Rosalía Sánchez: La herencia de los supervivientes
© Rosalía Sánchez,
El Mundo
Unos 4 000
supervivientes del Holocausto tienen todavía tatuado en su brazo izquierdo los
números con los que los nazis los marcaron en los campos de concentración.
Muchos de sus nietos están tatuándose la misma cifra en su propia piel porque
contemplan como los testigos vivos del Holocausto van falleciendo y sienten la
responsabilidad de mantener viva su memoria, de dar vida eterna a los
supervivientes.
Ayal Guelles tiene
los mismos ojos que su abuelo Abramo Najson, y el mismo número, A-15510,
tatuado en el brazo. La marca del paso por Auschwitz. "Es un símbolo de mi
fuerte conexión con mi abuelo, su herencia. Pero también tiene otro significado
más abstracto: una denuncia de cómo convertimos a las personas en
objetos", explica este joven de Tel Aviv de 28 años, a la prensa
internacional.
Guelles relata
estaba de viaje en Argentina cuando decidió tatuarse. "Llevaba pensándolo
mucho tiempo pero, un día, vi como marcaban una vaca y decidí no esperar
más", recuerda. "De vuelta en Israel, se lo enseñé a mi abuelo, y no
le gustó nada. Le hice sufrir, lloró incluso, es lo último que quería ver en su
vida, quisiera que sus nietos fueran ajenos a la maldad intrínseca que
representa ese tatuaje. Pero después ha entendido que es mi forma de impedir
que se olvide su historia y ha llegado a decirme que está orgulloso de
mí".
Esta decisión se
está extendiendo entre los jóvenes judíos de la tercera generación después del
Holocausto. Han encontrado la manera de perpetuar la memoria tomando así el
testigo de los supervivientes, manteniéndolos vivos en un tatuaje que esperan
un día, incluso, traspasar a sus descendientes. Eli Sagir, de 21 años, pidió
permiso a su abuelo, Joseph Diamant, para copiar su número, el 157622. Su
madre, hermano, tío y primo también han terminado tatuándose la cifra.
"Cuando se lo mostré, mi abuelo lloró y me besó el brazo. Me preguntó por
qué lo había hecho. Le dije que, cuando tenga hijos, me preguntarán qué es y yo
les contaré. Y así ganaremos tiempo, prolongaremos tu memoria". Su abuelo
murió hace año y medio. La marca permanente en su brazo
Los testimonios de
estos jóvenes israelíes han llegado a Alemania a través de los medios de
comunicación y han conmovido a la comunidad judía. Aquí apenas viven
supervivientes o sus familiares, la mayoría de estos judíos llegó al país
después de la II Guerra Mundial, pero aún así, hay algunos dispuestos a
tatuarse un número. Dana Leavi, que tiene 22 años y estudia Medicina en Berlín,
ha acudido al Centro de Documentación Judía con el objetivo de encontrar un número
que corresponda una víctima de las cámaras de gas nazis y a cuyos descendientes
vivos pueda pedir permiso para tatuarse su número. "Considero que es algo
muy personal, el número de un familiar, y necesito el permiso de sus
descendientes. Pero si me lo otorgan, no lo dudaré, me tatuaré el número en el
brazo y así mi persona quedará para siempre ligada a la historia del
Holocausto, seré memoria viva", explica.
Dana Doron y Uriel
Sinai, autores del proyecto "Numbered" (Numerados), en el que han
fotografiado y grabado a supervivientes hablando de su relación con el número,
consideran que este fenómeno está desembocando en una nueva rencarnación de los
testigos. "Para algunos es una forma de expresar ira, para otros una
garantía de que nunca olvidarán y, para algunos, es un modo de establecer un
fuerte lazo emocional con su pasado o de tratar de dar sentido a una historia
horrible", explica la directora. "Un superviviente nos contó cómo su
nieto, de 16 años, le ha pedido extirpar el trozo de piel que tiene el número
cuando su abuelo fallezca", explica Sinaí. Lo que a principios de los años
50 se vivía todavía como una vergüenza, el número que acreditaba la internación
en un campo nazi, es hoy motivo de orgullo.
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