Destruyendo mitos sobre las relaciones LGBT

* * copiado tal cual del folleto "La lucha por la liberación gay y lesbiana" de Marçal Solé y Paso Gredilla


Durante las dos últimas décadas, gran parte de la izquierda ha defendido la idea de la imposibilidad de llevar a cabo un cambio radical en la sociedad. Hoy, parte de esa izquierda y la nueva generación de activistas empieza a ver con más claridad la posibilidad de nuevas luchas y de que éstas sean ganadas.

Las manifestaciones de Seattle y Washington han desplazado el debate de si la gente lucha o no, para situar la discusión a otro nivel. Después de las manifestaciones contra la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la necesidad de organizarse, de plantear alternativas y de construir un mundo mejor, son cuestiones que mucha de la gente que se involucra en las luchas intenta responder. Éste es un paso importante con respecto a las décadas pasadas.

En las manifestaciones de Washington contra el FMI y el BM estuvieron presentes varias organizaciones de gays y lesbianas. En una de las manifestaciones organizadas por el sindicato AFL-CIO, frente a la Casa Blanca, los lemas en contra de la pena de muerte, la explotación infantil y la globalización, se mezclaron con eslóganes que reivindicaban una mayor financiación para las investigaciones sobre el SIDA y a favor de la liberación sexual.

La presencia de colectivos de gays y lesbianas, aparte de mostrar la posibilidad de unir las luchas, puso en evidencia la necesidad de introducir las demandas específicas de un grupo oprimido en un marco de lucha global.

Por otro lado, en la Marcha anual sobre Washington por la Igualdad de Gays, Lesbianas y Transexuales asistieron más de 300.000 personas portando pancartas con reivindicaciones sociales de mucho peso. La existencia de esas reivindicaciones y el cambio que experimentó la propia manifestación con respecto a años anteriores, es un reflejo del creciente nivel de politización que están viviendo diversos sectores de la sociedad, incluidos lesbianas, gays y transexuales.

Tras los acontecimientos de Seattle, muchos hablan de la aparición de un nuevo 68. Lo que sí podemos comprobar fácilmente en la actualidad son los muchos paralelismos existentes entre nuestra época y la de hace treinta años.

Se trata hoy de una batalla contra la inhumanidad del sistema, contra la explotación y la opresión. En este sentido, el 68 tuvo mucho de esto. El movimiento de los 60 significó, en parte, la explosión y el renacimiento de toda una serie de demandas que habían permanecido fosilizadas durante décadas. Una parte muy importante de aquel estallido lo constituyó la lucha por la liberación gay y lesbiana.

La aparición de movimientos como el Frente de Liberación Gay, ejemplificó la posibilidad de plantear alternativas al capitalismo. El FLG apareció en un contexto de alto nivel de luchas, la mayoría de ellas potencialmente dirigidas a acabar con el sistema capitalista. Por desgracia, no se consiguió. Para los revolucionarios y para aquellos que quieren cambiar el mundo hoy en día, es importante fijarse en lo que falló para no volver a repetir los mismos errores.

Muchas opresiones, entre ella la opresión gay y lesbiana, siguen en pie todavía. Aunque mucha gente, tanto del ambiente gay como desde fuera, no se canse de decir que esta opresión ya no existe, las evidencias y el día a día demuestran lo contrario. Una rápida ojeada a la situación global nos muestra que la opresión gay subsiste aún. De los 202 países que existen en el mundo, solamente en seis de ellos la ley protege a los gays y lesbianas contra la discriminación. Ser homosexual es ilegal en 74. En Bangladesh y Bahrein, la versión oficial es que la homosexualidad no existe. En Pakistán, las relaciones homosexuales son ilegales y el castigo está entre dos años y cadena perpetua. En Arabia Saudí los actos homosexuales pueden ser castigados con la pena de muerte. En el estado de Tasmania (Australia), la homosexualidad tan sólo fue legalizada en 1994. En Cuba, el hecho de ser gay o lesbiana ha llevado a gente a la cárcel. En Estados Unidos, aunque la protección legal contra la discriminación existe, actualmente, en siete de los estados de la unión, en otros seis, el sexo anal u oral entre personas del mismo género es un delito. En el Estado español, derogada la ley de peligrosidad social con la llegada de la democracia formal, gays y lesbianas siguen sufriendo discriminación legal en pensiones, impuestos, herencia y adopción.

El capitalismo no ha acabado, ni tiene intención de hacerlo, con las opresiones que él mismo ha generado o bien reproducido de etapas anteriores. Pero encierra una contradicción, ya que a la vez que crea y alimenta la opresión gay y lesbiana, el capitalismo ha creado, también por vez primera en la historia, las condiciones para poder luchar contra ella.

La lucha por la liberación gay forma parte de una lucha más amplia contra el propio sistema. La unidad que existe entre la liberación gay y la lucha por la mejora de los servicios públicos, en contra de los ataques racistas, a favor del aborto, contra la explotación, la globalización y por un mundo mejor, es total.

El capitalismo sigue marcando las pautas de vida de millones de personas. Construye normas sobre qué debemos comer, cómo amar, sentir, consumir, vestir, aprender, relacionarnos, etc. El proceso de sometimiento constituye un elemento fundamental del proceso de reproducción del sistema, pero la resistencia a este sometimiento existe, ya que su inestabilidad económica y social es permanente.

Construir una alternativa a este sistema es una tarea de hoy. En esa construcción, la liberación sexual debe recobrar toda la importancia que tiene.


