Rosalía Sánchez: Los Derechos Humanos o el queso


© Rosalía Sánchez, El Mundo

Debe resultar frustrante escribir un libro de 700 páginas y tener que dar luego explicaciones sobre lo que hay en su interior, pero eso es exactamente lo que le está pasando a Salman Rushdie, que anoche presentaba su autobiografía en Berlín y que tuvo que esforzarse mucho para desglosar el contenido semántico, simbólico y psicoanalítico de la frase en la que basa su gran justificación: "no me siento como un icono".

El autor de Versos Satánicos está a disgusto con la versión idealizada que terceras personas, quien dice personas dice editoriales y críticos literarios, han "inventado" sobre su persona. "Sentí que tenía que escribir este libro para destruir esas versiones, en las que corría el peligro de convertirme realmente. Me dije: no debes caer en esa trampa, debes recuperarte a ti mismo", explicaba en un animado debate con el periodista Frank Schirmacher, de Süddeutsche Zeitung, que le regañaba por destruir la versión de sí mismo que le ha convertido en un nombre propio de la literatura del siglo XX, curiosamente ahora, cuando la rentabilidad de su nombre parece haber caído en franca decadencia comercial. "Me estoy deconstruyendo y no hay nada de malo en eso", replicaba el escritor.

El relato en tercera persona sobre su propia vida, para cuyo título ha recuperado el pseudónimo "Joseph Anton", con el que rindió homenaje en sus primeros escritos a dos de sus fuentes e inspiraciones literarias, Joseph Conrad y Chekhov Anton, tiene sin embargo más de construcción tridimensional que de destrucción de personalidad literaria. "El hecho de quién soy yo es un hecho en proceso, siempre inacabado, no tiene nada que ver con una figura de Hollywood", decía Rushdie, tranquilizando a los directivos de Bertelsmann que asistían a la presentación en los salones de Berlín, Unter den Linden.

También es una realidad en proceso la capacidad de reacción de occidente a las "tiranías religiosas que nos acechan", dijo. "Por una parte está la experiencia religiosa de este lado del mundo, tan diferente. Los cristianos están acostumbrados a que se ridiculice al Papa a diario, pero no por eso salen con ira a prender fuego al mundo. Y por otra parte está el hecho de la desprevención. Los políticos, los intelectuales, la generación de los 60, no concibe la religión como una fuerza dominante de la sociedad porque creyó firmemente que esa era una batalla ganada, que nunca jamás volvería a suceder, que era historia. Pero se han equivocado", analiza el escritor.

Sobre el último y polémico vídeo de Mahoma, Rushdi aclara que "no existe el derecho a no ser ofendido. Si no quiere sentirse ofendido, no vea usted el vídeo. Si le ofende mi libro, se está tomando usted un gran esfuerzo para ser ofendido al leer 700 páginas" y recuerda con agradecimiento la protección que el gobierno británico le ofreció en el momento más crítico de las amenazas contra su persona. "Sólo un gobierno de principios netamente liberales puede ofrecer ese tipo de protección al individuo. Otros no lo hicieron. El ministro alemán de Exteriores, Klaus Kinkel, me advirtió que no estaba dispuesto a cambiar la política exterior de Alemania para proteger a una sola persona y el gobierno danés me dijo que temía por sus exportaciones de quesos a Irán. Estaban en juego el queso o los derechos humanos, y se quedaron con el queso", reprocha Rushdie. "Hoy en día, sin embargo, es más difícil la protección porque las redes sociales permiten una mayor movilización, más rápida y global. Si yo hubiera escrito Versos Satánicos en la era Twiter, no habría sobrevivido".

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