Violar por aburrimiento
© Marisa Soleto,
El Mundo
La violencia que
se ejerce contra las mujeres en el mundo tiene dimensiones de pandemia y
seguramente constituye una de las violaciones sistemáticas más importantes de
los derechos humanos.
Los datos de
Naciones Unidas al respecto del número de mujeres golpeadas, abusadas y
víctimas de prácticas horrendas de mutilación genital, no dejan lugar a dudas y
nos dan cifras tan escalofriantes como que una de cada tres mujeres en el mundo
ha tenido una experiencia de agresión física, o sexual a lo largo de su vida.
Lamentablemente
cuando hablamos de mujeres no sólo hablamos de mujeres adultas, sino que en la
mayor parte de los casos se incluyen las niñas, incluso niñas de muy corta
edad, que con frecuencia nos dejan relatos e imágenes que duelen profundamente.
En estos últimos
días ha habido dos noticias que probablemente nos han vuelto a sacudir las
conciencias. La primera, un nuevo caso de violación colectiva a una niña de
cinco años, esta vez en Pakistán. La segunda, la niña yemení de ocho víctima de
un matrimonio forzado con un hombre que le quintuplicaba la edad y que murió
como consecuencia de los graves desgarros provocados por las relaciones
sexuales a las que fue forzada el día de su boda.
Se me ocurren
pocos crímenes más horrendos, pocas situaciones que merezcan mayor condena
tanto para los hechos como para los hombres que perpetran este tipo de
agresiones. Solemos expresar nuestra repulsa a este tipo de actos hablando de
salvajes, de animales, de hombres trastornados sin trazas de humanidad, pero en
pocas ocasiones, seguramente nos hemos parado a pensar que es lo que puede
pasar por la cabeza de alguien que comete un acto tan atroz y falto de
humanidad como este.
Para conocer
algunos de los aspectos relacionados con esta pregunta, desde Naciones Unidas
se ha promovido la realización de un estudio sobre los hombres y la violencia
en la región de Asia - Pacífico, que pretende aportar información sobre la
prevalencia y factores asociados a la perpetración de la violencia masculina en
la pareja. Algunos resultados provisionales de este estudio se han publicado
recientemente en la publicación científica The Lancet Global Health y algunos
son realmente preocupantes respecto de este tipo de agresiones, tanto desde el
punto de vista cuantitativo como en relación con las motivaciones que esgrimen
los agresores para justificar su comportamiento.
Para empezar, casi
la cuarta parte de los hombres declara haber forzado a alguna mujer a lo largo
de su vida a mantener relaciones sexuales conscientes de hacerlo contra su
voluntad. La mayoría de estas agresiones se cometieron en el marco de las
relaciones afectivas de la propia pareja, aunque 1 de cada 10 hombres, reconoce
haber forzado sexualmente a mujeres con las que no mantenían ninguna relación
afectiva, la mitad en más de una ocasión.
Pero si este
panorama cuantitativo es desolador, no menos preocupante son las razones
aducidas como justificación de las agresiones, ya que casi el 75 % de los
hombres que admitió haber cometido agresiones sexuales dijo que creía tener
derecho a mantener relaciones sexuales con la mujer independientemente de su
consentimiento. La segunda razón más frecuente ha sido la de estar aburrido, de
tal forma que se entiende la violación como una forma de divertimento.
Así de simple, así
de horrible. Probablemente resulta más fácil pensar que cuando hablamos de
violadores hablamos de mentes monstruosas en lugar de hablar de tipos aburridos
incapaces de pararse a pensar en las mujeres como sujetos de derechos.
Como dicen las
autoras del estudio, es necesario tener en cuenta estos datos y estas razones
aportadas por los propios agresores, a la hora de diseñar políticas y medidas
eficaces contra la violencia de género capaces no sólo de erradicar la
violencia contra las mujeres, sino de proteger de forma eficaz a las mujeres y
a las niñas.
Desgraciadamente,
en muchas partes del mundo el abuso hacia las mujeres, incluso hacia las niñas,
forma parte de una creencia bastante extendida y se alimenta de la creencia
masculina de derecho a "usar a las mujeres". Factores como la
pobreza, el abrir sufrido abusos o el vivir en situaciones de conflictos son
agravantes externos, pero no explican por sí mismos el fenómeno en su
integridad.
Con este panorama,
trabajar en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, en su propia
autonomía y determinación como vacuna contra esa creencia de abuso, tiene que
formar parte de esas recetas en todas las partes del mundo. En cualquier caso
me parece mucho mejor receta que las grandes declaraciones sobre la dureza
penal que ha de recaer sobre los agresores que se realizan cada vez que
conocemos un nuevo caso. Al menos que estemos dispuestos a enviar al paredón al
25% de la población masculina en Asia ¿no?
Comments
Post a Comment