Destruyendo mitos

Cualquier persona comprometida con la liberación gay se habrá encontrado con toda una serie de tópicos acerca de las relaciones homosexuales. La mayoría de estos tópicos tienen como propósito convencernos de que la homosexualidad es algo que va en contra de la naturaleza humana, que los gays y las lesbianas son 'raros' o 'desviados'.

Y es que la idea de una naturaleza humana inmutable, determinada por nuestra estructura genética e instintos, se ha utilizado con mucha frecuencia para justificar la opresión de gays y lesbianas. Pero un rápido repaso por las diferentes sociedades es suficiente para mostrar la enorme variación en lo que se considera "normal". La sexualidad es algo que no está definido biológicamente, sino socialmente determinado. Y esta definición ha cambiado considerablemente a lo largo de la historia.

Muchas sociedades han considerado la homosexualidad como algo "normal". El ejemplo más conocido es el de la antigua Grecia. El amor entre hombres estaba idealizado en la poesía y el arte griego. Los mitos y leyendas griegas están llenas de historias de amor del mismo sexo, ya sea entre hombres o entre mujeres. La historia de Adonis y Narciso, por ejemplo, nos habla de un dios que arde de deseo por los bellos jóvenes. El culto a Adonis tenía templos y fiestas dedicadas a la celebración y a la promoción de las relaciones gays. En la sociedad griega, un hombre enamorado de un joven y teniendo relaciones sexuales con él, era considerado perfectamente normal.

Los poemas de Safo, claramente dirigidos a otras mujeres en lenguaje amoroso, son una clara prueba de que las relaciones entre mujeres fueron públicamente aceptadas en la antigua Grecia.

Esto no debería hacernos pensar que la sociedad griega era un paraíso que no conocía la opresión. Era una sociedad basada en la esclavitud, en la que la inmensa mayoría eran esclavos sin ningún tipo de derecho, propiedad de los ciudadanos libres. Aquí precisamente se encuentra la base de la consideración que las relaciones homosexuales tenían para los antiguos griegos. En la antigua Grecia, la producción estaba basada en esta mano de obra esclava, traída de fuera de Grecia. Tener hijos, procrear, dejó de ser una prioridad para esta sociedad, que no dependía, para producir, de la mano de obra nativa. Como consecuencia, cualquier tipo de relación sexual, aunque no condujera a la procreación, era considerado normal. La explicación de su actitud hacia las relaciones homosexuales se encuentra, por tanto, en la disociación entre procreación y sexualidad.

La ciudad griega de Esparta construyó su ejército en torno al amor entre hombres adultos y jóvenes. En el ejército espartano cada guerrero adulto tomaba un joven a su cargo para formarlo en el arte de la guerra, entablando con él una relación muy íntima.

La casta guerrera en el Japón feudal, los samurai, tenía ideas similares a las de los espartanos, que quedaron reflejadas en poemas e historias de la época, que tratan del amor entre hombres.

Las relaciones sexuales entre mujeres han sido a menudo aceptadas en diferentes sociedades, siempre que no hayan interferido con las instituciones del matrimonio y la familia. Esto ha sido particularmente frecuente en sociedades que practican la poligamia. Como ejemplo, la novela china del siglo XVII "El amor de la compañera perfumada" en que una mujer es obligada a casarse, pero convence a su marido de que tome a su amante como concubina. De todos modos, puesto que la literatura ha sido un monopolio masculino en la mayoría de las sociedades, es muy raro encontrar pruebas de relaciones sexuales entre mujeres.

Por tanto, no hay nada "raro" en las relaciones entre personas del mismo sexo. Su existencia puede encontrarse en casi todas las sociedades, incluso en aquellas que las prohiben. Podría decirse que las relaciones homosexuales constituyen un rasgo común de la sexualidad humana. La cuestión sería más bien por qué ciertas sociedades, entre las que se incluye la sociedad capitalista, las reprimen.

El segundo argumento que tenemos que combatir es el que intenta identificar el término homosexual con los de pederasta, corruptor de menores o depravado y que tantas veces se ha esgrimido para prohibir las relaciones entre personas del mismo sexo. Los estudios estadísticos realizados muestran que el porcentaje de 'corruptores de menores' entre homosexuales no es superior al porcentaje que existe entre los heterosexuales.

Para aquellos que creen que el sexo debe ir indisolublemente ligado a la procreación, la homosexualidad aparece como un tabú a esconder. En cambio si defendemos que la sexualidad se justifica por sí misma, como mutua aportación de afecto y placer, sólo podremos considerar perversas aquellas actitudes contrarias a estos fines, así como todas las leyes e imposiciones que nieguen y ataquen cualquier tipo de actividad sexual. La homosexualidad, por tanto, no tiene nada que ver con la imposición del sufrimiento, el desprecio o la manipulación.

De hecho, la distinción entre homosexuales y heterosexuales, no existía hasta el desarrollo del capitalismo. Hasta entonces, la gente no pensaba que alguien era un tipo determinado de ser humano porque prefiriera el sexo con hombres o con mujeres. Sólo bajo el capitalismo se introducen penas legales, de forma expresa, para los actos sexuales entre personas del mismo sexo, mientras que anteriormente sólo se condenaban determinados actos sexuales (en particular el sexo anal) independientemente de si éstos se producían entre personas del mismo o de distinto sexo.


Uno de los mecanismos principales, mediante el cual el capitalismo transmite sus reglas y valores sociales, es la familia. Cada nueva generación descubre lo que la sociedad considera un comportamiento adecuado para las mujeres y los hombres, en gran parte, a través de la educación familiar. Para luchar contra la opresión gay, por tanto, necesitamos saber cómo y cuándo se desarrolló la familia, tal y como la conocemos en la actualidad.

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