Lucas Platero: Maternidades lésbicas que luchan por el reconocimiento
Fuente:
https://www.diagonalperiodico.net/libertades/maternidades-lesbicas-luchan-por-reconocimiento.html
- Un “padre
genético” ha reclamado en Madrid los derechos de paternidad a una pareja de
lesbianas con las que acordó donar su esperma para tener una hija. A partir de
este caso analizamos cómo los cambios en las familias y en la esfera de la
reproducción no están amparados ni reconocidos por las leyes españolas.
Hace casi diez años
el filósofo Beatriz Preciado hablaba de las “multitudes queer” para señalar
espacios comunes de identidad (o de desidentidad política), lugares críticos
para desnaturalizar la sexualidad, el género y las relaciones afectivas. Estas
multitudes queer o LGTBQ (lesbianas, gais, Trans, bisexuales, queer) suelen
dibujar sujetos con identidades subalternas, vidas interseccionales que podrían
compartir complicidades, estrategias de resistencia y simpatías mutuas.
Tanto es así que
muchas autoras y autores nos han recordado la importancia que tienen las
relaciones de amistad para la gente transmaricabollo, multitudes queer, o
llámele usted como quiera, la-gente-fuera-de-la-onda-heteropatriarcal. El caso
es que, por ejemplo, la investigadora estadounidense Kath Weston nos decía en
los '90 que la gente LGTB constituíamos “familias elegidas”, donde la
solidaridad y el cuidado mutuo nos ayudaban a sortear la imposibilidad de
pertenencia a la familia y las redes donde imperaba la heteronormatividad.
Se escribió mucho
sobre la importancia de estas redes de amistad, como forma de resistencia
frente al VIH y al sida en los años '90. Afortunadamente, José Ignacio Pichardo
nos recordó que los fenómenos y expresiones sociales que se estudian en otros
sitios no se pueden cortar y pegar, y que en España la mayoría de gays y
lesbianas piensa que familia sólo hay una (la biológica). El resto de personas
“importantes” forma parte de otro tipo de redes con un estatus menor.
Estas relaciones
de amantes, amistades, ex, compañeras de todo tipo conforman una serie de
vínculos para los que no tenemos nombre, aunque son una forma estupenda de
protegernos y crear hogares, pero también son un lugar de conflicto invisible.
Es un tabú hablar de lo mal que nos llevamos a veces con nuestras aliadas y
aliados, de las traiciones y espirales violentas que nos envuelven, en un
entorno social y legal que está necesariamente equipado para reconocer sólo
aquellas relaciones, formas de parentesco y vínculos que reproducen la
heteronormatividad.
Lo biológico prima ante todo
Me refiero al caso
actual de una pareja de lesbianas que tuvo una hija en Madrid gracias al
esperma donado por un amigo gay con el que establecieron un acuerdo para formar
parte de una red de relaciones de apoyo y alternativas a la familia
heteropatriarcal. El donante hacía posible un proyecto de vida y parentesco a
un matrimonio de lesbianas, quienes generosamente le ofreccieron un lugar en
sus vidas por desear vivir otra forma de familia que no reprodujera normas
sociales imperantes.
El amigo fue parte
consciente de este acuerdo y ha tenido una relación con la niña, no tanto como
progenitor al uso ni como cónyuge, sino como un amigo íntimo de la familia. Han
pasado los años, pero ahora él decide reclamar su paternidad, amparándose en
los privilegios que le concede las leyes heteronormativas imperantes y ante las
que tiene todos los derechos como “padre biológico”.
En el último
juicio celebrado el pasado noviembre, la juez reconoció los derechos al varón
como padre biológico, si bien nunca fue “padre” en el sentido de progenitor,
sino como parte de un acuerdo consensuado para conformar otro tipo de
relaciones familiares. Y como parte de este acuerdo donó su esperma. Al mismo
tiempo, la magistrada ha invisibilizado a una madre no gestante, a la que
reconoce como cónyuge pero no deja demostrar su convivencia y rol maternal
durante todos estos años.
