La mujer en las maras y pandillas del triángulo norte de Centroamérica
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copiado tal cual del informe "Violentas y violentadas. Relaciones de
género en las maras y pandillas del triángulo norte de Centroamérica" de
VVAA publicado por Interpeace
Motivaciones y formas de ingreso al grupo
Es
importante considerar que existen múltiples factores económicos, sociales y
personales que confluyen para que una niña, niño, una adolescente o un
adolescente decidan ingresar a las pandillas. Entre estos factores destacan la
pobreza extrema, la violencia sexual, el maltrato infantil, la deserción
escolar, el desempleo, el fácil acceso a las armas y las drogas y, en todos los
casos, crecer en un entorno de violencia y barrios donde existen pandillas.
En ese
marco, se explica que las motivaciones que expresaron las mujeres entrevistadas
para sumarse a las maras y pandillas sean similares a las manifestadas por los
hombres, sobre todo cuando ambos comparten contextos histórico-estructurales y
entornos sociales que los colocan en situación de riesgo y vulnerabilidad. En
general, las entrevistadas señalaron que se vincularon a las pandillas por la
necesidad de pertenecer a un grupo; la búsqueda de protección y afecto; la
necesidad de dinero; el deseo de reconocimiento y la necesidad de escapar de un
entorno familiar conflictivo y de violencia.
Existen
casos de niñas y adolescentes que se incorporan a las pandillas como una manera
de escapar de una realidad de violencia y de múltiples carencias económicas en
sus hogares. Asimismo, muchas niñas y adolescentes forman parejas a temprana
edad y se integran a maras o pandillas como estrategia para huir de sus propias
realidades familiares de hacinamiento, pobreza y violencia. Buscan un grupo que
les ofrezca protección, afecto, recursos e identidad.
Muchas
de las mujeres pandilleras proceden de hogares disfuncionales con padres
abusadores, como lo constata el siguiente relato: "Yo entré a los 12 años
a la mara 18, porque mi madre me hacía que le llevara dinero y no le importaba
de dónde se lo llevaba, lo tenía que llevar. Aprendí de todo en la calle,
estuve presa, probé todas las drogas y llevo 18 años de vivir con un ex marero,
pero ahora quiero que mis hijas vayan por otro camino (La Tiny, ex pandillera,
Guatemala).
No
obstante, a diferencia de los hombres, algunas adolescentes y jóvenes indicaron
que se vincularon a las pandillas porque se enamoraron o se hicieron novias de
pandilleros, en muchos casos de los líderes. Con el tiempo, la relación creció
y terminaron incorporándose al grupo: "La entrada a la pandilla fue cuando
yo empecé a salir con el mero jefe de la pandilla. De allí todos me respetaban
porque como yo era la señora del jefe" (La Cecy, ex pandillera de la mara
Vatos Locos).
Algunas
jóvenes se sienten atraídas por la identidad y la dinámica de las pandillas y
desean formar parte del grupo. Sin embargo, las exigencias para aceptar a las
mujeres son mayores que aquellas que se solicitan a los hombres. Para ser "reconocidas"
por el grupo, ellas deben demostrar valor y lealtad; asimismo, deben realizar
una serie de hazañas para lograr el reconocimiento de todos. El sufrimiento se
convierte en la carta de presentación de su propio valor ante los demás, deben
enfrentarse a palizas para ingresar a la pandilla, cumplir misiones y atacar a
los enemigos de la pandilla contraria: "Ellos me decían que no, que no
aceptan mujeres. Entonces fue más difícil para mí. En la 18 es muy difícil que
una mujer gane su respeto, tiene que hacer muchas cosas, pasar por mucho y no
sólo eso sino que también demostrar que lo puede hacer. Entonces desde ese
momento yo empiezo a luchar y a luchar por entrar; digo a pelear, a fumar, a
mover droga, a pelear con cualquier mujer que en ese momento quería humillarme,
ya me sentía como más que los demás. Entonces, en ese momento comienzo a luchar
por ganarme el respeto de todos ellos y pues… logro un poco y así digo a mover
droga, lo peor del caso que al mover la droga empecé a consumirla demasiado y
me hice un tanto adicta a la coca" (Little One, ex pandillera del Barrio
18, Honduras).
Con
relación a las formas de ingresar a las pandillas, generalmente las y los
aspirantes deben pasar una serie de pruebas durante una fase conocida como "chequeo".
