Rosa Regás: La desgracia de ser mujer
© Rosa Regás, El
Mundo
Las
manifestaciones profunda y cruelmente machistas que los gobernantes del mundo
entero se sacan de la manga con el pretexto de mantener el superior estatus que
han gozado desde siempre, van más allá de la más exaltada imaginación. No se
arredran ante la injusticia, la tortura, el sometimiento de sus víctimas a la
más vergonzosa indignidad, y con el mayor cinismo e incultura defienden sus
privilegios y no dudan en tratar a las mujeres como simples bestias de carga o
de reproducción. Porque bien mirado, ¿qué hay detrás del machismo si no es
mantener el poder sobre las mujeres para tenerlas a su servicio en todos los
órdenes de la vida social, política y familiar, desde considerarla un bien
propio en el terreno sexual y sentimental, hasta convertirla en su esclava y su
sirvienta?
Cuando escribí el
libro La desgracia de ser mujer muchas voces protestaron airadas por un título
que se apartaba de la realidad, decían, y que no tenía en cuenta los avances
que en lo referente a la igualdad entre hombres y mujeres se habían hecho.
Voces casi todas orgullosas de la situación en la que están las mujeres en
España, orgullosas con este sentimiento de ceguera de lo ajeno y amor a lo
propio que nos invade no solo al considerar lo que lo estamos haciendo mejor
que nadie en nuestro país o en la zona del mundo a la que pertenecemos, sino
que además pensamos con convicción que son este país y esta zona los que hay
que mirar para saber cuánto se ha avanzado, como si el resto del mundo no
contara ni siquiera a la hora de denunciar lo que moralmente es deleznable e
inaceptable.
Voces que olvidan
la situación de las mujeres en el mundo laboral, familiar, cultural y económico de nuestro país; voces que
ignoran las brutalidades que se perpetran a diario contra las mujeres de todo
el mundo basándose en preceptos religiosos o morales inventados para
convertirlas en esclavas al servicio del poder y de los hombres que lo
detentan, sean ricos o pobres, listos o memos, viejos o jóvenes, hombres al
fin.
De ello me acaba
de llegar uno de los ejemplos más brutales que he conocido en los últimos
tiempos, tal vez no los más brutales porque en realidad los que nos llegan a
diario no admiten ni comparación ni
competencia, son simplemente muestras de la profunda estulticia y maldad de
quienes ponen en práctica tales "doctrinas". Porque doctrinas son.
Como doctrina sustenta lo que va a ocurrir en una ciudad del sur de Indonesia
que tiene previsto exigir que las estudiantes que quieran entrar en la
universidad se sometan a un examen de virginidad, es decir, un test que pruebe
que son vírgenes. De lo contrario les será negada la entrada.
Muhammad Rasyid,
jefe del Departamento de Educación de la ciudad de Prabumulih en la provincial
de Sumatra Sur es la mente privilegiada que ha dicho que el "test de virginidad"
que se pondrá en vigor el próximo año "pretende dar respuesta a la elevada
tasa de 'adulterio' y 'prostitución' entre las estudiantes".
Rasyid sometió el Proyecto al Ayuntamiento de
la ciudad y obtuvo los fondos necesarios del presupuesto de 2014 para poner en
marcha ese "test de virginidad".
Y lo más curioso
es la defensa que hace de su proyecto ante las mujeres que han protestado:
"Que una mujer quiera o no quiera permanecer virgen forma parte de sus
derechos como mujer. Pero nosotros no queremos que las estudiantes se
dediquen a estos actos negativos".
Esto ha dicho,
"actos negativos", que por otra parte no los prohíbe en absoluto a
los estudiantes varones, lo que significa que no son moralmente negativos, sino
"socialmente" porque si fueran moralmente negativos también lo serían
para ellos. Pues no lo son, son socialmente negativos. ¿No querían las mujeres
entrar en el mundo de la educación? Pues a mantenerse vírgenes. De lo contrario
si no quieren mantenerse vírgenes que no estudien, ni se conviertan en médicos,
abogados, ni en ninguno de los profesionales que han de pasar por la
universidad para acabar perteneciendo a los estamentos más privilegiados.
De la dignidad de
las mujeres "testadas" ni se habla, ni se les ocurre pensar en ello.
Una mujer puede o no puede ser virgen, pero no tiene porque suponérsele
dignidad alguna, por esto las pueden someter a los exámenes que quieran. Y ya
es mucho que no se le haya ocurrido a este ser superior, Muhammad Rasyid ni que
el Ayuntamiento de Prabumulih haya buscado fondos en su presupuesto de 2014,
para que el "test de virginidad" sea público. Mientras tanto los
hombres, estudiantes o no, sueltos por el mundo perdiendo su virginidad o
haciéndosela perder a las chicas que no han podido (ni querido) ir a la
universidad.
Sí, es una
desgracia ser mujer, porque cada vez que una de nosotras es sometida a
indignidades como ésta o de cualquier
otro tipo (que para esto la imaginación de tantos hombres no tiene límite), somos nosotras
también las que lo sufrimos.
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