El impacto de la prohibición del aborto en El Salvador
* *
copiado tal cual del informe "Al borde de la muerte. Violencia contra las
mujeres y prohibición del aborto en El Salvador" de Amnistía Internacional
Los
cálculos de la OMS confirman que la situación jurídica del aborto no reduce el
número de abortos inducidos, pues las mujeres intentarán abortar con
independencia de dicha situación, así como de la disponibilidad legal del
aborto. Así como el aborto es un procedimiento seguro cuando lo practican
profesionales de la salud competentes en condiciones higiénicas, los abortos
clandestinos son por lo general inseguros, generan gran número de
complicaciones y pueden ser causa de muertes o morbilidad maternas. Según la OMS,
el primer paso para evitar muertes maternas es garantizar que las mujeres
tienen acceso a la anticoncepción y a un aborto sin riesgos. Esto reduciría los
embarazos no deseados y los abortos inseguros.
Este
capítulo comienza con una breve exposición de los datos sobre mortalidad
materna, tanto en El Salvador como en el mundo, seguida de testimonios que
demuestran cómo la ley impide que las mujeres, sobre todo las jóvenes y las
niñas, accedan a servicios de salud esenciales, y de un apartado sobre los
suicidios relacionados con embarazos no deseados. A continuación se incluyen
testimonios sobre la situación de las sobrevivientes de violaciones. En el
siguiente apartado se exploran la práctica y el impacto de los abortos
inseguros y clandestinos, incluido su impacto desproporcionado en las mujeres y
niñas que viven en la pobreza, así como el trato que éstas reciben en el
sistema de salud cuando necesitan atención después de un aborto. También se
analizan las repercusiones que tiene la penalización del aborto para las
mujeres que han sufrido abortos espontáneos. Por último, este capítulo expone
cómo el sistema de justicia penal niega a estas mujeres el acceso a la justicia
y el impacto que tiene el encarcelamiento en su vida y en la vida de sus
familias.
LA
PROHIBICIÓN TOTAL DEL ABORTO EN EL SALVADOR MATA A MUJERES Y NIÑAS
Aunque
en los últimos años la mortalidad materna ha disminuido en El Salvador, las estadísticas
oficiales no son fiables, como muestran los informes de las agencias de la ONU.
Por ejemplo, entre 2008 y 2012, el gobierno salvadoreño informó de una media de
50,8 muertes de mujeres relacionadas con el embarazo por cada 100.000
nacimientos vivos. Periódicamente, UNICEF, la OMS, el UNFPA y el Banco Mundial
evalúan los datos que facilitan los gobiernos nacionales y hacen ajustes para
tener en cuenta el déficit de informes y la clasificación errónea de las
muertes maternas. La cifra ajustada para El Salvador —80,1 muertes de mujeres
relacionadas con el embarazo— es significativamente mayor que la cifra media
facilitada por las autoridades nacionales. Además, la tasa de mortalidad
materna de El Salvador es superior a la media regional de Latinoamérica y el
Caribe.
Los
datos sobre muertes relacionadas con el aborto y morbilidad materna en El
Salvador son aún más difíciles de obtener debido a la penalización del aborto.
Sin embargo, el Ministerio de Salud informó de que entre 2005 y 2008 se
practicaron 19.290 abortos en el país, el 27,6% de ellos a niñas. Cifras
anteriores indican que el 11% de los abortos desembocaron en la muerte de la
embarazada; sin embargo, es probable que el porcentaje sea muy superior.
En todo
el mundo, se practican aproximadamente 22 millones de abortos inseguros al año,
el 98% de ellos en países en desarrollo. Globalmente, el aborto inseguro causa
la muerte de aproximadamente 47.000 mujeres y discapacidad a otras 5
millones.63 Esto representa alrededor del 13% de la mortalidad materna, lo que
convierte el aborto inseguro en la tercera causa de mortalidad derivada de la
maternidad en el mundo.
