Destruyendo mitos sobre las relaciones LGBT
* * * Fuente: http://www.enlucha.org/site/?q=node/264#oscura
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copiado tal cual del folleto "La lucha por la liberación gay y lesbiana"
de Marçal Solé y Paso Gredilla
Durante
las dos últimas décadas, gran parte de la izquierda ha defendido la idea de la
imposibilidad de llevar a cabo un cambio radical en la sociedad. Hoy, parte de
esa izquierda y la nueva generación de activistas empieza a ver con más
claridad la posibilidad de nuevas luchas y de que éstas sean ganadas.
Las
manifestaciones de Seattle y Washington han desplazado el debate de si la gente
lucha o no, para situar la discusión a otro nivel. Después de las
manifestaciones contra la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, la necesidad de organizarse, de plantear
alternativas y de construir un mundo mejor, son cuestiones que mucha de la
gente que se involucra en las luchas intenta responder. Éste es un paso
importante con respecto a las décadas pasadas.
En las
manifestaciones de Washington contra el FMI y el BM estuvieron presentes varias
organizaciones de gays y lesbianas. En una de las manifestaciones organizadas
por el sindicato AFL-CIO, frente a la Casa Blanca, los lemas en contra de la
pena de muerte, la explotación infantil y la globalización, se mezclaron con
eslóganes que reivindicaban una mayor financiación para las investigaciones
sobre el SIDA y a favor de la liberación sexual.
La
presencia de colectivos de gays y lesbianas, aparte de mostrar la posibilidad
de unir las luchas, puso en evidencia la necesidad de introducir las demandas
específicas de un grupo oprimido en un marco de lucha global.
Por
otro lado, en la Marcha anual sobre Washington por la Igualdad de Gays,
Lesbianas y Transexuales asistieron más de 300.000 personas portando pancartas
con reivindicaciones sociales de mucho peso. La existencia de esas
reivindicaciones y el cambio que experimentó la propia manifestación con
respecto a años anteriores, es un reflejo del creciente nivel de politización
que están viviendo diversos sectores de la sociedad, incluidos lesbianas, gays
y transexuales.
Tras
los acontecimientos de Seattle, muchos hablan de la aparición de un nuevo 68.
Lo que sí podemos comprobar fácilmente en la actualidad son los muchos
paralelismos existentes entre nuestra época y la de hace treinta años.
Se
trata hoy de una batalla contra la inhumanidad del sistema, contra la
explotación y la opresión. En este sentido, el 68 tuvo mucho de esto. El
movimiento de los 60 significó, en parte, la explosión y el renacimiento de
toda una serie de demandas que habían permanecido fosilizadas durante décadas.
Una parte muy importante de aquel estallido lo constituyó la lucha por la
liberación gay y lesbiana.
La
aparición de movimientos como el Frente de Liberación Gay, ejemplificó la
posibilidad de plantear alternativas al capitalismo. El FLG apareció en un
contexto de alto nivel de luchas, la mayoría de ellas potencialmente dirigidas
a acabar con el sistema capitalista. Por desgracia, no se consiguió. Para los
revolucionarios y para aquellos que quieren cambiar el mundo hoy en día, es
importante fijarse en lo que falló para no volver a repetir los mismos errores.
Muchas
opresiones, entre ella la opresión gay y lesbiana, siguen en pie todavía.
Aunque mucha gente, tanto del ambiente gay como desde fuera, no se canse de
decir que esta opresión ya no existe, las evidencias y el día a día demuestran
lo contrario. Una rápida ojeada a la situación global nos muestra que la
opresión gay subsiste aún. De los 202 países que existen en el mundo, solamente
en seis de ellos la ley protege a los gays y lesbianas contra la
discriminación. Ser homosexual es ilegal en 74. En Bangladesh y Bahrein, la
versión oficial es que la homosexualidad no existe. En Pakistán, las relaciones
homosexuales son ilegales y el castigo está entre dos años y cadena perpetua.
