¿Qué futuro le depara al género en el ámbito del desarrollo internacional?
* * texto de Lucy
Ferguson sacado del dossier "Debates feministas" del Centro de Investigación para la Paz (CIp-Ecosocial) publicado
por FUHEM que a su vez sacó el material del Boletín ECOS nº 10, de
CIP-Ecosocial, publicado en marzo de 2010 con motivo de la celebración del Día
Internacional de la Mujer.
* * * Lucy
Ferguson es Honorary Research Fellow en el departamento de Políticas,
Universidad de Sheffield. Actualmente dirige una investigación sobre las
dimensiones de género en el turismo como estrategia para el desarrollo
A lo largo de las
últimas décadas, y gracias a las reivindicaciones que se han planteado desde el
feminismo, tanto desde dentro como desde fuera de las instituciones internacionales,
la cuestión de la desigualdad de género está firmemente incorporada a las políticas
para el desarrollo, y su aplicación. No obstante, tanto los contenidos como los
enfoques de las políticas de género siguen protagonizando intensos debates
entre algunas feministas del ámbito académico y de los movimientos sociales. La
próxima conferencia de Beijing + 15, que se celebrará en la sede de Naciones
Unidas en Nueva York, plantea un escenario óptimo para la reflexión y el
análisis sobre algunos de los debates clave en este ámbito. Durante la
conferencia, se realizará una valoración de la puesta en práctica real, transcurridos
quince años, de la Declaración y de la Plataforma de Acción. Estos dos documentos
claves se derivaron de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer y, podría decirse
que fundaron la actual política de género para el desarrollo. Este artículo
ofrece un breve recorrido por algunos de los debates y las propuestas y
prácticas políticas en materia de desarrollo planteadas desde los distintos
enfoques feministas.
Las teorías
feministas elaboradas en torno al tema del desarrollo encajan básicamente en
dos perspectivas generales: Mujeres en Desarrollo (WID, por sus siglas en inglés)
y Género y Desarrollo (GAD, por sus siglas en inglés). Aunque la frontera entre
una y otra es algo difusa, cabría afirmar que, en un sentido general, WID
corresponde a un enfoque feminista liberal, que se basa en la integración de
las mujeres en los procesos y resultados del desarrollo. En la práctica, se ha
traducido en la creación de empleo e ingresos para las mujeres, dentro del
marco de los derechos humanos. El origen de este enfoque se remonta a los años
setenta del siglo pasado y tuvo una influencia considerable en las políticas de
desarrollo hasta la década de los noventa. Por el contrario, el enfoque de GAD
surgió de las agendas feministas más radicales, influidas por las perspectivas
políticas socialistas y poscoloniales. Desde este enfoque, se otorga una
importancia central al análisis de la interacción entre la desigualdad de
género y los procesos de reestructuración capitalista. El hecho de que se ponga
en el centro de la argumentación al “género” y no a las “mujeres” fue fruto de
una reformulación política consciente, que centraba la atención sobre las
relaciones de desigualdad, más que en las mujeres como categoría global
universal y no problemática. La agenda política GAD se fijó en la Conferencia
de Beijing de 1995 y desde entonces ha sido asumida como discurso oficial para
el desarrollo. Sin embargo, el grado en que las actuales políticas se adhieren
a sus dimensiones más radicales es un asunto más que discutible. De hecho,
numerosas feministas afirmarían que, a pesar de la adopción de la terminología
propuesta, el ámbito del desarrollo sigue estando profundamente dominado por el
enfoque liberal, o WID.
En relación a las
políticas concretas, quizá la de mayor alcance haya sido el compromiso con la
perspectiva de género por parte de las organizaciones internacionales. A pesar
de la adopción generalizada de los programas y políticas planteadas, es difícil
evaluar el impacto real que han tenido sobre la igualdad de género.29 No
obstante, la perspectiva de género sigue siendo un elemento fundamental del
compromiso de las organizaciones con la Plataforma de Acción de Beijing. Sin
embargo, es preciso destacar que recientemente este punto de la agenda política
ha quedado eclipsado, en parte, por la incorporación de los Objetivos del
Milenio para el Desarrollo. Podría decirse que el tercer objetivo, «promover la
igualdad de género y empoderar a las mujeres», se ha convertido en el punto de
referencia fundamental para las políticas de género y de desarrollo. En muchos
aspectos, cabe considerar que dicho objetivo encierra una perspectiva mucho
menos radical que la Plataforma de Acción de Beijing, ya que no establece
conexiones entre la reestructuración económica y la desigualdad de género. De
hecho, se ha argumentado en alguna ocasión que los Objetivos del Milenio
sancionan un enfoque que reduce las asuntos de género a medidas de eficiencia
económica, fácilmente cuantificables (o de desarrollo del “capital humano”), y
que, en efecto, la “perspectiva de género” ha sido sustituida por una agenda para
el desarrollo que plantea dichos asuntos desde una perspectiva mucho más limitada.
