Cristina Fallarás: Abortar, cosa de ricas
© Cristina
Fallarás, El Mundo
El aborto es, a
estas alturas, un asunto económico. Entendamos esto de una vez por todas (y
luego, el que quiera que lo niegue): cuando una mujer decide abortar, aborta.
Aborta le cueste lo que le cueste, sea su caso 'permitido' o no, profese una
religión o ninguna, con apoyo o en soledad. Si en una sociedad se puede
abortar, si existe esa posibilidad aunque solo sea para algunos casos, todas
las mujeres se sienten incluidas. Abortar es una decisión tan brutalmente
íntima que resulta inútil intentar entrometerse entre la mujer y su
determinación. No es necesario argumentar todo esto, cualquier mujer sabe a qué
me refiero, incluso las de la más rancia derecha y las católicas
fundamentalistas.
O sea, que el
Gobierno del PP modificará la actual Ley sobre "la interrupción voluntaria
del embarazo" y eso no evitará ni un solo aborto. Abortará el mismo número
de mujeres que antes, pero abortarán peor. Las mujeres ricas lo harán en
clínicas privadas con aspecto de gimnasio "exclusivo" como si
acudieran a restaurarse el último retoque de pechuga. Lo mismo que sus hijas,
acompañadas de mamá o de una amiga zangolotina. Después, el domingo volverán a
misa, porque los engorros, ellas lo saben bien, están para eliminarlos e
inmediatamente lanzarlos al olvido. Usted ya me entiende, ministro Gallardón.
Por eso se trata
de un asunto económico. Cualquier recorte o supuesto que delimite quién tiene
derecho a abortar, afecta solamente a las mujeres pobres, ¿o es que alguien
piensa que las chicas bien rompen sus embarazos en la Seguridad Social? Lo
dicho, a las pobres, lo que en la actual situación de precariedad severa,
anuncia a gritos calamidades francamente feas. Las mujeres pobres que no puedan
abortar en la sanidad pública, las excluidas por caprichosos supuestos,
abortarán en trastiendas de peluquerías o bazares con locutorio, en pisos
cochambre o sentadas al retrete de su propia casa. Porque, no les quepa duda,
abortarán igual, solo que sin la mínima higiene necesaria, sin garantías para
su salud y sin posteriores revisiones clínicas. Abortar mal será cosa de
pobres, como toda la vida, como cuando aún éramos bárbaros.
En cuanto a lo de
parir criaturas con malformaciones, lesiones cerebrales, etcétera, lo mismo.
Aquellas personas ricas que opten por dar a luz, a sabiendas, hijos
dependientes con discapacidades, tendrán cómo pagar sus atenciones 24 horas al día,
siete días a la semana, y luego tendrán dónde internarlos definitivamente para
que no les falte asistencia. Allá ellos con sus cruces, sus sacrificios y sus
hobbies. Si alguna mujer pobre pare un hijo digamos discapacitado, todo lo que
podrá permitirse son sus manos y las horas de jornadas enteras que no volverán
ya a ser días laborables, insuficiente atención, sufrimiento -el suyo y el del
crío-, pánico de futuro, culpa y miedo.
Las mujeres, todas
nosotras, absolutamente todas -Esperanza, Dolores, Soraya, Ana, Alicia, Luisa
Fernanda, ya me entendéis-, abortaremos cuando lo decidamos, caiga quien caiga.
Ninguna de nosotras que haya decidido hacerlo, dejará de abortar. Cuando el
Gobierno implante sus "supuestos", abortarán con garantías solamente
aquellas que lo puedan pagar. El resto abortaremos como buenamente podamos.
Como dijo aquel, es la economía, estúpido.
PD. Y ahora, lo
que considero incontestable y no necesita argumentos: Si usted no quiere
abortar, no lo haga. ¿Qué carajo hace metiendo las narices en mis decisiones?
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