Los
regímenes restrictivos del aborto son un factor contribuyente importante del
uso de abortos inseguros.
Aunque
las autoridades salvadoreñas afirman que están trabajando para reducir la
mortalidad materna y han hecho algunos avances importantes, no adoptan la
medida que reduciría sin duda la mortalidad: garantizar el acceso a un aborto
sin riesgos y legal. El propio gobierno ha reconocido que la prohibición total
del aborto está dificultando los esfuerzos para reducir la mortalidad materna: “Esta
disposición penal [la ley que penaliza todas las formas de aborto] obstaculiza
la atención de muchas mujeres embarazadas cuyas vidas están en riesgo".
LA
SOBREPROTECCIÓN DE LOS INTERESES DEL FETO EMPUJA A MUJERES CON PROBLEMAS DE
SALUD AL BORDE DE LA MUERTE
“Pareciera
que la ciencia avanza y las leyes del país evitan que nosotros avancemos
también. Las leyes deberían de hacerse para fortalecer la salud y no la salud
limitarse a las leyes. Y aquí no sucede eso. Evitamos hacer acciones médicas
porque la ley así nos lo exige, cuando debería de ser al revés, legislarse a
favor de que la salud sea cada vez mejor. Pero en este caso, de la mujer, no es
así. No es así. Y todavía no logro yo entender en qué momento se hizo esa
modificación a la ley y no se tomó en cuenta todo esto.”- Entrevista de
Amnistía Internacional con un médico, septiembre de 2013.
La
prohibición total del aborto y su penalización en El Salvador provoca retrasos
en la prestación de atención médica crucial y su negación a mujeres y niñas
cuya salud o cuya vida corren peligro si siguen adelante con el embarazo. Un
abogado especializado en salud dijo a Amnistía Internacional que la ley plantea
a los profesionales de la salud un dilema ético, pues si cumplen su obligación
ética general de proteger la vida de una paciente podrían ser enjuiciados y
encarcelados entre seis y 12 años.
Un
médico que trabaja en la unidad de salud materna de un hospital público dijo a
Amnistía Internacional: “No es una cuestión médica lo que estamos discutiendo,
sino que es una cuestión puramente y netamente legal. Todos sabemos qué es lo
que hay que hacer, pero volvemos a que todos estamos amarrados con lo escrito
en la ley”.
Los
médicos informaron a Amnistía Internacional de que sólo pueden limitarse a
observar si el estado de la mujer se deteriora lo suficiente antes de emprender
cualquier acción que pueda perjudicar al feto, incluida la interrupción del
embarazo.
Un
médico entrevistado por Amnistía Internacional en septiembre de 2013 explicó
cómo la prohibición del aborto empuja a las mujeres al borde de la muerte: “No
hay opción. El problema es ése. Que si nosotros tuviéramos la alternativa de
decirle: 'Mire. Tenemos estas opciones. Arriesgarla y esperar que suceda algo
milagroso y que su embarazo llegue a un momento en que pueda subsistir su hijo,
o hacerle una interrupción ahorita que desde el punto de vista médico es lo más
conveniente para su salud. Y especialmente cuando tiene otros hijos'. Pero no
podemos decirle eso, porque al decirle eso va a decirnos: 'Sí, eso quiero yo'.
Y nosotros le responderíamos: 'Sí, pero no podemos porque es ilegal'.
'¿Entonces para qué me lo ofrece?'’”
