Eva Giberti: "Abuso sexual de los niños: aprender a escuchar"
© Eva
Giberti, Arte Sana
Fuente:
http://www.arte-sana.com/articles/espanol/eva_giberti_article.htm
La
maestra escuchaba a su alumna de primer grado, y apenas se atrevía a preguntar.
Lo que la niña describía era horrible, costaba creerlo; sin embargo, allí
estaba la pequeña escolar, aportando detalles que, aparentemente, sólo podía
conocer por haber atravesado por las experiencias que relataba.
La
señorita recordó la multitud de artículos y libros que había leído acerca de
ese tema, pero nunca se había encontrado delante de una víctima de siete años.
También recordó que había asistido a cursos en los que algunos profesionales de
la psicología desmentían las afirmaciones de los chicos argumentando que se
trataba de fantasías que niños y niñas inventan.
Ahora
le correspondía a ella hacerse cargo de su pequeña alumna: ¿llamaría a los
padres para hablar con ellos? Dado que el padre era el responsable de la queja
infantil, seguramente negaría los hechos. Mejor sería recurrir a algún servicio
hospitalario. Pero ¿con qué motivo la dirigiría hacia esos equipos
especializados?
Ésa no
era, sin embargo, la duda mayor, sino: "Esta nena, ¿estará diciendo la
verdad?" Una niña que transcurre varias horas delante del televisor
digiriendo como puede algunas telenovelas, podría inventar escenas como las que
su alumna describía aunque, en realidad, la niña aportaba otra clase detalles
que no se ven en la pantalla chica... Claro, pero las nenas, actualmente,
suelen hablar entre ellas ¡de cada cosa! Éstas eran las dudas que la maestra
organizaba para sí, mientras miraba la carita pálida y tensa de esa nena que
había comenzado a contarle algo inesperado.
Pacto
de silencio
El tema
apunta a una de las dificultades máximas que encontramos en el análisis del abuso
sexual: el testimonio de las víctimas. La validez jurídica del mismo depende de
la actuación de los forenses pero, antes de su intervención, otros adultos
escuchan los relatos, en particular de las niñas que ocupan regularmente el
lugar de la víctima.
El
testimonio es una categoría que se pone en práctica para que la víctima
traslade a un código verbal el recuerdo de los episodios vividos. Forma parte
del género narrativo en el nivel de relato. Una vez producido el testimonio, la
palabra que lo sostiene adquiere valor de acto, porque no se trata solamente de
una narración, sino que arrastra una denuncia, la cual, a su vez, demanda una
sanción. Suele ocurrir que la víctima hable con la esperanza de que su palabra
limite las conductas del adulto que la agrede.
La niña
a menudo posee un saber inconsciente -a veces un registro consciente- que su
palabra constituye una acción importante: presiente que está rompiendo un pacto
de silencio o una alianza impuesta por el adulto. Relatar lo que le ocurre es
un modo de renunciar al silencio y comenzar a defenderse. Espontáneamente
articula la dimensión narrativa de su relato con la estructura de una denuncia,
es decir, al hablar unifica dos retóricas que por separado no tendrían la misma
eficacia.
Pero -y
éste el punto de inflexión- la validez del testimonio depende de quien lo
escuche, o sea de un proceso intersubjetivo y, por lo tanto, de las
transformaciones psíquicas personales que puedan producirse en quien recibe la
información.
Por lo
tanto juegan las resistencias personales de quien tiene a su cargo esa escucha,
cuando prefiere no creer lo que oye, porque deberá poner en cuestión sus
convicciones acerca de la familia y del patriarcado. Como resultado de ello,
elige definir a la niña como mentirosa, histórica o mitómana; de este modo se
consigue que infinidad de abusadores continúen con sus prácticas.
Otras
veces ocurre lo contrario: quien escucha arriesga excitar su perfil voyeurista,
espiador, y avanza preguntando detalles innecesarios, con lo que logra humillar
a la criatura, al mismo tiempo que satisface su curiosidad sexual. Otra
alternativa es la que aparece cuando quien escucha queda apresado por la
angustia que le produce el relato, y al mismo tiempo teme quedar asociado como
cómplice de lo escuchado. Las alternativas son múltiples y conducen a la
verosimilitud del relato y por lo tanto a la validez del testimonio.
Lo
verosímil depende del contexto, es decir, a quién se le cuenta lo sucedido, en
qué lugar la víctima se atreve a relatar, en soledad o en presencia de otra
persona. El contexto incluye aquellos detalles que, dentro del relato, pueden
parecer secundarios, como podría ser la ropa del abusador, la temperatura
(hacía mucho frío, por ejemplo). Ello conduce a la teoría del contexto que
impone tener en cuenta si, formando parte de ese contexto, la niña incluye
datos que informan acerca de abusos sobre alguna de sus hermanitas, o si repite
algo que escuchó de lo sucedido a otra criatura.
Escuchar,
en estas circunstancias, reclama la aplicación de una técnica, al mismo tiempo
que obliga a excluir toda clase de prejuicios. Para ello es preciso aceptar
que: (1) actualmente, los abusadores actúan en todas las áreas de la
convivencia, (2) pertenecen a cualquier clase o grupo social, (3) mantienen
amenazados a los chicos, (4) niegan lo que han hecho y acusan a la víctima. Por
eso es clave adquirir el oficio de escuchar los relatos de los chicos; ellos
crean fantasías, pero en materia de abuso sexual, los adultos son quienes usan
a los chicos para poner en práctica las violencias que su placer sexual y su
afán de poder necesitan.
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