La mujer en las maras y pandillas del triángulo norte de Centroamérica

* * copiado tal cual del informe "Violentas y violentadas. Relaciones de género en las maras y pandillas del triángulo norte de Centroamérica" de VVAA publicado por Interpeace

Motivaciones y formas de ingreso al grupo

Es importante considerar que existen múltiples factores económicos, sociales y personales que confluyen para que una niña, niño, una adolescente o un adolescente decidan ingresar a las pandillas. Entre estos factores destacan la pobreza extrema, la violencia sexual, el maltrato infantil, la deserción escolar, el desempleo, el fácil acceso a las armas y las drogas y, en todos los casos, crecer en un entorno de violencia y barrios donde existen pandillas.
En ese marco, se explica que las motivaciones que expresaron las mujeres entrevistadas para sumarse a las maras y pandillas sean similares a las manifestadas por los hombres, sobre todo cuando ambos comparten contextos histórico-estructurales y entornos sociales que los colocan en situación de riesgo y vulnerabilidad. En general, las entrevistadas señalaron que se vincularon a las pandillas por la necesidad de pertenecer a un grupo; la búsqueda de protección y afecto; la necesidad de dinero; el deseo de reconocimiento y la necesidad de escapar de un entorno familiar conflictivo y de violencia.

Existen casos de niñas y adolescentes que se incorporan a las pandillas como una manera de escapar de una realidad de violencia y de múltiples carencias económicas en sus hogares. Asimismo, muchas niñas y adolescentes forman parejas a temprana edad y se integran a maras o pandillas como estrategia para huir de sus propias realidades familiares de hacinamiento, pobreza y violencia. Buscan un grupo que les ofrezca protección, afecto, recursos e identidad.

Muchas de las mujeres pandilleras proceden de hogares disfuncionales con padres abusadores, como lo constata el siguiente relato: "Yo entré a los 12 años a la mara 18, porque mi madre me hacía que le llevara dinero y no le importaba de dónde se lo llevaba, lo tenía que llevar. Aprendí de todo en la calle, estuve presa, probé todas las drogas y llevo 18 años de vivir con un ex marero, pero ahora quiero que mis hijas vayan por otro camino (La Tiny, ex pandillera, Guatemala).

No obstante, a diferencia de los hombres, algunas adolescentes y jóvenes indicaron que se vincularon a las pandillas porque se enamoraron o se hicieron novias de pandilleros, en muchos casos de los líderes. Con el tiempo, la relación creció y terminaron incorporándose al grupo: "La entrada a la pandilla fue cuando yo empecé a salir con el mero jefe de la pandilla. De allí todos me respetaban porque como yo era la señora del jefe" (La Cecy, ex pandillera de la mara Vatos Locos).

Algunas jóvenes se sienten atraídas por la identidad y la dinámica de las pandillas y desean formar parte del grupo. Sin embargo, las exigencias para aceptar a las mujeres son mayores que aquellas que se solicitan a los hombres. Para ser "reconocidas" por el grupo, ellas deben demostrar valor y lealtad; asimismo, deben realizar una serie de hazañas para lograr el reconocimiento de todos. El sufrimiento se convierte en la carta de presentación de su propio valor ante los demás, deben enfrentarse a palizas para ingresar a la pandilla, cumplir misiones y atacar a los enemigos de la pandilla contraria: "Ellos me decían que no, que no aceptan mujeres. Entonces fue más difícil para mí. En la 18 es muy difícil que una mujer gane su respeto, tiene que hacer muchas cosas, pasar por mucho y no sólo eso sino que también demostrar que lo puede hacer. Entonces desde ese momento yo empiezo a luchar y a luchar por entrar; digo a pelear, a fumar, a mover droga, a pelear con cualquier mujer que en ese momento quería humillarme, ya me sentía como más que los demás. Entonces, en ese momento comienzo a luchar por ganarme el respeto de todos ellos y pues… logro un poco y así digo a mover droga, lo peor del caso que al mover la droga empecé a consumirla demasiado y me hice un tanto adicta a la coca" (Little One, ex pandillera del Barrio 18, Honduras).

