Hot Coffee

Hace un frío de cojones así que sigo escribiendo y viendo documentales cuando me aburro de escribir y de ver películas o series truculentas tipo Dexter. Incluso cuando estaba en España sabía por series de televisión y películas la perra que tienen en EEUU con llevar a todo el mundo a juicio por las razones más peregrinas como que al abrir una botella el tapón te hubiera dado en los ojos. Lo del café caliente en su momento para mí era una forma de hablar ("hay que ver cómo son estos yanquis, a todo quieren sacarle dinero") y sigue siendo una broma urbana - no broma en sí, sino ejemplo de persona estadounidense avariciosa que lleva a la compañía de tuno a juicio por sacarse un dinerito. El caso más famoso es el de una mujer que se quemó un poco con el café de McDonald's al derramárselo por encima cuando estaba conduciendo, demandó a la compañía y se llevó un dineral por la cara. ¿Pero realmente fue eso lo que pasó?

En el documental que vi anoche, Hot coffee, desengranan ese caso y otros similares en los que las víctimas pasaron a ser ejemplo de burla (Ronald Reagan llegó a dar un discurso poniendo a parir a un californiano que había demandado a una compañía de teléfonos por haber sido atropellado dentro de una cabina) y explican muy bien cómo las grandes compañías se han organizado desde hace 20 o 30 años para limitar su responsabilidad financiera cuando con sus productos le joden la vida a alguien. Y cuando digo "compañías" me refiero a todo tipo de empresas desde tabacaleras o compañías de seguros médicos y/u hospitales que presionan para que se aprueben leyes por las que no puedan demandarles por más de equis dinero en casos de negligencia médica.

En 1994 Stella Liebeck tenía 79 años y pese a su avanzada edad seguía trabajando 40 horas a la semana. Un día fue a McDonald's con uno de sus nietos, conducía él, pidieron algo para comer en el drive-thru  y aparcaron para repartirse la comida. Ella se puso un café entre las rodillas y lo abrió para ponerle crema y azúcar derramándoselo por encima sin queer.  Durante años Stella Liebeck fue objeto de bromas y criticas en prensa escrita, en televisión y a pie de calle. La gente entrevistada para el documental la define como una avariciosa o una loca, no cree que sus quemaduras fuesen para tanto, le echaban la culpa a ella por conducir con un café entre las piernas (repito que el que iba conduciendo era el nieto y que estaban aparcados en el parking de McDonald's) hasta que los entrevistadores no les enseñan unas fotos horrorosas que le revolverían el estomago al más pintado donde se ven sus muslos quemados, con costras, con piel muerta, con vendas y unas heridas tremendas.

Stella Liebeck necesitó no sé cuántas operaciones e injertos de piel en la cara interna y posterior de ambos muslos.  Demandar a McDonald's no salió de ella. Fueron uno de sus hijos y su nuera los que se pusieron en contacto con McDonald's no pidiendo dinero, sino para que la compañía mandase a alguien a inspeccionar la máquina que había preparado el café que le sirvieron ese día a Stella y/o para que revisasen sus normas si la compañía pensaba que era normal vender el café a esa temperatura. McDonald's les respondió mandándoles un cheque por $800 cuando los gastos hospitalarios ya les había costado $10,000. Los hijos llevaron a la compañía a juicio y durante el juicio se descubrió que McDonald's había recibido unas 800 quejas por casos de quemaduras causadas por su café y no había hecho nada. Eso fue lo que dañó a la compañía y por eso el jurado condenó a McDonald's a pagar casi 3 millones de dólares a Stella Liebeck. El juez que presidió el caso redujo esa cantidad a $480,000 y McDonald's y Stella llegaron a un acuerdo fuera del tribunal. No se sabe cuánto le pagaron, pero ella tuvo que firmar una clausula de confidencialidad. Desconozco si seguía viva cuando hicieron el documental en el 2011. Ella no podía hablar pero su familia sí y la familia sí se sentó con la directora del documental.


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