Durante esta etapa, es preciso que cumplan con tareas encomendadas por el
grupo. Para los hombres, el rito de ingreso involucra soportar una paliza
propinada por miembros de la pandilla, la cual dura 13 segundos (en el caso de
la MS13) o 18 segundos (cuando se trata del Barrio 18). Las mujeres tienen dos
opciones: recibir la paliza o sostener relaciones sexuales con miembros del
grupo.
De
acuerdo con lo que se pudo constatar en este estudio de carácter exploratorio,
prácticamente todas las mujeres optan por la paliza y no por la violación
sexual colectiva:
"Las
mujeres o la gente de afuera creen que la hembrita va a llegar y solo por el
sexo va a tener el reconocimiento. Eso no es así, si van a entrar a la
pandilla, ellas entran igual que los varones, entran por una golpiza como los
hombres (El Lazy, El Salvador).
"Lo
primero que me dijeron o me ofrecieron fue sexo por 13 segundos, yo dije "n’ombre"
[es decir, no aceptar esa propuesta]. La otra propuesta eran 13 segundos de
golpes, luego me preguntaron, "¿Por cuál decidís?"; decidí por la
segunda propuesta. Llamaron a 8 chavos y, entre este grupo, 3 eran mujeres y
los otros 5 eran hombres; en ese tiempo se usaba zapatos de cubo con hierro en
la punta, eran buenas patadas, aún tengo un golpe que fue parte de esa golpiza,
que es una demostración de que tenemos la fuerza y la entereza para cuando el
enemigo nos quiera atacar nosotras no esperar el golpe para poder doblegarlo a
él y que él no nos doblegue a nosotras (Lily, ex pandillera, El Salvador)".
Las
mujeres prefieren la paliza porque les parece más digno y porque de esta manera
el grupo las respeta más. Es una manera de demostrar honor, fuerza y valentía,
reproduciendo un modelo masculino que es de suma importancia para el grupo: "Lo
contrario de la que se brinca por 13 segundos de golpiza: ellos saben que la
que ha aguantado los 13 segundos, o los 18, por lo cual ella tiene marcado esos
13 segundos, el beneficio de esto es que en la calle, ella golpea a cualquiera,
esa mujer tiene voz y voto dentro de la pandilla. En las reuniones donde ellas
se mantienen perfectamente pueden hablar, tienen la decisión de hablar, de
proponer" (Bea, ex pandillera, El Salvador).
Por el
contrario, cuando una chica opta por la vía sexual de ingreso no es tomada en
serio por el grupo, el resto de miembros duda de su lealtad y, por lo general,
no logra integrarse plenamente a la pandilla. Las mujeres que ingresan mediante
relaciones sexuales son desprestigiadas, desvaloradas y, en ocasiones,
utilizadas como "carnada" frente al enemigo o por los mismos miembros
del grupo. También son rechazadas por las otras mujeres que sí ingresan a
través de una paliza: "La verdad no se le toma parte en el grupo porque no
tienen ningún respeto. Siempre ha habido chicas que solo les gusta el vacil, el
sexo, el alucín. En algún momento ellas alucinaban que eran parte del grupo, no
era así y jamás lo serán" (Lily, ex pandillera, El Salvador).
La
diferencia más importante entre hombres y mujeres que ingresan a las pandillas
es que a las mujeres se les ofrece una vía alternativa de ingreso: las
relaciones sexuales. Esto refleja la utilización de su cuerpo como espacio
desde donde los hombres pueden ejercer poder y dominio. Al mismo tiempo, al
desvalorizarse a las mujeres que ingresan a la pandilla por la vía sexual, se
evidencia la dualidad misógina desde la cual muchas veces las sociedades
patriarcales valoran la sexualidad de las mujeres: es aceptada bajo ciertos
cánones (generalmente, el matrimonio), pero es rechazada cuando se ejerce como
opción desde las propias mujeres. El hecho de que las mujeres puedan ingresar a
las pandillas si tienen relaciones sexuales es, además, un hecho que manifiesta
cómo el cuerpo de las mujeres se vuelve territorio para el ejercicio de la
fuerza de sus compañeros hombres, lo cual convierte al acto sexual en un acto
de humillación y de violencia de género.
