escuchábamos, fue
muy lindo, aquí encontré tranquilidad, encontré amigas, muy lindas, he salido
de este hueco, bastante. Yo creo que las veo casi cada día”.
FALTA
DE FINANCIACIÓN GUBERNAMENTAL PARA REFUGIOS Y SERVICIOS PARA SOBREVIVIENTES DE
VIOLACIÓN
En todo
Nicaragua, los refugios para sobrevivientes de violencia intrafamiliar y
violación, en particular los destinados específicamente a menores, son escasos.
Hay 10 refugios (o albergues) gestionados por ONG que dependen de la
financiación de donantes internacionales. El gobierno nicaragüense, en la
actualidad, no presta ayuda económica ni de otro tipo a las ONG que gestionan
los refugios.
En el
ámbito local, los refugios trabajan con MIFAMILIA y las Comisarías de la Mujer
y la Niñez. En este ámbito, la cooperación entre las ONG y las autoridades
gubernamentales sobre casos específicos parece funcionar bien, y muchos agentes
de las Comisarías de la Mujer y la Niñez y miembros del personal de MIFAMILIA
remiten a las niñas a centros de apoyo para recibir la asistencia legal y
psicosocial, o el refugio que ofrecen las ONG, o alojamiento temporal en “casas
sustitutas” con familias.
La
provisión de un lugar seguro donde alojarse y asistencia legal y psicosocial a
las sobrevivientes es fundamental para su protección y rehabilitación. Sin ese
apoyo, aumentan las probabilidades de que el procesamiento penal fracase y de
que no se satisfagan las necesidades de rehabilitación de las sobrevivientes.
MIFAMILIA debe proteger el interés superior de las niñas y niños y debe
emprender acciones para vigilar y garantizar el nivel más alto en las “casas
sustitutas” en las que se aloja temporalmente a los niños y niñas cuando se
considera que corren peligro en su propia familia. Algunas mujeres policía y
ONG han tratado de compensar la falta de refugios llevándose a las
sobrevivientes a sus propias casas para que puedan asistir a las citas en el
hospital y a las vistas judiciales, o incluso simplemente para garantizar que
están protegidas frente a nuevos abusos y que no tienen que regresar al hogar
donde los sufrieron. En contraste con estas personas que van más allá de su
deber para ayudar a las sobrevivientes, el gobierno nicaragüense sigue sin
cumplir con sus obligaciones respecto a las sobrevivientes de violencia
intrafamiliar y violación.
María,
madre de una niña de 7 años, describió cómo, en 2008, había demorado el
denunciar el abuso sexual sufrido por su hija porque temía la reacción de la
comunidad, ya que el agresor era un miembro respetado e influyente de una
comunidad muy unida. Como había demorado la denuncia, las autoridades
amenazaron con procesarla y decidieron que su hija debía trasladarse
temporalmente a una casa sustituta. Durante el mes que estuvo con la familia
sustituta aprobada por MIFAMILIA, la niña estuvo desatendida, y recibió golpes
por mostrarse rebelde. María explicó: “Llegaron a mi casa con un agente de
policía para llevarse a la niña. Al llegar, le dijeron a mi mamá: ‘Hemos venido
a buscar a la niña, por una denuncia de abuso sexual, y usted no debe tratar de
impedirlo’. Pensé que era un secuestro, porque llegaron sin documentación
[...]. Llamé al Ministerio y pregunté quién era la mujer que llevaba el caso,
pero no me dieron ninguna información [...]. Cuando por fin pude ver a mi niña
[…] ella estaba muy triste y decía que no quería quedarse con la familia donde
ella estaba, que la mujer que la cuidaba era muy antipática, que tenía que
dormir en la cocina, no en un dormitorio […]. Hasta le pegaban allá […]. Creo
que el Ministerio debe vigilar a las personas que cuidan de los niños, para
estar seguros de lo que le hacen al hijo de otra persona […]. Sé que no me
querían hacer daño, que querían ayudarme, pero hay muchas cosas que no se hacen
bien. Como llegar a mi casa sin documentación que acreditara que la mujer
representaba al Ministerio. Sin autorización para llevarse a la niña. Por un
lado, siento que el Ministerio realmente me ayudó, pero al mismo tiempo, tengo
mis derechos, que ignoraron. Y también los derechos de la niña, porque se la
llevaron y pasó un mes fuera de su casa”.