Con relación a las formas de ingresar a las pandillas, generalmente las y los aspirantes deben pasar una serie de pruebas durante una fase conocida como "chequeo". Durante esta etapa, es preciso que cumplan con tareas encomendadas por el grupo. Para los hombres, el rito de ingreso involucra soportar una paliza propinada por miembros de la pandilla, la cual dura 13 segundos (en el caso de la MS13) o 18 segundos (cuando se trata del Barrio 18). Las mujeres tienen dos opciones: recibir la paliza o sostener relaciones sexuales con miembros del grupo.

De acuerdo con lo que se pudo constatar en este estudio de carácter exploratorio, prácticamente todas las mujeres optan por la paliza y no por la violación sexual colectiva:

"Las mujeres o la gente de afuera creen que la hembrita va a llegar y solo por el sexo va a tener el reconocimiento. Eso no es así, si van a entrar a la pandilla, ellas entran igual que los varones, entran por una golpiza como los hombres (El Lazy, El Salvador).

"Lo primero que me dijeron o me ofrecieron fue sexo por 13 segundos, yo dije "n’ombre" [es decir, no aceptar esa propuesta]. La otra propuesta eran 13 segundos de golpes, luego me preguntaron, "¿Por cuál decidís?"; decidí por la segunda propuesta. Llamaron a 8 chavos y, entre este grupo, 3 eran mujeres y los otros 5 eran hombres; en ese tiempo se usaba zapatos de cubo con hierro en la punta, eran buenas patadas, aún tengo un golpe que fue parte de esa golpiza, que es una demostración de que tenemos la fuerza y la entereza para cuando el enemigo nos quiera atacar nosotras no esperar el golpe para poder doblegarlo a él y que él no nos doblegue a nosotras (Lily, ex pandillera, El Salvador)".

Las mujeres prefieren la paliza porque les parece más digno y porque de esta manera el grupo las respeta más. Es una manera de demostrar honor, fuerza y valentía, reproduciendo un modelo masculino que es de suma importancia para el grupo: "Lo contrario de la que se brinca por 13 segundos de golpiza: ellos saben que la que ha aguantado los 13 segundos, o los 18, por lo cual ella tiene marcado esos 13 segundos, el beneficio de esto es que en la calle, ella golpea a cualquiera, esa mujer tiene voz y voto dentro de la pandilla. En las reuniones donde ellas se mantienen perfectamente pueden hablar, tienen la decisión de hablar, de proponer" (Bea, ex pandillera, El Salvador).

Por el contrario, cuando una chica opta por la vía sexual de ingreso no es tomada en serio por el grupo, el resto de miembros duda de su lealtad y, por lo general, no logra integrarse plenamente a la pandilla. Las mujeres que ingresan mediante relaciones sexuales son desprestigiadas, desvaloradas y, en ocasiones, utilizadas como "carnada" frente al enemigo o por los mismos miembros del grupo. También son rechazadas por las otras mujeres que sí ingresan a través de una paliza: "La verdad no se le toma parte en el grupo porque no tienen ningún respeto. Siempre ha habido chicas que solo les gusta el vacil, el sexo, el alucín. En algún momento ellas alucinaban que eran parte del grupo, no era así y jamás lo serán" (Lily, ex pandillera, El Salvador).

La diferencia más importante entre hombres y mujeres que ingresan a las pandillas es que a las mujeres se les ofrece una vía alternativa de ingreso: las relaciones sexuales. Esto refleja la utilización de su cuerpo como espacio desde donde los hombres pueden ejercer poder y dominio. Al mismo tiempo, al desvalorizarse a las mujeres que ingresan a la pandilla por la vía sexual, se evidencia la dualidad misógina desde la cual muchas veces las sociedades patriarcales valoran la sexualidad de las mujeres: es aceptada bajo ciertos cánones (generalmente, el matrimonio), pero es rechazada cuando se ejerce como opción desde las propias mujeres. El hecho de que las mujeres puedan ingresar a las pandillas si tienen relaciones sexuales es, además, un hecho que manifiesta cómo el cuerpo de las mujeres se vuelve territorio para el ejercicio de la fuerza de sus compañeros hombres, lo cual convierte al acto sexual en un acto de humillación y de violencia de género.