Otro
aspecto importante relacionado con el ingreso de las mujeres a las pandillas
son las relaciones afectivas, las cuales se manifiestan en los noviazgos que
muchas de ellas experimentan como etapa previa. Esta podría ser una estrategia
utilizada por las mujeres para evitar la experiencia negativa y degradante de
la violación sexual colectiva o "trencito", como se le conoce, que
implica la dominación y el sacrilegio de su cuerpo. También podría tratarse de
un mecanismo para granjearse un espacio afectivo que le provee seguridad,
prestigio y respeto en el grupo social al que de alguna manera se admira.
La
relación de noviazgo le ofrece a la mujer una situación de ventaja para evitar
la golpiza y la degradante violación sexual. Al parecer, el noviazgo puede ser
un mecanismo para que las mujeres aspirantes a pandilleras puedan ejercer más
influencia, aunque casi siempre el poder del hombre prevalece: "yo le dije
que si no me dejaba entrar (a la mara) lo dejaría. Él me dijo que si lo dejaba,
me mataba" (Blanca, ex pandillera, MS13).
Llama
la atención que la mayoría de las relaciones afectivas de noviazgo ocurren
entre las mujeres y los líderes varones o miembros influyentes dentro de la
pandilla (proveedor de droga, armas, custodio del dinero, veterano) y, en muy
pocas ocasiones, las mujeres seleccionen como pareja a un pandillero de poco
rango o experiencia (como un "soldado" o un novato). Esto es un rasgo
característico de las relaciones de pareja en sociedades y grupos signados por
el patriarcado, en el sentido de que en ellas los hombres con mayor "prestigio"
social (sea cual sea la fuente de dicho prestigio) son los que resultan más
atractivos para las mujeres, quienes suelen buscarles porque esto a su vez
significa, para ellas, acceso a mayor posición, más seguridad, mejores recursos,
etc.
Quizás
y sin darse cuenta, antes de que un líder de una pandilla "escoja" a
una joven o adolescente para que ésta sea su "jaina" (novia), es ella
quien ya lo ha escogido para que él sea su vehículo de ingreso a la pandilla y
le transfiera el estatus y los privilegios que su pareja ya posee. Algunos
relatos en las entrevistas proporcionan pistas al respecto: "[...] ya
después fui superando más arriba, pues fui creciendo… con el jefe de la
pandilla, pues él me molestaba bastante, yo le gustaba mucho a él, entonces…
cuando yo comencé a vivir con él, o sea, cuando fui mujer de él ya no me tocó
hacer nada más para entrar a la pandilla. La gente decía que yo había vivido
con todos, no. Porque dicen cuando una mujer entra y está con el jefe… porque
el jefe es el que manda, él dice: con esta me quedo yo" (El Crispín, ex
miembro de la Mara Vatos Locos).
Una de
las entrevistadas señaló que muchas jóvenes entran a las pandillas
principalmente por sus parejas, pero luego se van haciendo a la convivencia y
después ya no pueden salirse, aunque quieran: "al poco tiempo el hombre ya
se siente dueño de uno. Como pareja son diferentes, no les importa si tienen
hijos, no tienen piedad por nadie. Ellos dicen siempre: si me dejás, te mato,
porque si no vas a ser para mí, no vas a ser para otro, pero ellos tienen más
mujeres" (Blanca, ex pandillera, MS13).
Los
pandilleros prefieren conquistar a mujeres jóvenes fuera de la pandilla. En las
entrevistas se evidenció que los pandilleros eligen como novias generalmente a
menores de edad entre los 13 y 15 años que no pertenecen a la pandilla. Esto es
confirmado por ellos y por las chicas que han quedado embarazadas a una edad
temprana. Por el contrario, las mujeres pandilleras únicamente pueden buscan
novio dentro de la clica o dentro de la pandilla, o no tienen novio porque
generalmente el grupo les prohíbe tenerlo afuera.
El rol de las mujeres en la pandilla
La
participación de las mujeres en el seno interno de las maras o pandillas
juveniles ha experimentado cambios en la medida en que las estructuras
pandilleras y su accionar han evolucionado con el tiempo. En estudios iniciales
sobre las pandillas es notoria la percepción que los jóvenes pandilleros tienen
respecto de sus pares mujeres. En una entrevista de 1999 con un líder de la
mara Vatos Locos acerca del papel de las mujeres en la pandilla, el
entrevistado responde que las mujeres solo sirven para el alucín, para el
enamoramiento.
