La fragmentación del movimiento LGBT en España: La política de identidad

* * copiado tal cual del folleto "La lucha por la liberación gay y lesbiana" de Marçal Solé y Paso Gredilla

Alguna gente, que en la actualidad milita en la izquierda, muestra su desprecio por el énfasis que pone el marxismo en la cuestión de clase y en la lucha de clases, como piezas clave para entender y para transformar la sociedad. La mayoría de estas personas miran hoy en día hacia los "nuevos movimientos sociales". Este término abarca una amplia serie de movimientos que se originaron en las décadas de los 60 y 70 (contra la opresión de las mujeres, negros, lesbianas y gays, así como los que se organizan en torno a la ecología, la paz...).

Esta estrategia para el cambio social, también conocida como "política de identidad", se basa en la idea de que sólo aquellos que experimentan una determinada forma de opresión, pueden definirla o luchar contra ella. Además, la pervivencia en la sociedad de ideas sexistas, racistas y homofóbicas lleva muchas veces a la conclusión de que estos prejuicios que dividen a la gente no pueden ser nunca superados. En mayor o menor grado, se asume que el resto de la sociedad que no sufre determinada opresión (hombres, personas de raza blanca, heterosexuales...) son parte del problema y que en cierta manera se benefician de esa opresión y tienen interés en mantenerla.

La conclusión más directa es que cada grupo oprimido debe crear y mantener su propio movimiento diferenciado y separado del resto. Dichos movimientos se organizan sobre la base de la autonomía o independencia. Es lo que se conoce como "política de autonomía" o "de separatismo".

El movimiento de liberación gay de los 60 se identificaba con la lucha revolucionaria, en contacto con un movimiento social más amplio. Sin embargo no transcurrió mucho tiempo antes de que la política de separatismo también creciera dentro del movimiento gay, y condujera a su fractura.

Las lesbianas comenzaron a separarse del movimiento gay. Argumentaron que, cuando intentaban que se debatieran demandas específicamente lesbianas dentro del movimiento gay, los líderes de sexo masculino negaban el que las lesbianas se enfrentaran a ningún tipo de problema especial por el hecho de ser mujeres. E indudablemente existieron actitudes sexistas dentro del movimiento gay, pero tal como demostró la experiencia entre el GLF y los Panteras Negras es posible convencer a otros dentro del movimiento para que rompan con las ideas conservadoras, en un contexto de solidaridad y lucha.

Un sector de las lesbianas, dentro del feminismo radical, empezó a desarrollar el argumento de que las mujeres deben rechazar la heterosexualidad si quieren convertirse en seres humanos completos. Una escritora lesbiana defendió que: "las mujeres heterosexuales están confundidas por los hombres; no ponen a las mujeres primero, traicionan a las lesbianas y en su forma más profunda, se traicionan a sí mismas. No se puede construir un movimiento fuerte si tus hermanas están por ahí follándose al opresor".

Entre los hombres gays más activistas la tendencia fue aceptar la necesidad de movimientos separados y de 'autonomía' en general. Se aceptó la división de intereses y actividades entre hombres gays y lesbianas. La 'autonomía' es una afirmación positiva de lo que hace diferente a un grupo de personas del resto. El énfasis puesto en la 'autonomía' condujo también a centrarse cada vez más en la liberación personal o individual.

El acto de salir del armario se convirtió en un rasgo importante del movimiento de liberación gay y continúa siendo de gran importancia para desarrollar un sentido de orgullo gay en una sociedad homofóbica. Sin embargo, a medida que el activismo decaía, salir del armario se convirtió en una finalidad en sí mismo, en lugar de ser una forma de construir un movimiento más amplio y más general. Además, es importante entender que mientras exista el capitalismo, salir del armario será imposible para muchos de los gays y lesbianas. La mayoría de ellos se ven forzados a seguir ocultando su orientación sexual para conservar sus empleos, o están casados, o se sienten incapaces de romper con sus familias o comunidades. Vista como una finalidad en sí misma, la salida del armario sólo será factible, probablemente, para una minoría de gays y lesbianas.

Un claro ejemplo de política de la diferencia es lo que se ha denominado 'nacionalismo marica' (queer nationalism). El grupo que mejor representa este movimiento es Queer Nation (Nación Marica), formado en Nueva York, en 1990.