En Arabia Saudí los actos homosexuales pueden ser castigados con la pena de
muerte. En el estado de Tasmania (Australia), la homosexualidad tan sólo fue
legalizada en 1994. En Cuba, el hecho de ser gay o lesbiana ha llevado a gente
a la cárcel. En Estados Unidos, aunque la protección legal contra la
discriminación existe, actualmente, en siete de los estados de la unión, en
otros seis, el sexo anal u oral entre personas del mismo género es un delito.
En el Estado español, derogada la ley de peligrosidad social con la llegada de
la democracia formal, gays y lesbianas siguen sufriendo discriminación legal en
pensiones, impuestos, herencia y adopción.
El
capitalismo no ha acabado, ni tiene intención de hacerlo, con las opresiones
que él mismo ha generado o bien reproducido de etapas anteriores. Pero encierra
una contradicción, ya que a la vez que crea y alimenta la opresión gay y
lesbiana, el capitalismo ha creado, también por vez primera en la historia, las
condiciones para poder luchar contra ella.
La
lucha por la liberación gay forma parte de una lucha más amplia contra el
propio sistema. La unidad que existe entre la liberación gay y la lucha por la
mejora de los servicios públicos, en contra de los ataques racistas, a favor
del aborto, contra la explotación, la globalización y por un mundo mejor, es
total.
El
capitalismo sigue marcando las pautas de vida de millones de personas.
Construye normas sobre qué debemos comer, cómo amar, sentir, consumir, vestir,
aprender, relacionarnos, etc. El proceso de sometimiento constituye un elemento
fundamental del proceso de reproducción del sistema, pero la resistencia a este
sometimiento existe, ya que su inestabilidad económica y social es permanente.
Construir
una alternativa a este sistema es una tarea de hoy. En esa construcción, la
liberación sexual debe recobrar toda la importancia que tiene.
Destruyendo mitos
Cualquier
persona comprometida con la liberación gay se habrá encontrado con toda una
serie de tópicos acerca de las relaciones homosexuales. La mayoría de estos
tópicos tienen como propósito convencernos de que la homosexualidad es algo que
va en contra de la naturaleza humana, que los gays y las lesbianas son 'raros'
o 'desviados'.
Y es
que la idea de una naturaleza humana inmutable, determinada por nuestra
estructura genética e instintos, se ha utilizado con mucha frecuencia para justificar
la opresión de gays y lesbianas. Pero un rápido repaso por las diferentes
sociedades es suficiente para mostrar la enorme variación en lo que se
considera "normal". La sexualidad es algo que no está definido
biológicamente, sino socialmente determinado. Y esta definición ha cambiado
considerablemente a lo largo de la historia.
Muchas
sociedades han considerado la homosexualidad como algo "normal". El
ejemplo más conocido es el de la antigua Grecia. El amor entre hombres estaba
idealizado en la poesía y el arte griego. Los mitos y leyendas griegas están
llenas de historias de amor del mismo sexo, ya sea entre hombres o entre
mujeres. La historia de Adonis y Narciso, por ejemplo, nos habla de un dios que
arde de deseo por los bellos jóvenes. El culto a Adonis tenía templos y fiestas
dedicadas a la celebración y a la promoción de las relaciones gays. En la
sociedad griega, un hombre enamorado de un joven y teniendo relaciones sexuales
con él, era considerado perfectamente normal.
Los
poemas de Safo, claramente dirigidos a otras mujeres en lenguaje amoroso, son
una clara prueba de que las relaciones entre mujeres fueron públicamente
aceptadas en la antigua Grecia.