Este caso de
maternidad lésbica desamparada bajo unas leyes que no reconocen sus derechos
resulta especialmente relevante, aunque no es el único. Ni aquí ni en otros
países estamos libres de un marco legal supuestamente igualitario que beneficia
a las partes reconocibles dentro de una “familia nuclear”.
El derecho español
abraza la posibilidad de que un donante de esperma y amigo se convierta en un
progenitor, pero prima el hecho biológico y no la conformación de un acuerdo
entre partes privadas. Esto denota el sexismo con el que están pensadas las
leyes. Ni siquiera el hecho de que la pareja lesbiana esté casada supone una
protección frente a esta hija, que ahora legalmente tiene un padre y una madre
(con el reconocimiento de madre y padre biológicos), pero que ha perdido en
este proceso a una madre, que no es reconocida.
De amistades, traiciones y pérdidas
Este caso podría
ser una noticia aislada de una respuesta misógina particular ante la cual
reaccionar, si no fuera porque se sitúa en un contexto global de heteroseximo,
donde se generan privilegios y exclusiones muy determinadas.
Es importante
hablar de este caso porque sacude con fuerza la noción de amistad como forma de
familia de elección aproblemática. Casos como éste hacen reflexionar sobre las
ideas de traición y de pérdida de confianza en las relaciones más íntimas,
aquellas amistades que te ayudan a llevar a cabo tus sueños, quienes participan
de tus momentos más privados. Y también repensar la alianza entre gays y
lesbianas para ser disidentes de un Estado que impone reglas sobre el
parentesco, la filiación, la sexualidad y el amor.
Personalmente, no
deseo una mayor regulación de filiación, sexualidad o parentesco por parte del
Estado, pero pienso en esta familia lésbica y en otras, y necesitamos
soluciones. Me surge pensar en algún tipo de cambio legal que sitúe al donante
de esperma como una persona que puede y de hecho consiente hacer una
“donación”, un “regalo biológico”, una entrega íntima que no le dará llaves
para cambiar de idea según te vaya la vida y robar a una hija.
Este acuerdo se
podría hacer en una notaría o en un registro. También se podría se podría crear
un mecanismo que permita establecer que los acuerdos tienen una validez, que no
sólo se sella con las palabras o un acuerdo entre iguales. Porque luego viene
una juez y -ante el pánico sexual que genera la evidencia de otras familias
fuera de la heterosexualidad y fuera de la clínica privada que saca la pasta-
le urge privilegiar una única noción de familia, y por tanto los derechos de
paternidad de un varón agraviado frente a una pareja de lesbianas.
Me indigna
especialmente lo que supone la traición de los vínculos íntimos que tanto hemos
defendido en los movimientos LGTB y que tan importantes son. Y me indigna que
las leyes que se nos vendieron como igualitarias, que iban a ser el fin último
del activismo LGTB, no sirven para el reconocimiento de las formas de familia
que inventamos cada día.
Me pregunto qué
tenemos que hacer para que de una vez por todas se nos caiga la venda del
buenismo, del supuesto buen rollo de las multitudes queer y planteemos con
honestidad y compromiso otras formas disidentes de estar en el mundo que no
necesiten cumplir las normas sociales que ya sabemos que no funcionan.
Tres referencias bibliográficas:
Pichardo Galán,
José Ignacio (2009). Entender la diversidad familiar: Relaciones homosexuales y
nuevos modelos de familia. Barcelona, editorial Bellaterra.
Preciado, Beatriz
(2004). Multitudes queer. Notas para una política de los "anormales".
Revista Multitudes nº 12 Accesible online
Weston, Kath
(1991/2003). Las familias que elegimos. Lesbianas, gays y parentesco.
Barcelona, editorial Bellaterra.
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