EEUU: condiciones inhumanas en los centros de detención migratorios

* * copiado tal cual del informe "En la ‘hielera’. Condiciones abusivas para las mujeres y los niños en las celdas de detención migratoria en Estados Unidos" de Human Rights Watch

- “Nos llevaron a una sala que estaba fría y nos dieron mantas de aluminio. No había colchonetas. Dormimos en el suelo. Hacía frío, mucho frío” (Alcina C., una mujer guatemalteca detenida con su hija de 13 años en una celda de la CBP en Arizona, en septiembre de 2017)

- “Era un cuarto muy frío. Llevábamos ropa de invierno y aun así no podíamos soportar la temperatura. Dormimos directamente sobre el suelo. Las luces estuvieron encendidas todo el tiempo, incluso en la habitación” (Raissa S., una mujer brasileña detenida con su hijo de 7 años en una celda de la CBP en El Paso, Texas, en mayo de 2017).

Las familias indocumentadas detenidas por agentes de inmigración de Estados Unidos en la frontera de México y sus alrededores generalmente son retenidas en celdas de detención desde varias horas a varios días, y algunas veces durante una semana o más. Estas celdas de detención a menudo son incómodamente frías, con temperaturas tan bajas que las mujeres y los niños recuerdan acurrucarse juntos para darse calor. Las celdas de detención inmigratoria a menudo no proporcionan colchonetas para dormir, incluso para aquellos que tienen que permanecer allí varias noches o más, lo que significa que las mujeres, incluso las embarazadas, así como los niños deben dormir en bancos de cemento o directamente en el piso.

Las mujeres y los niños frecuentemente no pueden ducharse mientras están en estas celdas, independientemente del tiempo que permanezcan en detención. Los centros de detención inmigratoria a menudo no proporcionan jabón, lo que significa que las mujeres y los niños no pueden lavarse las manos después de ir al baño o antes y después de comer. A ninguna de las personas entrevistadas se les proporcionó cepillos de dientes o pasta de dientes mientras estuvieron detenidas en celdas de la CBP. En algunos casos, las celdas carecen de papel higiénico o no proporcionan compresas sanitarias o tampones para las mujeres y las niñas que están menstruando.

Un tribunal federal determinó en 2015 que las condiciones en estas celdas de detención eran “deplorables” y que violaban un acuerdo de conciliación de dos décadas en Flores vs. Reno, que rige las condiciones de detención de inmigrantes para niños. En junio de 2017, el mismo tribunal determinó que las celdas de la CBP en el Valle del Río Grande de Texas seguían violando el acuerdo judicial de Flores al no proporcionar a los niños detenidos acceso adecuado a alimentos y agua potable, someterlos a condiciones insalubres, retenerlos en celdas extremadamente frías y someterlos a condiciones que causaron la falta de sueño, entre otras deficiencias.

Casi todas las mujeres y niños que entrevistamos describieron condiciones en las celdas de la CBP que, en muchos aspectos, coinciden con las que el tribunal determinó que violaban el acuerdo de resolución.

Las celdas de detención migratoria son administradas por dos agencias de la CBP). Una, la Oficina de Operaciones de Campo (Office of Field Operations), supervisa las estaciones fronterizas oficiales (o “puertos de entrada”). La otra, la Patrulla Fronteriza (Border Patrol), es responsable de la aplicación de la ley de inmigración en otras partes a lo largo de las fronteras terrestres. Normalmente, la Patrulla Fronteriza detiene a migrantes indocumentados que intentan cruzar la frontera de manera irregular, por ejemplo, cruzando el río o el desierto, mientras que los agentes de la Oficina de Operaciones de Campo detienen a quienes solicitan asilo en un cruce fronterizo oficial. Las mujeres y los niños entrevistados para este informe relatan experiencias similares en las celdas de detención migratoria, independientemente de si se presentaron por su cuenta en un puesto fronterizo o fueron detenidos después de entrar irregularmente.

Las mujeres que viajan con niños generalmente son transferidas a uno de los tres centros de detención migratoria familiares del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (Immigration and Customs Enforcement o ICE, por sus siglas en inglés) en el país, dos en Texas y uno en Pensilvania, a veces después de un período intermedio de detención en el Centro de Procesamiento Centralizado Ursula, un centro de procesamiento de la CBP en McAllen que muchos llaman “la perrera” porque sus celdas están separadas por cercas de cadenas y parecen jaulas. Los hombres adultos son transferidos a otros centros de detención, lo que significa que los padres y hermanos adultos son separados de las madres y los niños menores de 18 años.

Una vez en los centros de detención migratoria familiares del ICE, las mujeres y los niños comparecen ante un oficial de asilo, que evalúa si tienen un “temor creíble” de ser perseguidos o torturados en sus países de origen. Aquellos cuyo temor a regresar es considerado fundado pueden ser liberados de la detención mientras se evalúan sus solicitudes de asilo.

Las prácticas abusivas en las celdas de detención migratoria no son nuevas; denuncias de que la CBP somete regularmente a los migrantes a condiciones punitivas en sus celdas de detención son de larga data. En octubre de 2017, por ejemplo, la Comisión de Mujeres Refugiadas informó que casi todas las 150 mujeres entrevistadas en 2016 y 2017 habían estado detenidas “durante días en las gélidas instalaciones de la CBP, comúnmente denominadas hieleras”.