Los
pandilleros solían conquistar a las adolescentes y las jóvenes de los barrios
para reafirmar su masculinidad y demostrar poder frente a los demás jóvenes de
la localidad. Las mujeres cumplían la función de novias, parejas, madres de los
hijos de pandilleros y cuidadoras del grupo. Sin embargo, las mujeres no
participaban de las actividades peligrosas de la pandilla ni se les exponía de
manera innecesaria, su rol era más pasivo y tradicional (IUDOP, 2010).
En la
actualidad, las mujeres continúan cumpliendo con estos roles que
tradicionalmente les han sido asignados por el sistema de dominación
patriarcal, como ser compañeras sexuales de los pandilleros, criar a los hijos,
cocinar para el grupo, cuidar a los enfermos, visitar a los presos y servir de
enlace entre la pandilla (ámbito privado) y el mundo exterior (ámbito "público"):
"…yo
pasaba en la casa y hacía la comida para él, la limpieza y él llevaba más
amigos y tenía que hacer la comida para ellos, llegaban otras amigas para
apoyar. Ellos daban el dinero para la comida" (Little Star, El Salvador).
"La
obligación de los hijos es de la madre, es difícil que la haga el hombre, ha de
haber alguno que sea bueno, pero saber dónde" (Yesi, ex pandillera MS13,
Guatemala).
Por
otra parte, es importante indicar que el paso de los años y el mismo cambio
generacional acontecido hacen que en la actualidad exista la denominada
‘familia maras’ o ‘familia pandillas’. Estas unidades familiares están
integradas por parejas de pandilleros con hijos y por otros familiares que
dependen de la mara o pandilla; pueden llegar a estar integradas hasta por doce
personas viviendo en condiciones de hacinamiento y que dependen económicamente
de las actividades de la pandilla. Estosignifica que alrededor de las maras y
las pandillas existe una red social que les ofrece apoyo y protección. En este
tipo de familias, los hombres siguen desempeñando el rol de proveedor y
protector que les es asignado en el sistema de dominación patriarcal. El
corolario de esto es que las mujeres permanecen también en el mundo de sujeción
que se da en el ámbito privado.
Los
roles tradicionales que cumplen las mujeres en las pandillas responden a la
construcción social que se hace desde la cultura patriarcal del "deber ser"
de la mujer: cuidar a los hijos, preparar los alimentos, atender a los
enfermos, cuidar al hombre, serle fiel.
En la
medida en que las pandillas han evolucionado y se han involucrado cada vez más
en la comisión de delitos de diversa índole, las mujeres han tomado un rol más
protagónico en las pandillas. En ese marco, algunas han dejado de ser pasivas
espectadoras para convertirse en perpetradoras de hechos violentos y
delictivos. No se tiene información acerca de si estos cambios responden a una
estrategia de la pandilla o se han originado en el reclamo de igualdad de las
mujeres en el seno interno de las pandillas. Tampoco se sabe si esto se debe a
la persecución de que comenzaron a ser objeto los miembros de las pandillas, al
tenor de las políticas represivas y de mano dura implementadas por los
Gobiernos en períodos anteriores. Esta persecución podría haber originado la
adopción de nuevas tácticas para las cuales la presencia de las mujeres podría
haber sido idónea.
En todo
caso, cada vez más las mujeres pandilleras participan en actividades
delictivas. Cumplen "misiones" encomendadas por el grupo, como el
cobro de extorsiones a trasportistas y comerciantes, asaltos a carros
repartidores de productos, trasiego de drogas, portación de armas de fuego, entre
otros hechos. En estas acciones se aprovecha tanto el atractivo femenino como
la imagen inofensiva de la mujer para no levantar sospecha en las víctimas ni
en la policía: "…bueno, la cancha que tenemos nosotras lo que nos favorece
es que ellos no pueden andar armas en la calle, nosotras sí podemos cargar
armas, un jomi siempre caminaba con una jaina porque nosotras andábamos las
armas, ellos adelante y nosotras con las armas. Así para el robo, para asaltar
un taxista nosotras teníamos que pajiar al taxista, para así cualquier onda, un
asalto en una joyería nosotras banderiábamos así porque de nosotras no se
chivean y de ellos sí" (Elizabeth, ex pandillera de la MS13, Honduras).