Esto no
debería hacernos pensar que la sociedad griega era un paraíso que no conocía la
opresión. Era una sociedad basada en la esclavitud, en la que la inmensa
mayoría eran esclavos sin ningún tipo de derecho, propiedad de los ciudadanos
libres. Aquí precisamente se encuentra la base de la consideración que las
relaciones homosexuales tenían para los antiguos griegos. En la antigua Grecia,
la producción estaba basada en esta mano de obra esclava, traída de fuera de
Grecia. Tener hijos, procrear, dejó de ser una prioridad para esta sociedad,
que no dependía, para producir, de la mano de obra nativa. Como consecuencia,
cualquier tipo de relación sexual, aunque no condujera a la procreación, era
considerado normal. La explicación de su actitud hacia las relaciones
homosexuales se encuentra, por tanto, en la disociación entre procreación y
sexualidad.
La
ciudad griega de Esparta construyó su ejército en torno al amor entre hombres
adultos y jóvenes. En el ejército espartano cada guerrero adulto tomaba un
joven a su cargo para formarlo en el arte de la guerra, entablando con él una
relación muy íntima.
La
casta guerrera en el Japón feudal, los samurai, tenía ideas similares a las de
los espartanos, que quedaron reflejadas en poemas e historias de la época, que
tratan del amor entre hombres.
Las
relaciones sexuales entre mujeres han sido a menudo aceptadas en diferentes
sociedades, siempre que no hayan interferido con las instituciones del
matrimonio y la familia. Esto ha sido particularmente frecuente en sociedades
que practican la poligamia. Como ejemplo, la novela china del siglo XVII
"El amor de la compañera perfumada" en que una mujer es obligada a
casarse, pero convence a su marido de que tome a su amante como concubina. De
todos modos, puesto que la literatura ha sido un monopolio masculino en la
mayoría de las sociedades, es muy raro encontrar pruebas de relaciones sexuales
entre mujeres.
Por
tanto, no hay nada "raro" en las relaciones entre personas del mismo
sexo. Su existencia puede encontrarse en casi todas las sociedades, incluso en
aquellas que las prohiben. Podría decirse que las relaciones homosexuales
constituyen un rasgo común de la sexualidad humana. La cuestión sería más bien
por qué ciertas sociedades, entre las que se incluye la sociedad capitalista,
las reprimen.
El
segundo argumento que tenemos que combatir es el que intenta identificar el
término homosexual con los de pederasta, corruptor de menores o depravado y que
tantas veces se ha esgrimido para prohibir las relaciones entre personas del
mismo sexo. Los estudios estadísticos realizados muestran que el porcentaje de
'corruptores de menores' entre homosexuales no es superior al porcentaje que
existe entre los heterosexuales.
Para
aquellos que creen que el sexo debe ir indisolublemente ligado a la
procreación, la homosexualidad aparece como un tabú a esconder. En cambio si defendemos
que la sexualidad se justifica por sí misma, como mutua aportación de afecto y
placer, sólo podremos considerar perversas aquellas actitudes contrarias a
estos fines, así como todas las leyes e imposiciones que nieguen y ataquen
cualquier tipo de actividad sexual. La homosexualidad, por tanto, no tiene nada
que ver con la imposición del sufrimiento, el desprecio o la manipulación.
De
hecho, la distinción entre homosexuales y heterosexuales, no existía hasta el
desarrollo del capitalismo. Hasta entonces, la gente no pensaba que alguien era
un tipo determinado de ser humano porque prefiriera el sexo con hombres o con
mujeres. Sólo bajo el capitalismo se introducen penas legales, de forma
expresa, para los actos sexuales entre personas del mismo sexo, mientras que
anteriormente sólo se condenaban determinados actos sexuales (en particular el
sexo anal) independientemente de si éstos se producían entre personas del mismo
o de distinto sexo.
Uno de
los mecanismos principales, mediante el cual el capitalismo transmite sus
reglas y valores sociales, es la familia. Cada nueva generación descubre lo que
la sociedad considera un comportamiento adecuado para las mujeres y los
hombres, en gran parte, a través de la educación familiar. Para luchar contra
la opresión gay, por tanto, necesitamos saber cómo y cuándo se desarrolló la
familia, tal y como la conocemos en la actualidad.
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