Cuando se preguntó a sus fundadores por qué habían escogido llamarse 'maricas', una palabra insultante antigay, contestaron: "es la idea de reapropiarnos de las palabras de nuestros opresores... y usarlas de una forma positiva para reafirmarnos..."

Quizá, los activistas de este movimiento se sientan personalmente reafirmados usando la denominación marica, pero la inmensa mayoría de la gente continuará contemplándolo como un término de insulto y desprecio. De hecho mucha gente sin duda verá el uso de la palabra "marica" como una aceptación de la opresión.

La esencia del "nacionalismo marica" es la creencia de que los gays deberían vivir en una cultura separada del resto de la sociedad. Este enfoque, necesariamente, engendra una atmósfera de extremo moralismo y un énfasis en el estilo de vida. La política de identidad asume el hecho de que sólo los que experimentan personalmente una forma de opresión pueden definirla o expresar una opinión acerca de cómo luchar contra ella. Más que conducir hacia la colaboración, éste enfoque ha conducido a la fragmentación.

En abril de 1993, la marcha por los derechos homosexuales en Washington atrajo a un millón de manifestantes. Aquí se volvió a demostrar el enorme potencial que existe para construir un movimiento amplio entre gays y lesbianas. Después de la manifestación, sin embargo, un grupo llamado QUASH (iniciales que corresponden a la traducción Maricas Unidos Contra los Homosexuales que actúan como Heterosexuales) publicó una carta titulada "Por qué odio la marcha de Washington". En la carta se presentaban argumentos contra la integración de los gays en el resto de la sociedad. La conclusión de la carta era: "¿Que había un millón de personas? Puede ser, pero me importa una mierda" .

Este movimiento, sobre todo en EEUU, se ha mostrado muy activo pero siempre en acciones muy minoritarias. El dominio de la política de identidad es una garantía de que no se va a construir un movimiento duradero y amplio, ya que esta política, lejos de unir a la gente entre sí y buscar la unidad con otros movimientos, potencia la fragmentación y las diferencias.

Una de las tácticas más controvertidas de este movimiento ha sido la del 'outing', cuya práctica refleja muy bien el moralismo que acompaña a las políticas de identidad. El 'outing' consiste en hacer pública la homosexualidad de personajes famosos que ocultan su sexualidad por las consecuencias que pueda tener para sus carreras, o bien de miembros de la Iglesia o de políticos que atacan los derechos de los homosexuales a pesar de serlo ellos mismos.

Aunque pueda parecer muy justa, hay un serio problema con esta táctica. No debería forzarse nunca a gays y lesbianas a salir del armario, no importa quiénes son o qué hacen. Esta estrategia se niega a admitir que la naturaleza del sistema hace imposible que muchos homosexuales reconozcan abiertamente su sexualidad. Las personas que son objeto del 'outing' han mantenido su sexualidad en secreto porque se avergüenzan de ella. Ponerlas en evidencia no va a hacer que éstas u otras personas ganen confianza, dando como resultado, generalmente, la negación de dicha evidencia.

En lugar de extender el mensaje de que hay mucha gente homosexual y de que no hay que avergonzarse de serlo, el 'outing' acaba dando la impresión de que ser gay es un secreto vergonzoso. Hace perder confianza para salir del armario a los gays y lesbianas que encuentran más dificultades para ello, generalmente de clase trabajadora.

Desde sus orígenes, el grupo Queer Nation descartó la posibilidad de construir el tipo de movimiento que podría actuar de forma solidaria con los heterosexuales que apoyan los derechos homosexuales.


Barbara Smith, feminista, negra y lesbiana y activista veterana del movimiento de los años setenta, argumentó por qué este enfoque es una receta para el desastre: "Los activistas 'maricas' se centran en cuestiones 'maricas' y, para ellos, el racismo, la opresión sexual y la explotación económica no entran dentro de esta categoría, a pesar de que la mayoría de los 'maricas' son gente de color, mujeres o clase trabajadora... Construir coaliciones unificadas que desafíen al sistema y finalmente preparen el camino para el cambio revolucionario, sencillamente no entra dentro de los planes de los activistas 'maricas' ... En 1990 leí el Manifesto de Queer Nation "Odio a los Heterosexuales" y escribí una carta al editor sugiriendo que si los 'maricas' de color seguíamos su liderazgo político pronto escribiríamos una declaración titulada "Odio a los blancos", lo que incluiría a los 'maricas' blancos de origen europeo".

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