En
muchos casos, la imagen femenina es utilizada para el resguardo de armas, la
obtención de información, realizar tareas de vigilancia y seguimiento de
víctimas para secuestros, etc. Según los pandilleros varones, estas tareas son
más exitosas cuando las realizan las mujeres: "Por ejemplo, para
secuestrar a nosotras nos ocupaban para que investigáramos dónde vivía la
persona, dónde trabajaba, qué hacía, a qué hora salía de la casa, a qué horas regresaba,
por dónde caminaba y todo eso… Una vez me buscaron para seguir a un señor que
secuestraron aquí por […] lo seguí dos semanas, les di la información y cabal,
se hizo el secuestro" (Ely, ex pandillera Barrio 18, Honduras).
Las
mujeres también se encargan de visitar a los pandilleros presos debido a que
para los hombres es más difícil acudir a los centros penales por temor a la
policía. Generalmente, las mujeres pasan desapercibidas por los sistemas de
seguridad y, en ocasiones, son utilizadas para el trasiego de drogas en los
centros penales: "…mi papel era el de meter y sacar droga del presidio,
entraba dinero y sacaba droga…" (ex integrante mujer de la mara Vatos
Locos, Honduras).
También
se encomienda a las mujeres que visiten los centros penales pues ellas son las
encargadas de llevar zapatos, ropa, comida, medicina y otros materiales a los
pandilleros detenidos. En muchas ocasiones sirven de canal de comunicación para
llevar y traer información de la pandilla. Ellas son el vínculo directo entre
los pandilleros del barrio y los de la cárcel. También llevan información sobre
las novias, las mujeres y los hijos e hijas de los pandilleros que no forman
parte de la pandilla.
Se
evidencia, entonces, que aunque las mujeres hayan comenzado a desempeñar de
manera creciente las tareas que tradicionalmente hacían los hombres
pandilleros, esto no ha representado para ellas una desvinculación con los
roles tradicionales que les han sido asignados por el sistema de dominación
patriarcal. Adicional a su rol en la comisión de hechos delictivos, en muchos
casos siguen siendo clave para el mantenimiento de los vínculos familiares y
para el cuidado de los demás, por lo cual puede decirse que se les asigna una
doble tarea.
Posibilidades para salir de la pandilla
Salir
de la pandilla no es fácil para las mujeres ni para los hombres. En
conversaciones con integrantes o ex integrantes de pandillas es común escuchar
que se es pandillero o pandillera para siempre. La diferencia es que puedes ser
pandillero "activo" o "calmado". Ello obedece a que la
pandilla se convierte en una especie de secta para sus miembros.
La
lealtad y fidelidad al grupo son fundamentales. De ahí que dejar la pandilla
sin la aprobación del grupo es considerado como una traición que puede costarle
la vida al desertor.
En las
entrevistas, las mujeres manifestaron que dos de las razones principales para
salir de la pandilla son el embarazo y la necesidad de brindar cuidado a los
hijos e hijas. Los relatos evidencian que la relación afectiva de las mujeres
entrevistadas con sus madres es bastante fuerte y positiva. Sus madres (al
igual que sus hijos), encarnan lo único
bueno por lo que merece luchar en la vida. Y a su vez son el principal motor
(junto con la religión) para abandonar la pandilla.
Muchas
mujeres manifestaron que no les gustaría que sus hijos e hijas vivieran las
mismas experiencias que ellas; sueñan con un futuro mejor para ellos y
consideran que el entorno de la pandilla no es el más apropiado para una mujer
embarazada o una madre: "Yo sí quería seguir caminando con los jomis
porque ahí están mis amigos, mi familia, hasta que me di cuenta que si seguía
ahí mis hijos iban a parar tal vez muertos, no me gustaba la inseguridad de
nunca saber si vas a estar vivo o no… Por eso me salí y ahora trabajo para
darles a ellos [los hijos] ejemplo y educación" (Criselda, ex pandillera,
Guatemala).
Las
entrevistadas en el marco de este estudio exploratorio señalaron que, por lo
general, los miembros de la pandilla cuidan y protegen a las mujeres
embarazadas. En algunos casos, niños y niñas conviven con la mara o pandilla y
los pandilleros los tratan con afecto; sin embargo, esto no deja de ser
preocupante por el permanente peligro en que vive la pandilla.