La falta
de ayuda económica a las sobrevivientes de violación es también un obstáculo a
la hora de desplazarse para recibir la asistencia psicosocial y médica que
necesitan. Una psiquiatra que lleva muchos años trabajando con niñas sobrevivientes
de violación y abusos sexuales explicó: “Una de las cosas que ellas mencionan
para que dejen de llegar a las sesiones o para las citas, es porque no tienen
ni para el pasaje en algunas ocasiones”.
FALTA
DE APOYO A SOBREVIVIENTES DE VIOLACIÓN QUE QUEDAN EMBARAZADAS
Todas
las sobrevivientes de violación entrevistadas por Amnistía Internacional
subrayaron la importancia de contar con todas las opciones disponibles para
hacer frente a las consecuencias de la violación y el abuso de la mejor manera
para ellas, incluida la opción del aborto terapéutico. Todas las sobrevivientes
subrayaron la necesidad de que el Estado respalde a la sobreviviente, sea cual
sea su decisión. Cuando las víctimas son menores de edad, el Estado tiene una
obligación adicional de proteger sus derechos humanos y considerar su interés
superior.
Las
directrices de la Organización Mundial de la Salud concluyen que toda mujer o
niña que se ha quedado embarazada a consecuencia de violación debe tener acceso
a un conjunto de servicios de apoyo, incluidos el tratamiento y el seguimiento
de lesiones físicas, la prevención y gestión del embarazo, la prevención y el
tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual, el asesoramiento y la
asistencia social. Un componente del apoyo ofrecido por el Estado debe ser la
información sobre servicios de aborto seguros y legales y la opción de acceder
a ellos.
Antes
de 2006, la legislación nicaragüense permitía excepciones a la prohibición
general del aborto. Esas excepciones abarcaban a las mujeres o niñas cuya vida
o salud peligrasen en caso de continuar el embarazo, y en algunos casos, a las
víctimas de violación.29 Esto ha cambiado por completo. El Código Penal
revisado impone una prohibición general de todos los abortos, sin excepción, y
tipifica como delito todas las formas de aborto, independientemente de las
circunstancias en las que se busca, se obtiene o se practica.
La
prohibición y penalización del aborto en Nicaragua ha tenido una repercusión
especialmente fuerte en las reducidas categorías de mujeres y niñas que podían
obtener un aborto legal antes de 2006, es decir, las mujeres y niñas
embarazadas a consecuencia de una violación o cuya vida o salud peligra en caso
de continuar con el embarazo. En otras palabras, las leyes que penalizan el
aborto son discriminatorias por razón de sexo (sólo las mujeres y niñas pueden quedar
embarazadas) y de edad (las niñas y las adolescentes se ven afectadas de manera
desproporcionada).
El
Comité de los Derechos del Niño, de la ONU, ha advertido que las leyes que
niegan a las víctimas de violación e incesto la posibilidad de obtener servicios
de aborto seguros y legales son contrarias a la Convención de la ONU sobre los
Derechos del Niño. En octubre de 2010, el Comité recomendó al gobierno
nicaragüense que “[d]erogue los artículos del Código Penal que penalizan el
aborto y garantice que las niñas no estén sujetas a sanciones penales por tratar
de abortar o abortar en ninguna circunstancia”. En el caso de Palau, el Comité recomendó
que el “Estado Parte revisara su legislación relativa al aborto con miras a salvaguardar
el interés superior de las niñas víctimas de violación e incesto”. El Comité expresó
asimismo su preocupación por el hecho de que la legislación actual penaliza el aborto
en todas las circunstancias en El Salvador, y por que “esa prohibición absoluta
pueda llevar a las jóvenes a recurrir a métodos de aborto peligrosos y
clandestinos, a veces con consecuencias fatales”.
La
penalización del aborto no significa que no se practiquen abortos. Pero sí
significa que las sobrevivientes de violación se ven obligadas a recurrir a
abortos clandestinos, en contra de la legalidad y en circunstancias poco
seguras, poniendo en peligro su salud y su vida y arriesgándose a ser
encarceladas. Las niñas que continúan con el embarazo se enfrentan a riesgos
adicionales para su vida y su salud, ya que el daño no intencionado al feto
también constituye delito y, por lo tanto, los profesionales de la salud pueden
retrasar o negar el tratamiento que las niñas necesitan. Esto afectaría, por
ejemplo, a la prestación de asistencia médica durante un parto obstruido: un
problema que a menudo afecta a las niñas que aún no han completado su
desarrollo físico.