Otro aspecto importante relacionado con el ingreso de las mujeres a las pandillas son las relaciones afectivas, las cuales se manifiestan en los noviazgos que muchas de ellas experimentan como etapa previa. Esta podría ser una estrategia utilizada por las mujeres para evitar la experiencia negativa y degradante de la violación sexual colectiva o "trencito", como se le conoce, que implica la dominación y el sacrilegio de su cuerpo. También podría tratarse de un mecanismo para granjearse un espacio afectivo que le provee seguridad, prestigio y respeto en el grupo social al que de alguna manera se admira.

La relación de noviazgo le ofrece a la mujer una situación de ventaja para evitar la golpiza y la degradante violación sexual. Al parecer, el noviazgo puede ser un mecanismo para que las mujeres aspirantes a pandilleras puedan ejercer más influencia, aunque casi siempre el poder del hombre prevalece: "yo le dije que si no me dejaba entrar (a la mara) lo dejaría. Él me dijo que si lo dejaba, me mataba" (Blanca, ex pandillera, MS13).

Llama la atención que la mayoría de las relaciones afectivas de noviazgo ocurren entre las mujeres y los líderes varones o miembros influyentes dentro de la pandilla (proveedor de droga, armas, custodio del dinero, veterano) y, en muy pocas ocasiones, las mujeres seleccionen como pareja a un pandillero de poco rango o experiencia (como un "soldado" o un novato). Esto es un rasgo característico de las relaciones de pareja en sociedades y grupos signados por el patriarcado, en el sentido de que en ellas los hombres con mayor "prestigio" social (sea cual sea la fuente de dicho prestigio) son los que resultan más atractivos para las mujeres, quienes suelen buscarles porque esto a su vez significa, para ellas, acceso a mayor posición, más seguridad, mejores recursos, etc.

Quizás y sin darse cuenta, antes de que un líder de una pandilla "escoja" a una joven o adolescente para que ésta sea su "jaina" (novia), es ella quien ya lo ha escogido para que él sea su vehículo de ingreso a la pandilla y le transfiera el estatus y los privilegios que su pareja ya posee. Algunos relatos en las entrevistas proporcionan pistas al respecto: "[...] ya después fui superando más arriba, pues fui creciendo… con el jefe de la pandilla, pues él me molestaba bastante, yo le gustaba mucho a él, entonces… cuando yo comencé a vivir con él, o sea, cuando fui mujer de él ya no me tocó hacer nada más para entrar a la pandilla. La gente decía que yo había vivido con todos, no. Porque dicen cuando una mujer entra y está con el jefe… porque el jefe es el que manda, él dice: con esta me quedo yo" (El Crispín, ex miembro de la Mara Vatos Locos).

Una de las entrevistadas señaló que muchas jóvenes entran a las pandillas principalmente por sus parejas, pero luego se van haciendo a la convivencia y después ya no pueden salirse, aunque quieran: "al poco tiempo el hombre ya se siente dueño de uno. Como pareja son diferentes, no les importa si tienen hijos, no tienen piedad por nadie. Ellos dicen siempre: si me dejás, te mato, porque si no vas a ser para mí, no vas a ser para otro, pero ellos tienen más mujeres" (Blanca, ex pandillera, MS13).

Los pandilleros prefieren conquistar a mujeres jóvenes fuera de la pandilla. En las entrevistas se evidenció que los pandilleros eligen como novias generalmente a menores de edad entre los 13 y 15 años que no pertenecen a la pandilla. Esto es confirmado por ellos y por las chicas que han quedado embarazadas a una edad temprana. Por el contrario, las mujeres pandilleras únicamente pueden buscan novio dentro de la clica o dentro de la pandilla, o no tienen novio porque generalmente el grupo les prohíbe tenerlo afuera.

El rol de las mujeres en la pandilla

La participación de las mujeres en el seno interno de las maras o pandillas juveniles ha experimentado cambios en la medida en que las estructuras pandilleras y su accionar han evolucionado con el tiempo. En estudios iniciales sobre las pandillas es notoria la percepción que los jóvenes pandilleros tienen respecto de sus pares mujeres. En una entrevista de 1999 con un líder de la mara Vatos Locos acerca del papel de las mujeres en la pandilla, el entrevistado responde que las mujeres solo sirven para el alucín, para el enamoramiento.