Un
médico con muchos años de experiencia en salud materna dijo a Amnistía
Internacional que, por ejemplo, incluso en el caso de un embarazo ectópico
(embarazo no viable en el que el óvulo fecundado se implanta y empieza a
desarrollarse fuera del útero, normalmente en una trompa de Falopio), la
penalización del aborto y la protección desproporcionada de la vida del feto
hace que los profesionales de la salud no puedan ofrecer el tratamiento más indicado
desde el punto de vista médico. Si no se trata, el embarazo puede causar la
rotura de la trompa de Falopio, causando una hemorragia interna y la muerte de
la mujer: “A pesar de que sabemos que hay que intervenir, no lo podemos hacer
porque el embrión aún está vivo. Entonces vamos a esperar a que la paciente
presente signos de hemorragia, porque es ilegal. Incluso, algunos colegas
cuando toman los ultrasonidos, que vienen de afuera, del exterior del país, lo
ponen: 'embarazo ectópico: embrión vivo'. Y abajo ponen: 'recordar que es
ilegal hacer eso'. Y la paciente viene como más confundida. 'Mire yo sé que me
tienen que, pero… ¿qué voy a hacer?'” (médico de la sala de maternidad de un
hospital público, septiembre de 2013).
La
protección del derecho a la vida contenida en los tratados internacionales no
se aplica antes del
nacimiento
Quienes
se oponen al aborto afirman que la protección del derecho a la vida contenida
en los tratados internacionales y regionales de derechos humanos es aplicable
antes del nacimiento, por lo que prohíbe a los
Estados
que permitan el aborto. En realidad, ningún órgano de derechos humanos ha
declarado nunca que la
interrupción
del embarazo sea incompatible con el derecho a la vida del feto o con otras
protecciones de los derechos humanos. Los órganos de la ONU han reconocido, no
obstante, que se pueden proteger los intereses del o la que va a nacer mediante
la promoción de la salud y el bienestar de las mujeres embarazadas.
Además,
los órganos internacionales de derechos humanos sí han concluido que las
restricciones del aborto, en la ley o en la práctica, son una violación de las
obligaciones contraídas por los Estados (véanse los detalles en el anexo).
El
Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, en un caso
sobre negación del aborto a una joven que había sido violada y que intentó
suicidarse, recomendó que el Estado adoptase medidas para garantizar el acceso
al aborto en casos de violación y que diera prioridad a la vida y la salud de
la mujer o niña embarazada respecto de la protección del feto.
La
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de
Derechos Humanos han afirmado, por su parte, que la Convención Americana sobre
Derechos Humanos no protege un derecho absoluto a la vida antes del nacimiento,
como quedó de manifiesto en el caso de Beatriz (véase infra).
En un
caso sobre prohibición de la fecundación in vitro, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos dirimió si el derecho a la protección de la vida previsto en
el artículo 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos se aplica a
los embriones. La Corte declaró que aunque la protección del derecho a la vida
no comienza hasta que se implanta el embrión en el útero, la protección no es
absoluta, sino general, gradual y e incremental según el periodo de gestación.
Además, reconoció que en las decisiones sobre si ser padres intervienen el
derecho a la vida privada y los principios relacionados e interconectados de la
autonomía personal, la libertad reproductiva, y la integridad física y
psicológica. Según estas decisiones, la prohibición total del aborto en El
Salvador es incompatible con la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Sin
embargo, se obliga a las mujeres a sufrir un dolor y un trauma prolongados a
sabiendas de que sus vidas penden de un hilo. El mismo médico informó de que
algunas mujeres trataban por todos los medios de permanecer conscientes para
poder conocer inmediatamente el deterioro de su estado y pedir el tratamiento
para salvar su vida antes de que fuera demasiado tarde: “Lo que pudo haber sido
una cirugía de baja complejidad se vuelve en una cirugía de alto riesgo”.
Lejos
de su hogar, algunas mujeres se marchan sin más del hospital y vuelven a casa
para aguardar su suerte junto a sus seres queridos. Amnistía Internacional tuvo
conocimiento del caso de una mujer que murió cuando fue readmitida en el
servicio de urgencias de un hospital local.
El caso
de Beatriz ilustra la tortura física y mental que infligen los sistemas de
salud y judicial debido a la prohibición del aborto en El Salvador, y muestra
hasta qué punto estos sistemas se desentienden en ocasiones de la vida de las
mujeres.