En el
caso de las viudas de los pandilleros muertos o "caídos", como les
llaman, los miembros de la pandilla asumen la responsabilidad de apoyar
económicamente a la viuda y de proteger a sus hijos. Esto se hace en honor o
memoria del padre "caído" y crea una relación de dependencia entre la
madre, los niños y la pandilla.
Otra
vía para salir de la pandilla es la religión. Esta opción existe tanto para
hombres como para mujeres. Por lo general, las pandillas respetan la decisión
de sus miembros de adscribirse a una iglesia y participar activamente. Muchos
jóvenes buscan en la religión apoyo espiritual, afectivo y social para salir de
las pandillas. Con relación a esto, una de las entrevistadas señaló: "Dios
me dio otra oportunidad para salir de eso [la pandilla]".
Con
frecuencia, el acercamiento a la religión surge a partir de una experiencia
dolorosa o trágica a nivel personal. Una de las entrevistadas señaló que salió
de la pandilla a raíz del asesinato de su pareja; otro pandillero indicó que
dejó a la pandilla después de recibir varios impactos de bala y lograr
salvarse; otro, que en su desesperación consumió una sobredosis de pastillas,
estuvo hospitalizado tres meses, lapso tras el cual ya no volvió a la pandilla.
Cualquier
otra razón para dejar la pandilla se considera traición, lo cual genera temor
en las mujeres y les impide tomar la decisión de salir del grupo: "Tengo
que seguir el juego porque si no ellos me van a matar al salir de la mara"
(Blanca, ex pandillera MS13).
El
miedo y la violencia son elementos que contribuyen a la cohesión y control
normalizados en estos grupos, pero se ejercen de distinta manera sobre los
hombres y las mujeres: "No importa morir, el problema es quién lo mata a
uno", dice el ex marero entrevistado, "pero las mujeres no se pueden
ir con otro ni cuando uno está muerto", señala" "Si a mí me
matan, atrasito vas vos porque no serás de nadie, les dicen muchos mareros y
pandilleros a sus mujeres. Y ellas dicen: ya nadie se puede salir de eso"
(Ely, ex pandillera, Guatemala).
Las y
los jóvenes que desean salir de las maras y pandillas generalmente no
encuentran apoyo estatal ni social para lograrlo. Existen muy pocos programas
estatales y de la sociedad civil que ofrezcan protección y servicios para
pandilleros dispuestos a salir y cambiar. Por ello, muchas y muchos jóvenes
acuden a las iglesias en busca de ayuda" "Ninguna institución, ni el
Gobierno, me permitieron o me ayudaron a salir de eso, solamente Dios"
(Ely, ex pandillera, Guatemala).
La vida
fuera de la pandilla tampoco es fácil. Las pandilleras continúan enfrentando la
discriminación y estigmatización social por parte de las instituciones públicas
y por la comunidad: "De todas maneras, si uno tiene tatuajes lo ven a uno
mal. Yo fui el otro día la hospital y las enfermeras decían que no me iba a
doler lo que me estaban haciendo en la espalda porque yo tenía tatuajes… En el
instituto de mis hijas me voltean a ver raro y por eso llevo blusas de manga
larga, no por mí, sino por ellas [sus hijas]" (ex pandillera, Guatemala).
A pesar
de salir de la pandilla, muchas mujeres siguen guardando cierto cariño por ella
y mantienen comunicación con algunos de sus miembros. Algunas de las
entrevistadas dijeron sentirse identificadas todavía con la pandilla porque fue
su familia; también indicaron que ocasionalmente ayudan de alguna manera a
quienes están aún en las pandillas.
Lograr
salir de la mara supone abandonar ciertas prácticas violentas y de inseguridad,
pero no garantiza a las mujeres verse fuera de la lógica del poder y dominio
machista que marca su vida privada y pública e imprime sometimiento en sus
vidas. Dentro de la pandilla, el patriarcado y el machismo se exacerban como
formas de dominación y control, para lo cual se emplean mecanismos en los que
la violencia contra las mujeres —denominador común del sistema de dominación
patriarcal— se potencializa o magnifica. Tal exacerbamiento atrincheradas,
conformadas por códigos inquebrantables en cuerpos y corazones frágiles,
vulnerables: mujeres violentas y violentadas.
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