Los pandilleros solían conquistar a las adolescentes y las jóvenes de los barrios para reafirmar su masculinidad y demostrar poder frente a los demás jóvenes de la localidad. Las mujeres cumplían la función de novias, parejas, madres de los hijos de pandilleros y cuidadoras del grupo. Sin embargo, las mujeres no participaban de las actividades peligrosas de la pandilla ni se les exponía de manera innecesaria, su rol era más pasivo y tradicional (IUDOP, 2010).

En la actualidad, las mujeres continúan cumpliendo con estos roles que tradicionalmente les han sido asignados por el sistema de dominación patriarcal, como ser compañeras sexuales de los pandilleros, criar a los hijos, cocinar para el grupo, cuidar a los enfermos, visitar a los presos y servir de enlace entre la pandilla (ámbito privado) y el mundo exterior (ámbito "público"):

"…yo pasaba en la casa y hacía la comida para él, la limpieza y él llevaba más amigos y tenía que hacer la comida para ellos, llegaban otras amigas para apoyar. Ellos daban el dinero para la comida" (Little Star, El Salvador).

"La obligación de los hijos es de la madre, es difícil que la haga el hombre, ha de haber alguno que sea bueno, pero saber dónde" (Yesi, ex pandillera MS13, Guatemala).

Por otra parte, es importante indicar que el paso de los años y el mismo cambio generacional acontecido hacen que en la actualidad exista la denominada ‘familia maras’ o ‘familia pandillas’. Estas unidades familiares están integradas por parejas de pandilleros con hijos y por otros familiares que dependen de la mara o pandilla; pueden llegar a estar integradas hasta por doce personas viviendo en condiciones de hacinamiento y que dependen económicamente de las actividades de la pandilla. Estosignifica que alrededor de las maras y las pandillas existe una red social que les ofrece apoyo y protección. En este tipo de familias, los hombres siguen desempeñando el rol de proveedor y protector que les es asignado en el sistema de dominación patriarcal. El corolario de esto es que las mujeres permanecen también en el mundo de sujeción que se da en el ámbito privado.

Los roles tradicionales que cumplen las mujeres en las pandillas responden a la construcción social que se hace desde la cultura patriarcal del "deber ser" de la mujer: cuidar a los hijos, preparar los alimentos, atender a los enfermos, cuidar al hombre, serle fiel.

En la medida en que las pandillas han evolucionado y se han involucrado cada vez más en la comisión de delitos de diversa índole, las mujeres han tomado un rol más protagónico en las pandillas. En ese marco, algunas han dejado de ser pasivas espectadoras para convertirse en perpetradoras de hechos violentos y delictivos. No se tiene información acerca de si estos cambios responden a una estrategia de la pandilla o se han originado en el reclamo de igualdad de las mujeres en el seno interno de las pandillas. Tampoco se sabe si esto se debe a la persecución de que comenzaron a ser objeto los miembros de las pandillas, al tenor de las políticas represivas y de mano dura implementadas por los Gobiernos en períodos anteriores. Esta persecución podría haber originado la adopción de nuevas tácticas para las cuales la presencia de las mujeres podría haber sido idónea.

En todo caso, cada vez más las mujeres pandilleras participan en actividades delictivas. Cumplen "misiones" encomendadas por el grupo, como el cobro de extorsiones a trasportistas y comerciantes, asaltos a carros repartidores de productos, trasiego de drogas, portación de armas de fuego, entre otros hechos. En estas acciones se aprovecha tanto el atractivo femenino como la imagen inofensiva de la mujer para no levantar sospecha en las víctimas ni en la policía: "…bueno, la cancha que tenemos nosotras lo que nos favorece es que ellos no pueden andar armas en la calle, nosotras sí podemos cargar armas, un jomi siempre caminaba con una jaina porque nosotras andábamos las armas, ellos adelante y nosotras con las armas. Así para el robo, para asaltar un taxista nosotras teníamos que pajiar al taxista, para así cualquier onda, un asalto en una joyería nosotras banderiábamos así porque de nosotras no se chivean y de ellos sí" (Elizabeth, ex pandillera de la MS13, Honduras).