EL CASO
DE BEATRIZ
A
finales de 2012, Beatriz, una joven de 22 años procedente de una zona rural de
El Salvador, se quedó embarazada por segunda vez. Durante su embarazo anterior
había sufrido graves complicaciones. Beatriz tiene un historial de lupus, una
enfermedad autoinmune en la cual el sistema inmunológico del cuerpo ataca los
tejidos del propio paciente, y otros problemas de salud, entre ellos una
enfermedad renal relacionada con el lupus. A principios de 2013, también quedó
patente que el feto era anencefálico (carecía de una gran parte del cerebro y
del cráneo), una malformación mortal que, según ha determinado la ciencia
médica, no le permitiría sobrevivir más que unas horas o días tras el
nacimiento.
En
marzo de 2013, mientras la salud de Beatriz se deterioraba al comienzo del
cuarto mes de embarazo, los médicos que la atendían en el Hospital Nacional
Especializado de Maternidad de San Salvador pidieron una opinión al Comité
Médico del centro sobre la situación jurídica. Aunque el equipo médico que
trabajaba en su caso sabía que los síntomas de Beatriz indicaban, desde el
punto de vista médico, la necesidad de practicarle un aborto terapéutico, la
ley se lo impedía. Según el artículo 135 del Código Penal, el médico que
practique un aborto puede ser condenado a una pena de entre seis y 12 años de
prisión y a la inhabilitación especial para el ejercicio de su profesión
durante el mismo periodo (lo que dificulta enormemente volver a su ejercicio
tras la excarcelación).
Un
médico que intervino en el caso de Beatriz y que formaba parte del equipo que
trabajó para estabilizar su estado en circunstancias cada vez más difíciles,
dijo a Amnistía Internacional en septiembre de 2013: “Tal y como se presentó,
no hubo absolutamente nadie que dijera que estaba en contra desde el punto de
vista médico. No existía ninguna indicación de continuar con ese embarazo y lo
único que podríamos conseguir era que ella se nos complicara o incluso se
muriera […]. Sin embargo, un grupo de médicos a pesar de estar de acuerdo nos
dijeron: ‘Sí, sí, estamos de acuerdo, pero es ilegal’”.
Mientras
tanto, la salud de Beatriz seguía empeorando. El estrés del miedo a morir en
cualquier momento y la añoranza de su familia y de su hijo de un año la
debilitaron aún más.
El 11
de abril de 2013, los representantes legales de Beatriz apelaron a la Sala de
lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador solicitando
que se le diera el tratamiento que necesitaba sin más dilación. Pese a la
urgencia médica, la Corte tardó seis días en acordar oír el caso, y no estaba
prevista ninguna decisión sobre si Beatriz tenía derecho a recibir tratamiento
médico urgente para proteger su vida y su salud.
Como
las autoridades nacionales no actuaban para proteger su vida, Beatriz y quienes
la apoyaban recurrieron al sistema regional de derechos humanos en busca de
ayuda. La Agrupación Ciudadana —la ONG que apoyaba a Beatriz e hizo campaña a
su favor—, junto con La Colectiva Feminista y el Centro por la Justicia y el
Derecho Internacional (CEJIL), llevaron el caso a la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos. El 29 de abril, la Comisión dictó unas medidas provisionales
en las que instó a El Salvador a que se diera a Beatriz el tratamiento médico
recomendado por sus médicos, con arreglo a los deseos de la paciente, en el
plazo de 72 horas. Aun así Beatriz no recibió el tratamiento necesario.
El 26
de abril, cuatro expertos de la ONU habían pedido también al gobierno de El
Salvador que se proporcionara a Beatriz el tratamiento médico necesario para
salvarle la vida.
Los
periódicos de El Salvador informaron casi todos los días del caso, que atrajo
una atención cada vez mayaren todo el mundo. Aun así, el gobierno mantuvo su
silencio.