Según
la Sociedad Nicaragüense de Ginecología y Obstetricia (SONIGOB) y la opinión médica
internacional, las mujeres embarazadas menores de 20 años tienen un riesgo
mayor de sufrir complicaciones obstétricas que las mujeres de edades
comprendidas entre los 20 y los 35 años. En América Latina, el riesgo de muerte
materna es cuatro veces superior entre adolescentes menores de 16 años que
entre mujeres en la veintena. Una de las complicaciones a las que se enfrentan
las niñas y las adolescentes es el parto obstruido, que se produce cuando la
pelvis es demasiado estrecha para que pueda pasar el bebé (desproporción
cefalopélvica). Esta situación se da a menudo en muchachas más jóvenes que aún
no han alcanzado la madurez física. Interrumpir un embarazo cuando la vida o la
salud de la niña corren peligro es una práctica médica ampliamente aceptada. De
hecho, los protocolos y procedimientos actuales sobre buenas prácticas emitidos
por el Ministerio de Salud de Nicaragua recomiendan la interrupción del embarazo
en casos de preeclampsia severa, embarazo ectópico o en otros supuestos en los
que el embarazo ponga en peligro la vida o la salud de la paciente.
La
rehabilitación más completa posible para las víctimas de violación debe abordar
el impacto continuo de la violación inicial y sus secuelas, incluido el
embarazo que la sobreviviente puede desear llevar a término o no.
Una
psiquiatra con amplia experiencia en prestar apoyo a mujeres y niñas que han
sufrido violencia explicó: “El impacto en la vida de las niñas con un embarazo
producto de la violación adquiere otra dimensión porque significa, desde lo
fisiológico, el ponerlas en riesgo, ya que su cuerpo no está preparado para
este proceso, el embarazo mismo y el momento del parto. Algunas intentan
abortar de manera clandestina y ahí surge otro riesgo, el que sean botadas de
sus casas porque generalmente se les culpabiliza de provocar el hecho, y en
este estado están vulnerables. También surgen los intentos de suicidios. Así
que aunque al final lo tengan y luego lo regalen en adopción, como sugieren las
nuevas políticas de este gobierno, la exposición a un segundo trauma después de
la violación está latente. Dejan la escuela porque se les obliga a funcionar
como ‘mamá’, sus amigas ya no son las mismas, las rechazan y juzgan al igual
que la sociedad en general. Ya no juegan como las otras niñas. En fin, su alma
carga con una herida que sólo a veces y con el tiempo disminuye”.
Independientemente
de que una sobreviviente de violación desee continuar con su embarazo o no, un
hilo común que une las experiencias de todas ellas es la falta casi total de
apoyo por parte de las autoridades para hacer realidad su derecho a la educación,
el trabajo, la salud y la dignidad.
El
Estado también falla a las niñas que deciden continuar –o no tienen otra opción
que continuar– con su embarazo, al no apoyarlas después de que nazca el bebé.
Una niña de 14 años que había sido violada por su padre dijo a Amnistía Internacional:
“Durante el embarazo yo tenía la presión muy alta, fui a tener mi hija a los
seis meses y medio, al principio no la quería, no la quería, llegaron al hospital
a ver si quería ponerla en adopción, ya cuando llegué a la casa no quería, me
quedaba con ella, la cuidaba mucho; yo aseguré que ni una mosquita paraba
encima de ella. Al tiempo salí a la casa donde mi papá, pues yo no tenía nada,
notenía ropa ni nada. Mi ropa, mi cama, lo habían quemado todo. Yo les pedía
dinero para la leche y ellos dijeron que no. Yo buscaba para hacer, pues no me
dieron ni un peso, yentonces estaba sin ropa para la niña, sin ropa para mí,
sin cama, sin nada. Entre los vecinos me dieron una cama, un colchoncito y otra
una cosita para llevar las cosas para el bebe”.