En muchos casos, la imagen femenina es utilizada para el resguardo de armas, la obtención de información, realizar tareas de vigilancia y seguimiento de víctimas para secuestros, etc. Según los pandilleros varones, estas tareas son más exitosas cuando las realizan las mujeres: "Por ejemplo, para secuestrar a nosotras nos ocupaban para que investigáramos dónde vivía la persona, dónde trabajaba, qué hacía, a qué hora salía de la casa, a qué horas regresaba, por dónde caminaba y todo eso… Una vez me buscaron para seguir a un señor que secuestraron aquí por […] lo seguí dos semanas, les di la información y cabal, se hizo el secuestro" (Ely, ex pandillera Barrio 18, Honduras).

Las mujeres también se encargan de visitar a los pandilleros presos debido a que para los hombres es más difícil acudir a los centros penales por temor a la policía. Generalmente, las mujeres pasan desapercibidas por los sistemas de seguridad y, en ocasiones, son utilizadas para el trasiego de drogas en los centros penales: "…mi papel era el de meter y sacar droga del presidio, entraba dinero y sacaba droga…" (ex integrante mujer de la mara Vatos Locos, Honduras).

También se encomienda a las mujeres que visiten los centros penales pues ellas son las encargadas de llevar zapatos, ropa, comida, medicina y otros materiales a los pandilleros detenidos. En muchas ocasiones sirven de canal de comunicación para llevar y traer información de la pandilla. Ellas son el vínculo directo entre los pandilleros del barrio y los de la cárcel. También llevan información sobre las novias, las mujeres y los hijos e hijas de los pandilleros que no forman parte de la pandilla.

Se evidencia, entonces, que aunque las mujeres hayan comenzado a desempeñar de manera creciente las tareas que tradicionalmente hacían los hombres pandilleros, esto no ha representado para ellas una desvinculación con los roles tradicionales que les han sido asignados por el sistema de dominación patriarcal. Adicional a su rol en la comisión de hechos delictivos, en muchos casos siguen siendo clave para el mantenimiento de los vínculos familiares y para el cuidado de los demás, por lo cual puede decirse que se les asigna una doble tarea.

Posibilidades para salir de la pandilla

Salir de la pandilla no es fácil para las mujeres ni para los hombres. En conversaciones con integrantes o ex integrantes de pandillas es común escuchar que se es pandillero o pandillera para siempre. La diferencia es que puedes ser pandillero "activo" o "calmado". Ello obedece a que la pandilla se convierte en una especie de secta para sus miembros.

La lealtad y fidelidad al grupo son fundamentales. De ahí que dejar la pandilla sin la aprobación del grupo es considerado como una traición que puede costarle la vida al desertor.

En las entrevistas, las mujeres manifestaron que dos de las razones principales para salir de la pandilla son el embarazo y la necesidad de brindar cuidado a los hijos e hijas. Los relatos evidencian que la relación afectiva de las mujeres entrevistadas con sus madres es bastante fuerte y positiva. Sus madres (al igual que sus hijos), encarnan lo único bueno por lo que merece luchar en la vida. Y a su vez son el principal motor (junto con la religión) para abandonar la pandilla.

Muchas mujeres manifestaron que no les gustaría que sus hijos e hijas vivieran las mismas experiencias que ellas; sueñan con un futuro mejor para ellos y consideran que el entorno de la pandilla no es el más apropiado para una mujer embarazada o una madre: "Yo sí quería seguir caminando con los jomis porque ahí están mis amigos, mi familia, hasta que me di cuenta que si seguía ahí mis hijos iban a parar tal vez muertos, no me gustaba la inseguridad de nunca saber si vas a estar vivo o no… Por eso me salí y ahora trabajo para darles a ellos [los hijos] ejemplo y educación" (Criselda, ex pandillera, Guatemala).

Las entrevistadas en el marco de este estudio exploratorio señalaron que, por lo general, los miembros de la pandilla cuidan y protegen a las mujeres embarazadas. En algunos casos, niños y niñas conviven con la mara o pandilla y los pandilleros los tratan con afecto; sin embargo, esto no deja de ser preocupante por el permanente peligro en que vive la pandilla.