En
mayo, activistas de organizaciones de todo el mundo, incluida Amnistía
Internacional, enviaron cientos de miles de mensajes de correo electrónico,
faxes y cartas, y se organizaron manifestaciones de apoyo a Beatriz frente a
las embajadas de El Salvador en Latinoamérica y Europa.
Ante la
indiferencia de las autoridades y la falta de voluntad del Estado de abordar su
situación, Beatriz grabó una entrevista en video para rogar por su vida: “Yo
creo que sería lo mejor que lo hicieron, por salvar mi vida, porque… no tiene
sentido seguir con un embarazo que no va a vivir. Yo quisiera que la Sala [de
lo Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia] acepte, y que hagan lo que
tienen que hacer con mi vida, conmigo, porque yo… yo quiero vivir. Y les pido
de corazón que lo hagan.
El 15
de mayo, más de un mes después de que se presentara su apelación, la Sala de lo
Constitucional de la
Corte
Suprema de Justicia celebró por fin una audiencia para examinar el caso. La
sala estaba llena de abogados, funcionarios, trabajadores de derechos humanos y
médicos. Beatriz, que ya estaba embarazada de seis meses, estuvo presente junto
con sus dos abogados. No obstante, hubo una persona a la que se prohibió la
entrada: el doctor Aníbal Faúndes, obstetra y ginecólogo reconocido
internacionalmente, que iba a declarar como perito en la vista, y a quien se
negó la autorización so pretexto de que el documento que acreditaba sus
cualificaciones profesionales no estaba apostillado. Según la prensa, la
ministra de Salud salvadoreña, doctora María Isabel Rodríguez, expresó así su
asombro ante la decisión de la Sala: “Cualquier persona en el mundo científico,
que conoce del campo sabe que es una de las figuras más importantes del
continente [...] el mejor perito, que se puede tener”.
En
medio de la audiencia, tras ser interrogada durante 30 minutos y cuando trataba
de convencer a los magistrados de que la permitieran recibir el tratamiento
médico que necesitaba para salvar la vida, Beatriz sufrió una crisis nerviosa
que provocó una alteración hipertensiva y tuvo que ser llevada con urgencia al hospital.
La
audiencia concluyó el 16 de mayo. Pese a que la vida de Beatriz corría más
peligro cada día que pasaba, los magistrados de la Sala dijeron que dictarían
una resolución definitiva en el plazo de 15 días laborables. El 29 de mayo,
dada la gravedad de la situación y a la vista de que las autoridades
salvadoreñas no cumplían las medidas cautelares ordenadas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
intervino y ordenó al Estado que adoptara todas las medidas necesarias para
permitir que los médicos de Beatriz la trataran sin interferencias.
El 3 de
junio, el gobierno salvadoreño permitió por fin que se le practicara a Beatriz
una cesárea temprana. Sus retrasos habían obligado a Beatriz a esperar hasta
después de la vigésima semana de embarazo, cuando la interrupción del embarazo
ya no se consideraba médicamente un aborto, sino un parto inducido. Jugando con
la vida de Beatriz, las autoridades pudieron afirmar que no se había sentado un
nuevo precedente legal y que se había respetado la prohibición total del
aborto.
Tal
como se preveía, el recién nacido murió horas después del parto; le faltaban
gran parte del cráneo y del cerebro. Beatriz sobrevivió. Aún se desconocen los
efectos a largo plazo que el retraso en recibir tratamiento tendrá en su salud
física y mental.
NIÑAS Y
MUJERES JÓVENES CON RIESGOS ESPECIALES PARA LA SALUD
El
embarazo en niñas conlleva riesgos especiales porque su cuerpo no está aún
físicamente desarrollado. Muchas sufren partos difíciles porque la pelvis es
demasiado estrecha para que el feto recorra el canal de parto. Otras
complicaciones asociadas especialmente a este grupo de edad son los nacimientos
prematuros o los abortos espontáneos y las fístulas, que provocan incontinencia
a la mujer o niña. Según la OMS, la causa principal de muerte de mujeres adolescentes
en la mayoría de los países en desarrollo son las complicaciones del embarazo y
el parto, y quienes corren más riesgo de morir por dolencias relacionadas con
el embarazo son las menores de 15 años.
