Maruja Torres: "No me imagino a Andrea Fabra votando por los derechos de la mujer que no sea mujer-mujer como Dios manda"
© Maruja
Torres, El Diario
BOLA
PINCHOS
- ¿No resultaría
al menos reconfortante que las mujeres de la familia del rey -y hasta Corinna-
se ganaran la paga poniéndose en contra del proyecto de ley del aborto de Gallardón?
Es ésta
una Navidad muy extraña, como una Navidad de medio luto, o
una Navidad de dos
cabezas. Por bien que estés en ese momento en que te rodean las amistades, por
rico que encuentres ese mazapán, por mucho que te agrade ese beso, hay un nudo
en las entrañas de la gente de buena voluntad. Es como una de esas bolas de
pelo que se les hacen a los gatos y que les asfixian, es una pena oscura e
inoperante, que intenta posponer la indignación para los días que vendrán después
de las fiestas. Y es tambiéńn una persistente sensación de asco y desconsuelo. Nutren esta bola
ingredientes varios. La compasión por quienes lo están pasando mal, la certeza
de que mientras nos llevamos un manjar a la boca hay quien tiene lo justo para
sobrevivir y hasta mucho menos. Nuestro propio miedo a perder más de lo que
hemos perdido. Angustia de futuro, también, y una encendida sensación de
ultraje.
Así́
es, ultrajada, como he visto al Rey -en diferido- en su discurso anual, a pesar
de que todos los juancarlólogos y exégetas
han coincidido en encontrar en sus palabras una clara muestra de realismo que
supera por la izquierda las vaciedades de años anteriores. Le iba escuchando y
la bola de las entrañas se me iba haciendo pinchos. Ya que tan determinante
resultó el papel de la Corona para la Transición, me decía -tan harta de la
matraca como si tuviera veinte años-, ahora que no tiene papel alguno que
jugar, como no sea el del paciente inglés, ¿no resultaría
al menos reconfortante que las mujeres de su familia -y hasta Corinna- se
ganaran la paga poniéndose en contra del proyecto de ley de Gallardón? ¿No estaría
bien que la reina Sofía, demostrando que es una gran
profesional, invitara a un té con pastas al susodicho y le
reprochara que nos haya convertido en el hazmerreír
de la prensa europea? ¿Qué tontería
es esa de que no hay embriones de primera y embriones
de segunda?, diría ella, con su impecable acento gótico. Una cosa es ser un
monarca constitucional, y otra convertirse en un cómplice de los desmanes, que
es como su querido pueblo ve regularmente al soberano.
He de reírme
de mi propia pretensión, como me río de que Elena Valenciano aspire a que las
diputadas del PP antepongan su condición de mujeres a la obediencia -y dedicación
en cuerpo y alma- al partido. Francamente, no me imagino a Andrea Fabra votando
por los derechos de la mujer que no sea mujer-mujer como Dios manda, y
prefiriendo la cuestión de género a la cuestión de estar forrada. Por cierto:
la hija de Carlos Fabra parece una fotocopia, en joven, de Marine Le Pen, la única
que está contenta con el proyecto de ley del aborto. Lástima que no se vaya a
producir en el futuro próximo -ocurre muy de tarde en tarde- un gran funeral de
timonel de la derecha: haría mucho gozo -esto es un catalanismo que os ofrezco,
gozosa de enriqueceros el acerbo por Navidad- ver juntas en la iglesia a la
hija de Le Pen y la viuda de Pinochet, que es a quien acabarán pareciéndose
tanto Mariane como la Fabra.
Lo ven,
¿no? El nudo gana terreno y me amordaza la risa, que se ha ido volviendo más
amarga, párrafo abajo.
A lo
mejor, esta pena no es tan inoperante.
Esa
tanqueta de agua, el camión-botijo, nos está́ esperando el año que viene. No la
defraudemos.
Porque
los concebidos con muy mala leche nos rodean por todas partes.
Un
nudo, sí. De pinchos.
Comments
Post a Comment