En el caso de las viudas de los pandilleros muertos o "caídos", como les llaman, los miembros de la pandilla asumen la responsabilidad de apoyar económicamente a la viuda y de proteger a sus hijos. Esto se hace en honor o memoria del padre "caído" y crea una relación de dependencia entre la madre, los niños y la pandilla.

Otra vía para salir de la pandilla es la religión. Esta opción existe tanto para hombres como para mujeres. Por lo general, las pandillas respetan la decisión de sus miembros de adscribirse a una iglesia y participar activamente. Muchos jóvenes buscan en la religión apoyo espiritual, afectivo y social para salir de las pandillas. Con relación a esto, una de las entrevistadas señaló: "Dios me dio otra oportunidad para salir de eso [la pandilla]".

Con frecuencia, el acercamiento a la religión surge a partir de una experiencia dolorosa o trágica a nivel personal. Una de las entrevistadas señaló que salió de la pandilla a raíz del asesinato de su pareja; otro pandillero indicó que dejó a la pandilla después de recibir varios impactos de bala y lograr salvarse; otro, que en su desesperación consumió una sobredosis de pastillas, estuvo hospitalizado tres meses, lapso tras el cual ya no volvió a la pandilla.

Cualquier otra razón para dejar la pandilla se considera traición, lo cual genera temor en las mujeres y les impide tomar la decisión de salir del grupo: "Tengo que seguir el juego porque si no ellos me van a matar al salir de la mara" (Blanca, ex pandillera MS13).

El miedo y la violencia son elementos que contribuyen a la cohesión y control normalizados en estos grupos, pero se ejercen de distinta manera sobre los hombres y las mujeres: "No importa morir, el problema es quién lo mata a uno", dice el ex marero entrevistado, "pero las mujeres no se pueden ir con otro ni cuando uno está muerto", señala" "Si a mí me matan, atrasito vas vos porque no serás de nadie, les dicen muchos mareros y pandilleros a sus mujeres. Y ellas dicen: ya nadie se puede salir de eso" (Ely, ex pandillera, Guatemala).

Las y los jóvenes que desean salir de las maras y pandillas generalmente no encuentran apoyo estatal ni social para lograrlo. Existen muy pocos programas estatales y de la sociedad civil que ofrezcan protección y servicios para pandilleros dispuestos a salir y cambiar. Por ello, muchas y muchos jóvenes acuden a las iglesias en busca de ayuda" "Ninguna institución, ni el Gobierno, me permitieron o me ayudaron a salir de eso, solamente Dios" (Ely, ex pandillera, Guatemala).

La vida fuera de la pandilla tampoco es fácil. Las pandilleras continúan enfrentando la discriminación y estigmatización social por parte de las instituciones públicas y por la comunidad: "De todas maneras, si uno tiene tatuajes lo ven a uno mal. Yo fui el otro día la hospital y las enfermeras decían que no me iba a doler lo que me estaban haciendo en la espalda porque yo tenía tatuajes… En el instituto de mis hijas me voltean a ver raro y por eso llevo blusas de manga larga, no por mí, sino por ellas [sus hijas]" (ex pandillera, Guatemala).

A pesar de salir de la pandilla, muchas mujeres siguen guardando cierto cariño por ella y mantienen comunicación con algunos de sus miembros. Algunas de las entrevistadas dijeron sentirse identificadas todavía con la pandilla porque fue su familia; también indicaron que ocasionalmente ayudan de alguna manera a quienes están aún en las pandillas.

Lograr salir de la mara supone abandonar ciertas prácticas violentas y de inseguridad, pero no garantiza a las mujeres verse fuera de la lógica del poder y dominio machista que marca su vida privada y pública e imprime sometimiento en sus vidas. Dentro de la pandilla, el patriarcado y el machismo se exacerban como formas de dominación y control, para lo cual se emplean mecanismos en los que la violencia contra las mujeres —denominador común del sistema de dominación patriarcal— se potencializa o magnifica. Tal exacerbamiento atrincheradas, conformadas por códigos inquebrantables en cuerpos y corazones frágiles, vulnerables: mujeres violentas y violentadas.

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