En
2013, el Ministerio de Salud informó de que el 32% de todos los embarazos de El
Salvador eran de adolescentes, lo que representa la mayor tasa de embarazos
adolescentes de Latinoamérica. La Encuesta Nacional de Salud Familiar más
reciente indica que el 23% de las adolescentes de entre 15 y 19 años han tenido
al menos un embarazo. Casi la mitad (el 47,7%) de las adolescentes que tenían
18 años o menos cuando se quedaron embarazadas por primera vez no deseaba el
embarazo.
La
Oficina del alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos
identificó algunas de las causas subyacentes del embarazo adolescente en un
informe global sobre mortalidad y morbilidad maternas: “El primer paso es
analizar no solo por qué las adolescentes presentan tasas elevadas de
morbilidad y
mortalidad
materna, sino también por qué quedan embarazadas. El enfoque basado en los
derechos humanos define el problema y aborda tanto las causas inmediatas como
las causas básicas de la mortalidad y morbilidad materna, ya que ello determina
las posibilidades de resolver los problemas concretos a nivel local.
Entre
otros muchos factores, los embarazos de adolescentes pueden deberse a una falta
de educación integral
sobre
la sexualidad; a normas de género que promueven el embarazo a una edad
temprana; al matrimonio
precoz;
a altos niveles de violencia sexual y/o comercio sexual; a la falta de
servicios de salud adaptados a las
necesidades
de los jóvenes; a la ausencia de métodos anticonceptivos asequibles y
accesibles; o a una
combinación
de estos factores. Las tasas desproporcionadamente altas de morbilidad y
defunción pueden ser atribuibles, entre otras cosas, a la llegada demasiado
tarde a los establecimientos de salud o al hecho de no solicitar asistencia por
alguna de las razones señaladas en el ejemplo anterior. Entre las adolescentes,
puede haber también una tasa desproporcionadamente alta de abortos
autoinducidos, unida al temor a las sanciones penales. Otros factores pueden
ser un marcado desconocimiento de los signos que indican una urgencia
obstétrica, la falta de sensibilidad, percibida o real, con respecto a los
problemas de los jóvenes en los establecimientos de salud, o una combinación de
estos factores."
EL
ESTIGMA DEL EMBARAZO ADOLESCENTE
Los
testimonios recogidos por Amnistía Internacional muestran que el estigma del
embarazo adolescente puede llenar de vergüenza a las jóvenes, lo que deriva en
maltrato a manos del sistema de salud y en daños para su salud. Una ginecóloga
que habló con Amnistía Internacional a principios de 2014 describió así el
trato que reciben las adolescentes embarazadas: “En los últimos seis meses,
tuvimos cuatro casos que eran niñas entre 10 y 14 años cuyos bebés venían sin
los riñones. No más nacen, se mueren. Y no sólo era que se les hacía llegar al
término de los nueve meses, sino que cuando se les explicaba que el bebé venía
con malformación, les decían que era culpa de ella, de la niña por haber salido
embarazada. Es indignante, porque eso es una malformación congénita, no tiene
nada que ver que ella vaya a escoger… Esto lo decían los médicos cuando le
estaban dando la noticia.”
En todo
el mundo, y también en El Salvador, las adolescentes embarazadas son sometidas
a un intenso ostracismo social que tiene consecuencias graves para su futuro.
Culpar a la adolescente tiene también el efecto de eludir los múltiples
factores subyacentes que causan los embarazos precoces y que se remontan a la
falta de respeto por los derechos de las niñas en toda una serie de aspectos,
incluidos sus derechos a la educación y a no sufrir violencia ni discriminación.