Las feministas han
dedicado mucha atención y energía a influir en las políticas del Banco Mundial,
dado que es la institución más importante y poderosa en materia de desarrollo,
si bien el grado de éxito obtenido no ha sido homogéneo. Aunque el Banco adoptó
oficialmente el discurso propuesto por GAD en la década de los noventa -junto
con un mayor compromiso con el desarrollo social y la reducción de la pobreza-
en realidad, dicha institución ha fracasado a la hora de vincular la
reestructuración económica que promovía con la situación de desigualdad de
género en los países receptores. Actualmente, la política de género del Banco
Mundial se centra en el plan de acción Gender Equality as Smart Economics
(Igualdad de género como economía inteligente), con el objetivo de «impulsar la
labor del Grupo del Banco Mundial para el empoderamiento económico de las mujeres».
Desde este marco de análisis, se considera la desigualdad de género no tanto como
un problema en sí mismo, sino como un obstáculo para el desarrollo económico y
la reducción de la pobreza. Como lo explica claramente el plan de acción:
Los estudios
demuestran que cuando las mujeres tienen oportunidades económicas, no sólo se
benefician ellas, sino sus familias, sus comunidades y, en definitiva, los
esfuerzos para el desarrollo nacional. La creación de oportunidades para las
mujeres agiliza la reducción de la pobreza y permite progresar hacia la
consecución de los Objetivos del Milenio, que incluyen la erradicación de la
pobreza y del hambre para el año 2015.
Así, cabe destacar
dos objetivos fundamentales con respecto al paradigma defendido por el Banco en
materia de política de género: empoderar económicamente a las mujeres (sin que
se debatan conceptos más amplios del término “empoderar”); y con el fin de que
se logren con mayor eficacia otros objetivos relacionados con la reducción de
la pobreza.
El feminismo
elabora constantemente críticas hacia las actuales políticas y prácticas para
el desarrollo. Por ejemplo, resultan especialmente interesantes en este momento
los debates en torno al modo en que el desarrollo tiene que ver con aspectos
más íntimos, con la sexualidad y con la reproducción social, o la economía de
los cuidados. Algunos trabajos recientes plantean una serie de cuestiones
importantes sobre cómo las políticas para el desarrollo -y las aportaciones
feministas en este sentido- han tendido a reproducir los supuestos
heteronormativos relativos a la vida social. Otras autoras han puesto en tela
de juicio las respuestas por parte de las instituciones con respecto a la
reestructuración del trabajo no remunerado en los hogares y en las comunidades
que ha conllevado el desarrollo capitalista. En Ecuador, por ejemplo, el Banco
Mundial ha introducido proyectos que fomentan la participación de los hombres
en las tareas del hogar y les animan a convertirse en mejores compañeros. En
América Central, los proyectos del Banco Mundial y de la PNUD para la promoción
del desarrollo del turismo tienen como objetivo la creación de empleo femenino
dentro de los hogares y perpetúan así la responsabilidad asumida por las mujeres
para la reproducción social.
Marzo de 2010 es
una fecha importante para las políticas de género en el contexto del desarrollo
internacional y, en general, para las políticas feministas. La Conferencia de Beijing
+ 15 implicará «la puesta en común de experiencias y buenas prácticas con el
fin de superar los obstáculos y los nuevos retos». Al mismo tiempo, es una
oportunidad para que se reúnan investigadores, activistas y las ONG para
discutir nuevas definiciones, objetivos y estrategias políticas. Los resultados
probablemente tendrán un impacto importante no solo sobre los asuntos de
género, sino sobre el conjunto de la política y la práctica para el desarrollo.
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