Rosa Regás: Las sin nombre

© Rosa Regás, El Mundo

Muchos ricos del mundo, pasan sus vacaciones en las lejanas islas Maldivas, una cadena de 2000 islas en el Océano Índico, al suroeste de Skly Lanka y la India, de las cuales solo 203  están habitadas. Son  pequeñas y de muy poca altura pero con un clima tropical que enardece al turista y le deja inmóvil tumbado sobre la arena tibia de sus playas. Así lo cuentan los prospectos de turismo que nos dan las agencias para convencernos de que efectivamente estamos en uno de los mejores del mundo donde ni siquiera la población nativa  nos molestará porque es el país menos poblado de Asia, y su ciudad más importante, Malé, sólo tiene 104.403 habitantes.

Lo que no dicen las agencias de viaje es que las leyes de esta paradisíaca República islámica son extremadamente inhumanas y aunque permitan al turista pasearse medio desnudo por las playas vociferando músicas extranjeras y protagonizando escenas procaces, a los suyos los trata sin compasión.

Hace muy poco ha saltado a las redes la historia de una chica de 15 años que durante años ha vivido en su casa en la isla de Feydhoo en el norte del país insular, violada desde niña por su padrastro al que se acusa de haber dado muerte al hijo que ella parió. Aún así  no le ha ocurrido nada, ni por violar a una niña ni por matar a su hijo, son cosas que les ocurren a los hombres musulmanes de estas deliciosas islas sin que por ello se les considere culpables de ningún delito.

Pero lo que no admiten en absoluto es que en esa islas de Alá una chica de 15 años tenga relaciones con su padrastro, forzada a ello o no, que esto al presidente de la República y a sus jueces les importa poco, es decir, que sea o no sea víctima de violencia sexual. Lo que es un delito pavoroso y que ha de ser duramente castigado es que ha mantenido relaciones sexuales antes del matrimonio.

El padrastro de esta joven no está acusado de violarla durante años, sino sólo de dar muerte al bebé fruto de sus abusos. Y el tribunal ha dictado que es ella quien debe ser azotada por haber mantenido "relaciones sexuales antes del matrimonio" con un hombre al que ni siquiera se hace referencia en los medios de comunicación, porque bien mirado lo que haga un hombre nunca afecta a la moral de un pueblo. Lo que hace una mujer, por joven que sea aunque fuera una niña cuando todo comenzó, por pocas posibilidades que tuviera de sustraerse a la violación, es evidente que sí afecta a la moral de este pueblo.

Así que el Sr. Waheed, Presidente de las Islas Maldivas, no ha movido una ceja cuando ha sabido que un tribunal ha procesado y finalmente condenado a esta chica a recibir 100 latigazos por haber cometido  un delito tipificado por el Código Penal de Maldivas que mezcla la ley de la sharia con elementos del derecho inglés, según ha informado la cadena británica BBC, y a un arresto domiciliario, no para salvaguardarla del violador que sigue libre y tranquilo en su casa sino para que cumpla el doble castigo de esperar prisionera en  un centro de menores, que los latigazos ya los recibirá cuando cumpla 18 años, a no ser que compungida por haber pecado, pida por favor que la azoten cuanto antes.

A nosotros los turistas, sintamos o no sintamos irritación y piedad  por el suceso, nada nos impedirá pasar las vacaciones tumbados en la arena de las islas, pero al menos el presidente del país que ha permanecido indiferente ante esta brutal sentencia y las cientos de ellas que se habrán cumplido en el país que no han trascendido, al menos esta vez sí se le han movido las cejas por la repercusión que pueda tener en el turismo de su país, y según se dice ya está bajo una enorme presión internacional por la sentencia que ha saltado a las redes sociales de todo el mundo.

Algo es algo, nos decimos y tal vez también esta chica en la soledad y abandono de su encarcelamiento, habrá pensado con esperanza que tal vez aún hay salvación para ella y para tantas otras desconocidas que deben esperar en algún centro a que les lleguen los 18 años para que las echen a la plaza pública y ante todos les den sus 100 ó 500 azotes.

Sí, es posible que si nos sumamos a la lucha e insistimos y no nos cansamos, podemos forzar al presidente a cambiar esta ley brutal y salvar de ella a esta chica y evitar que otras como ella sufran el cruel castigo. Así es como podemos terminar la guerra contra las mujeres: alzando nuestra voz cada vez que sucedan atrocidades como esta.

Pero hay más: siendo el turismo la principal fuente de ingresos de la élite empresarial y política de las Maldivas, los defensores de que esta  ley de la flagelación sea abolida esperan juntar un millón de voces para firmar la  petición dirigida en este sentido al Presidente Waheed, y además nos animan a amenazar la reputación de las islas con textos acusadores y comprometidos en Internet y en revistas especializadas en turismo hasta que por el miedo a la disminución de turistas ?que más nos da a nosotros por lo que sea- intervenga el Presidente y sea abolida esa ley atroz.

Así están de momento las cosas: la chica encerrada e imputada, el padre acusado de matar al niño pero no de violar a su hijastra sistemáticamente y la esposa del violador y madre de la chica imputada por colaboración y encubrimiento de la muerte del niño. De las múltiples violaciones nada, porque la violación, este acto practicado durante años por el padrastro ni se nombra porque solo existe delito sexual cuando tiene voz y nombre de mujer.

Claro que tampoco esta familia tiene nombre por más que la he buscado en las redes y en los medios, que en cambio van llenos del nombre del presidente, de los abogados, de los jueces y de la alta representante de la UE, Catherine Asthon. Y es que los pobres del mundo, sean culpables o inocentes, no tienen nombre. Ni en las Maldivas, ni en la España de los desahucios, doscientos, quinientos por día, por semana...


¡Qué más da!, los desahuciados no tienen nombre, como no lo tienen los que han sido estafados por las preferentes de los bancos, como los despedidos sin casi indemnización gracias a la maravillosa reforma laboral del PP. Es que son muchos, nos dice un defensor de tanta ignominia. También son muchos los corruptos de los principales partidos del espectro político español y tienen hasta segundo apellido, tal vez porque imputados o no, siguen siendo consejeros de estas instituciones que a diario nos suben los precios de los productos que nos sirven en exclusiva como teléfono, electricidad, gasolina, petróleo, gas natural,..., imputados o no, siempre serán jurídicamente inocentes. Por esto tienen nombre.

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