En conjunto, las violaciones de estos derechos provocan una negación sistémica
de los derechos humanos de las niñas y las mujeres.
Comité
de los Derechos del Niño, Observaciones finales sobre El Salvador, 2010
“El
Comité acoge con beneplácito la reforma de la Ley general de educación (2004),
así como el Programa de Oportunidades y el Plan Nacional de Educación 2021.
Asimismo toma nota de la próxima iniciación de una política relativa a la
primera infancia. No obstante, son motivo de preocupación para el Comité: [...]
Las considerables diferencias existentes en el acceso a la educación entre las
zonas urbanas y las rurales, así como entre los niños y las niñas […]
El gran
número de muchachas y muchachos que abandonan los estudios a causa del embarazo
durante la adolescencia, del trabajo infantil o de razones relacionadas con la
migración económica.” Un psiquiatra describió cómo las adolescentes embarazadas
son rechazadas, aisladas, avergonzadas y culpabilizadas hasta el punto de
llevarlas a la depresión: “Primero tenían un rechazo total en la escuela. Les
decían: 'Mientras usted está embarazada, usted no viene a la escuela, va a ser
un mal ejemplo para las otras niñas'. La vergüenza en muchas de ellas existe
como una vergüenza ya culturalmente, ya estructural [...] que a veces no hay
necesidad de que sea explícita. Sino que simplemente con el hecho de saber que están
embarazadas, ellas ya no van a la escuela porque allá las van a rechazar. En la
casa, otro rechazo: '¿Por qué no te cuidaste? ¿Por qué anduviste teniendo
relaciones sexuales?'. O sea, rechazo en la escuela, rechazo en la casa.
Rechazo también en la comunidad. Porque en la comunidad empezaban las
habladurías de que eran las niñas promiscuas [...] al final, están en casa sin
salir. Entonces todo eso va creando las condiciones para que esas niñas emocionalmente
se vayan afectando; entonces, porque así es, terminan con una depresión grave,
y las depresiones graves siempre llevan a conducta suicida. Han sido agredidas socialmente.
Y rechazadas por todo el mundo”.
EMPUJADAS
A LA DESESPERACIÓN: SUICIDIOS DE ADOLESCENTES RELACIONADOS CON EL EMBARAZO
Carla,
promotora juvenil, contó a Amnistía Internacional su desesperación cuando supo
que estaba embarazada: “Uno puede muy fácilmente llegar a decidir si es mejor
no [continuar viviendo]. Y sobre todo, porque las mujeres hemos sido
[maltratadas], por la desvalorización, por la baja autoestima. La bolsita de
matarratas que me sale más barata y ahí ya yo… porque eso es claro, se puede hacer.
O sea, es algo, en ese momento, donde estás llorando, donde te sentís mal,
donde te sentís que no vas a encontrar una solución, donde sentís que no tenés
apoyo, es más fácil eso”.
Según
el Ministerio de Salud, el suicidio es la segunda causa de muerte de jóvenes de
entre 10 y 19 años. Además, el suicidio es la causa del 57% de las muertes de
embarazadas de entre 10 y 19 años. No existen datos sobre si estos embarazos
fueron o no consecuencia de una violación o de una relación sexual consentida,
pero el propio gobierno salvadoreño ha reconocido que hace falta investigar
este aspecto. Además, dado el estigma que rodea el embarazo y la sexualidad de
las niñas y adolescentes, y en torno al suicidio en sí, es probable que no se
hayan registrado otros casos similares.
“Muchas
de estas niñas que nos hemos dado cuenta –esto ya no porque han llegado al hospital,
sino que a través de Medicina Legal, imagínense donde han terminado, verdad–
han terminado en Medicina Legal, o sea se han matado"(psiquiatra que trató
a una niña de 13 años que intentó suicidarse después de ser violada por los
miembros de una banda y de quedarse embarazada como consecuencia de la violación).
