El caso de Jenni Torres
* * copiado tal
cual del informe “Esto es lo que nosotras exigimos. Que se haga justifica.
Impunidad por actos de violencia sexual cometidos contra mujeres en el
conflicto armado de Colombia” de Amnistía Internacional (ISBN: 978 - 84 - 96462
- 32 - 8)
El 14 de octubre
de 2010, cuando José Álvaro Torres regresó a su casa del trabajo, descubrió que
tres de sus hijos habían desaparecido: Jenni, de 14 años, y sus hermanos Jimi,
de nueve años, y Jefferson, de seis. En aquel momento la familia vivía en el
núcleo de casas (vereda) de Caño Temblador, en el municipio de Tame (departamento
de Arauca), región afectada desde hace décadas por el conflicto armado.
José Álvaro y
otros miembros de la comunidad acudieron inmediatamente a la unidad militar
local en busca de los niños. El subteniente Raúl Muñoz Linares, jefe de la
unidad militar, dijo que no podía hacer nada para ayudarles, por lo que la
comunidad formó una partida para buscarlos ellos mismos. El 16 de octubre
encontraron los tres cuerpos enterrados en una fosa poco profunda muy próxima
al lugar donde había estado acampada la unidad militar.
Las autoridades
locales se negaron a ayudar a recuperar los cuerpos, alegando falta de
seguridad. Una
delegación del
Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ayudó a la familia a recuperarlos
esa misma noche.
Los investigadores
del lugar del crimen no llegaron al lugar hasta dos días más tarde. Algunos
informes indican que la escena del crimen, que había sido protegida por unos
soldados al mando del subteniente Muñoz, había sido alterada. Las autopsias
confirmaron que los cuerpos de los tres niños tenían señales de tortura. Los
tres tenían heridas de arma blanca y el cuerpo parcialmente vestido de Jenni
mostraba señales claras de violación. Unos días después de los homicidios, la
familia huyó de la zona.
La comunidad se
había quejado en varias ocasiones de que los soldados sometían a las mujeres y
a las niñas de la zona a abusos sexuales. Pese a ello, el ejército comenzó
inmediatamente a señalar como culpables a la comunidad local y a “grupos
criminales” que operaban en la zona. Poco después de los homicidios, llegó a
Caño Temblador personal de las fuerzas de seguridad que entrevistó a los
residentes locales y tomó nota de sus datos, e incluso filmó imágenes de ellos.
Cuando los grupos de derechos humanos llamaron la atención sobre los homicidios
y los indicios de implicación del ejército, el comandante de la XVIII Brigada,
que estaba operando en la zona, declaró en la radio que esas acusaciones eran
un “juego de la guerrilla”.
Sin embargo, los
análisis forenses relacionaron el ADN del semen encontrado en el cuerpo de
Jenni con muestras de ADN del subteniente Muñoz. El subteniente fue entregado a
la justicia civil el 1 de noviembre y acusado formalmente de esta violación y
del homicidio de Jenni y de sus hermanos.
Después de que el
subteniente Muñoz fuera procesado, se supo que menos de dos semanas antes de
que mataran a los hermanos Torres, había estado implicado en la violación de
una niña de 13 años de la zona. La familia de la niña había denunciado la
violación, facilitando una descripción del agresor. Los comandantes locales
sabían que el subteniente Muñoz había tomado un permiso no autorizado el día de
la violación. Aun así, el ejército no adoptó medida alguna. La niña también dijo
que antes de violarla, el subteniente Muñoz la había interrogado sobre la
presencia de guerrilleros en la zona.
En una entrevista
publicada en el diario El Tiempo el 6 de noviembre de 2010, el general
Alejandro Navas, comandante del Ejército colombiano, comentó: “organizaciones
extrañas se han apoderado de él [José Álvaro Torres] para desorientarlo y
formular estas denuncias, que no hacen cuando asesinan y maltratan a miles de niños”.
Las organizaciones a las que se refería son dos ONG de derechos humanos que
apoyan a la familia: Humanidad Vigente y el Comité Permanente por la Defensa de
los Derechos Humanos - Capítulo Arauca. Los abogados de la familia pidieron que
la investigación del caso se trasladara desde Saravena a Bogotá a fin de garantizar
la transparencia y la imparcialidad, así como la seguridad de los posibles
testigos y de la familia de la víctima. Las autoridades se negaron.
En febrero de
2011, Humanidad Vigente reveló que a los habitantes de Caño Temblador les
preocupaba la llegada a la comunidad de unos hombres vestidos con chaquetas de
camuflaje. Los hombres llegaron en un
helicóptero militar, con escoltas militares, y dijeron que eran de la
Defensoría del Pueblo. Entrevistaron a los residentes que habían facilitado información
sobre los homicidios y las violaciones a la Fiscalía General. La Defensoría del
Pueblo negó que ninguno de sus funcionarios estuviera en la zona.
Posteriormente se supo que los hombres pertenecían a Defensa Militar Integral
(DEMIL), una organización de defensa jurídica financiada por el ejército que
cuenta con altos mandos militares en su junta directiva y que se encargaba de
la defensa jurídica al subteniente Muñoz.
Otro ejemplo de
táctica cuestionable empleada por DEMIL es la renuncia reiterada de abogados defensores,
que ocasiona demoras en las actuaciones hasta que se nombra a un nuevo abogado.
En febrero de 2011, la jueza que presidía el caso, Gloria Constanza Gaona,
anunció una investigación sobre las tácticas dilatorias que estaban utilizando
los abogados defensores de DEMIL. El 22 de marzo de 2011, la jueza Gloria
Constanza fue abatida a tiros en Saravena. Las autoridades judiciales
detuvieron a unos presuntos miembros del grupo guerrillero Ejército de
Liberación Nacional (ELN) en relación con el asesinato. Sin embargo, unas horas
después del atentado, una abogada de Humanidad Vigente, que representaba a la
familia Torres y a la sobreviviente de violación de 13 años, y el director de
la ONG fueron amenazados de muerte por teléfono.
El 24 de marzo, la
hija mayor de José Álvaro Torres recibió una llamada telefónica en su móvil.
Tras preguntarle quién era, el
comunicante le dijo: “Ah usted es la hija del perro hijueputa, dígale que ya le
dimos por donde más le duele […] no descansaremos hasta matarle otro hijo,
tienen que largarse de Saravena, sabemos dónde están viviendo”. Tras recibir
esta amenaza, la familia decidió marcharse de la zona.
Al día siguiente
del asesinato de la jueza Gloria Constanza, Humanidad Vigente formuló otra
solicitud, éstadirigida a la Corte Suprema de Justicia, para que el caso fuera
trasladado a Bogotá. El 11 de abril la Corte ordenó dicho traslado, alegando
que “las víctimas y los testigos en el proceso penal que se adelanta contra
Raúl Muñoz Linares han sido objeto de hostigamientos”. El caso fue trasladado
finalmente a Bogotá en mayo de 2011. Sin embargo, ese mismo mes fue suspendido
de nuevo después de la renuncia de otro abogado defensor más. Hasta ahora, han
renunciado al menos ocho abogados defensores, y cada renuncia ha forzado la
suspensión de las actuaciones. El 20 de mayo de 2011, DEMIL anunció que se
retiraba de la defensa jurídica del subteniente Muñoz.
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