Estefany
quedó embarazada a los 17 años, después de haber sido violada. En 2008, justo después
de haber dado a luz a su hijo, dijo a Amnistía Internacional: “Lo que me pasó
me cortó mis ilusiones, mis esperanzas. Yo querría ser una persona que trabaja
afuera, pero paso todo el día en la casa cuidando al bebe […] no puedo dormir y
me siento muy insegura, muchos de mis días son una pesadilla, es muy difícil
seguir adelante y me siento muy triste y muy cansada. Yo me pregunto por qué me
pasaron estas cosas”. Dos años después, habló de nuevo con Amnistía
Internacional sobre su vida y sus esperanzas: “Trato de dar una visión defuerza
porque no quiero que me sigan presionando, ni mi familia ni nada. He estado en
la casa, sin trabajo, sin estudiar. Creo que después de lo que pasó me han
abandonado en parte las instituciones porque no abordan mis necesidades como
mujer. Para mí nunca ha habido nada [del gobierno], de trabajo, de educación.
Yo tengo que pagar por lo menos una mensualidad para un curso en Managua [...].
La única institución que me ha apoyado, ha sido un ONG. Creo que hay un futuro.
Cuesta, pero sí lo hay.”
Rosmery,
de 13 años, vive con su madre, su hermano, su hermana y su abuela. Cuando tenía
12 años su tío pasó unos meses viviendo con ellos en su casa. Cuando la madre
de Rosmery salía a trabajar, el tío violaba a la niña. Lo hizo repetidamente
durante varias semanas. Su madre, Adriana, explicó el horror y la rabia que
sintió cuando se enteró de que su hija había sido violada, y lo difícil que
resultó para las dos asumir el trauma adicional del embarazo:“Para mí fue
espantoso, que una niña debería tener otra niña […] esto me atormentaba mucho,
me sentía un profundo dolor pues hacer la idea que mi hija iba así, que de ella
va a salir algo así un producto de una violación […] y además es un riesgo para
ella”. La propia Rosmery tenía mucho miedo. Decía a su madre: “Algo se mueve
dentro de mí, yo no quiero tener esto”. Rosmery y su madre no vieron otra
salida que la de recurrir a un aborto clandestino e ilegal. A través de sus
contactos pudieron obtener una atención especializada, así que el aborto que
consiguieron para Rosmery, aunque clandestino, fue realizado por profesionales
y en buenas condiciones higiénicas. Pero Adriana y quienes ayudaron a Rosmery
aún viven con el temor a ser procesados.
Como
las niñas y mujeres a las que atienden, los médicos que practican abortos
también pueden ser objeto de medidas punitivas: profesionales, penales e
incluso religiosas. Cuando se encuentran con una niña cuyo embarazo pone en
peligro su salud o es consecuencia de una violación, y que no desea continuar
con el embarazo, deben tomar una difícil decisión: obedecer la ley o cumplir
con su obligación ética de salvar la vida y la salud y respetar la dignidad
inherente a sus pacientes, proporcionándoles la posibilidad de abortar. Las
leyes nicaragüenses sobre el aborto violan el derecho de las niñas a la salud y
la dignidad. También violan su derecho a no sufrir tortura ni otro trato cruel,
inhumano o degradante, ya que la ley no establece excepciones en ninguna
circunstancia a la prohibición total del aborto. El negar a las niñas el acceso
a servicios de aborto legales y seguros puede causar una inmensa angustia
mental y física, y provoca demoras en el tratamiento que constituyen una
amenaza para su salud y su vida. Un médico habló a Amnistía Internacional de
una madre a la que había atendido esa misma semana cuya hija de 15 años había
sido violada por un vecino y se había quedado embarazada a consecuencia de la
violación. El médico describió que la niña estaba muy angustiada y había
intentado quitarse la vida cortándose las venas.
La
negación del acceso al aborto a niñas y mujeres puede causar un sufrimiento tan
grave que constituye una amenaza para la vida. La nueva ley limita de tal modo
las opciones de las mujeres y niñas embarazadas que algunas pueden sentirse
inclinadas al suicidio. El Comité sobre los Derechos del Niño ha pedido
reiteradamente a los Estados que tomen medidas para prevenir el suicidio. En
Nicaragua, un análisis del Ministerio de Salud sobre las cifras de mortalidad
materna de 2007 y 2008 concluyó que las principales causas de mortalidad materna
en adolescentes eran la ingesta de veneno y la preeclampsia.
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