Los
datos disponibles no incluyen los intentos de suicidio que causaron lesiones
físicas a largo plazo. Amnistía Internacional entrevistó a una doctora que
contó el caso de una joven que estaba en coma, estado del que no se preveía que
fuera a recuperarse, tras ingerir matarratas para quitarse la vida o terminar
el embarazo.
VIOLENCIA
SOBRE VIOLENCIA: LA SITUACIÓN DE LAS SOBREVIVIENTES DE VIOLACIÓN
La
relación entre violencia sexual, embarazo no deseado y aborto inseguro es
evidente. Aunque es difícil obtener datos generales, la OMS ha calificado la
violencia sexual de problema de salud pública importante y violación de
derechos humanos. En el mundo, incluido en El Salvador, las niñas y mujeres
jóvenes experimentan tasas más elevadas de violencia sexual que las mujeres
adultas, lo que contribuye a que tengan un mayor riesgo de embarazo no deseado
y de aborto inseguro.85 Las mujeres y niñas de El Salvador que se quedan
embarazadas como consecuencia de la violencia sexual no tienen más opción que llevar
el embarazo a término o buscar un aborto clandestino y peligroso.
Las
consecuencias de obligar a las sobrevivientes de una violación a llevar a
término el embarazo son profundas y duraderas. La violencia cometida
inicialmente contra la mujer y niña es agravada de hecho por el Estado, a
través de su decisión de prohibir el aborto. Una vez más, se les niega el control
de su propio cuerpo y, de nuevo, son las jóvenes quienes corren más riesgo de
sufrir daños.
Un
médico contó su experiencia en el tratamiento de una sobreviviente de violación
de nueve años a la que obligaron a llevar a término el embarazo: “Tuvimos una
niña de nueve años. Tuvo su parto a los diez. Había sido abusada desde la infancia.
Se embarazó y… fue un caso bien difícil. Muy difícil… Terminó en un parto por
una cesárea a las treinta y dos semanas... En ese caso quizás nos marcó mucho a
nosotros porque ella no entendía lo que le estaba pasando... Nos pidió colores.
Crayoles. Y ahí se nos partió el alma a todos porque nos empezó a dibujar a
todos nosotros; dibujaba y lo pegaba. Y nosotros dijimos: ‘¡Si es una niña! Es
una niña'. Y ella al final no entendía que estaba esperando”.
Un
psiquiatra entrevistado por Amnistía Internacional en marzo de 2014 contó el
caso de una niña de 13 años que se quedó embarazada tras ser violada por los
miembros de una banda, y el trauma adicional que sufrió al ser obligada por la
ley a continuar con el embarazo contra su voluntad: “Cuando los médicos
explicaron qué cambios iba a venir teniendo y qué iba a pasar con los movimientos
del bebé, ella dice que no los quiere sentir, que la anestesien, porque no
quiere sentir esos movimientos del bebé, que ella no quiere saber absolutamente
nada de ese niño. Quería estarse golpeando en el abdomen y este tipo de cosas”.
Un
eminente psiquiatra que trabaja con mujeres adolescentes en El Salvador
califica la situación de tortura: “Ya sabemos cuál es el impacto tan devastador
que tiene en general para una mujer que tiene que llevar a cabo un embarazo no
deseado producto de una violación, pero ¿para una adolescente? Es todavía más
devastador: es que es una tortura. Obligar a que una adolescente continúe con
su embarazo es una tortura, porque a las niñas las exponen a que estén
experimentando todos los cambios del embarazo, que estén sintiendo el bebé, y
por lo tanto está recordando constantemente lo que les pasó… Las estamos
torturando”. Las tasas alarmantemente elevadas de violencia sexual contra niñas
y mujeres jóvenes, y la falta de acceso a anticonceptivos obligan a muchas
sobrevivientes a buscar abortos clandestinos y peligrosos, poniendo en peligro
su salud e incluso su vida.
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