Shangay Lily: El aborto, ese negocio cristofascista
©
Shangay Lily, Público
El
empeño del patriarcado en encerrar la diversidad de la mujer (y por exclusión
la del hombre) en una estrecha celda biológica que limita en el sur con una
vagina violable convertida en máquina reproductora, en el norte con una cabeza
que sólo sirve para aplicarle el tinte y la mantilla y al este y oeste con
implantes mamarios que refuercen su papel sexual, es bien conocida. El
heteropatriarcado ha asignado características absurdas a la mujer o a lo
femenino desde tiempos inmemoriales. Prohibiendo o criminalizando todo lo que
se salga de su marco de esclavitud que sirve a una casta
religiosa/empresaria/oligarca que se beneficia del monopolio moral convertido
en negocios de poder y dinero.
Quien
ignore que la imposición de esos “valores religiosos” beneficia a una jerarquía
(Iglesia-Banca-Empresarios) legitimada para mercantilizar todo y a la vez
deslegitimiza a una clase “errónea” que no debe poder decidir sobre lo
mercantilizable (lucha de clases al fin), es que es muy cobarde o muy ignorante
o ambas cosas a la vez. El aborto esconde un gran negocio paralelo al del
terrorismo, un negocio que da réditos, legitimidad y votos a unos supuestos
“salvadores y marca a fuego a unos supuestos “villanos/villanas” que permiten
reforzar la figura del poderoso salvador que en realidad está saqueando,
robando y corrompiendo todo el sistema mientras se disculpa con su supuesta
heroicidad.
La
principal batalla o negocio de esa inmobiliaria fraudulenta que vende parcelas
en el más allá llamada Vaticano S.A. ha sido la mujer, porque su negocio se
sustenta sobre el sometimiento y sumisión de la mujer, sobre la explotación de
un sector capaz de generar futuros esclavos. Ni la hipocresía de ese lavado de
imagen del supuesto Papa “progre” Francisco (que no lo es en absoluto, simplemente,
como buen jesuita, miente, victimiza y engaña para mantener el espejismo de
hermandad igualitaria que ese cuento de Jesús implantó) se ha atrevido a
cuestionar la misoginia de la Iglesia.
El
libro “Cásate y sé sumisa” de ese hipócrita obispo de Granada, tan adepto a las
veleidades de la lujuria, es un buen ejemplo de la imposición o recuperación de
un modelo cristofascista que permita disfrazar de valores lo que no es más que
un mero negocio, el negocio del odio.
Querer
poner el foco de los anti-aborto sobre el feto y la vida es como querer poner
el foco de los desahuciadores sobre la defensa de la propiedad privada y la
economía, todo una gran mentira. Ambos casos defienden una sociedad corrupta y
desigualitaria (capitalismo salvaje) que depende de esa desigualdad y opresión
para poder sobrevivir. Sin desahucios no habría economía inmobiliaria
fraudulenta, sin criminalización del aborto no habría sometimiento de la mujer
y la sociedad al modelo patriarcal sobre el que funciona la Iglesia y sus peones.
Ambos casos son una cuestión económica-ideológica, no humana ni espiritual. La
Iglesia, al igual que el capitalismo (no es coincidencia su complementariedad)
agoniza. Y saben que sólo con un gran espejismo, una gran mentira que permita
mantener ese espejismo de los “buenos” o los “triunfadores” para salvar al 99%
que se hunde en su agonía, puede seguir siendo comprado como modelo. El
capitalismo y la Iglesia son la lotería en tiempo de crisis, es un desesperado
y último intento de demostrar que esa sociedad que te ha hundido funciona.
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