El Consejo Americano de Inmigración documentó “condiciones marcadamente deshumanizantes” en las celdas de detención de la CBP, incluyendo temperaturas extremadamente frías, falta de acceso a duchas y privación de sueño, en un informe de diciembre de 2015. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos escuchó testimonios similares cuando sus miembros entrevistaron a mujeres en detención migratoria para un informe de 2015.

Cuando Human Rights Watch entrevistó a una decena de familias migrantes en 2014, poco después de haber sido liberadas de las celdas de detención de la CBP en Tucson, Arizona y McAllen, Texas, nos dijeron que no habían podido mantener a sus hijos calientes en las frías celdas y que no les habían proporcionado suficientes alimentos apropiados para los niños durante su tiempo bajo custodia de la CBP. Durante una visita el mismo año a lo que entonces era un centro de procesamiento de la Patrulla Fronteriza recién establecido en un almacén convertido en McAllen (la instalación a la que las mujeres se refirieron a menudo como “la perrera”), Human Rights Watch observó a niñas adolescentes no acompañadas tiritando de frío en las celdas cerca de grandes conductos de aire acondicionado.

Y un informe de la organización no gubernamental estadounidense Americans for Immigrant Justice (antes conocida como Florida Immigrant Advocacy Center) observó en 2013: “La temperatura en las celdas es tan fría que los propios oficiales de la CBP se refieren a ellas como “hieleras”. Los dedos de las manos y los pies de los detenidos se vuelven azules y se les parten y cortan los labios debido al frío.

Otros grupos, incluido el Florence Immigrant and Refugee Rights Project y el Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes, también han encontrado que las mujeres y los niños enfrentan estas y otras condiciones abusivas en las celdas de detención de la CBP. Los hombres ubicados en las celdas de detención de la CBP informan condiciones similares.

Los funcionarios de CBP le dijeron a Human Rights Watch en febrero de 2018 que la agencia sigue sus propios estándares y todas las órdenes judiciales. Sin embargo, los constantes testimonios recibidos por Human Rights Watch y los informes periódicos de otros grupos sobre las abusivas condiciones de detención en las celdas de la CBP nos llevan a concluir que la CBP probablemente continúe violando las órdenes judiciales federales así como las normas internacionales.

CELDAS EXTREMADAMENTE FRÍAS

Casi todas las mujeres entrevistadas por Human Rights Watch describieron las celdas de la CBP como “frías”, “muy frías”, “extremadamente frías” o en términos similares.
Sus testimonios sobre la detención en celdas frías eran consistentes, independientemente de si fueron detenidas a fines de 2017, en momentos anteriores de ese año o en años anteriores.

En un caso típico de los que escuchamos, Ingrid C., una salvadoreña de 23 años, dijo lo siguiente de la celda de detención de la CBP en Texas, donde ella y su hija de seis años pasaron una noche en mayo de 2017: “hacía mucho frío. Dormimos directamente en el suelo, sin colchoneta. Las luces estuvieron encendidas todo el tiempo que estuvimos allí. Hacía mucho, mucho frío”.

Las mujeres que fueron detenidas entre noviembre y diciembre de 2017 utilizaron prácticamente los mismos términos para describir su paso por las celdas de detención de la CBP. “Hacía mucho frío”, dijo Nelly P., una mujer salvadoreña de 44 años, sobre los tres días que pasó con su hijo de 15 años en una celda cerca del puesto fronterizo de El Paso en noviembre. “Puro frío”, dijo Yoselin H., una mujer hondureña de 36 años, al describir los dos días que pasó con su hija de 13 años en una celda cerca de McAllen, Texas, también en noviembre.

Victoria N., una mujer hondureña de 35 años que solicitó asilo en uno de los pasos fronterizos entre Tijuana y San Diego con su hija de 21 años y los hijos de su hija, describió la celda donde pasaron una noche en febrero de 2017 de la siguiente manera: “Había mucha gente, hasta cuatro familias con niños. Cuando llegaba más gente, subían el aire acondicionado (…) Dormimos en el piso con los niños en el medio, tratando de mantenerlos lo más cubiertos posible”.

Escuchamos testimonios similares de mujeres y niños en 2016 y 2015. Por ejemplo, Alejandra J., una mujer salvadoreña de 24 años, nos describió el tiempo que pasó en una celda cerca de Eagle Pass, Texas, con su hijo pequeño, Noah, en agosto de 2015. Tan pronto como mencionó la celda de detención, Noah, con siete años en el momento de nuestra entrevista en julio de 2017, intervino diciendo: “Hacía mucho frío”. Alejandra continuó: “Estábamos completamente empapados tras cruzar el río. Nos habíamos metido en el agua hasta la cintura. En el lugar donde nos retuvieron hacía mucho frío. Sólo nos dieron una manta de papel. Eso es todo lo que teníamos para calentarnos. Estábamos sentados sobre el piso de cemento, completamente congelados. Al final, tuve que dormir sentada, con mi hijo en mi regazo, porque no podía dejarlo tumbado en el piso de cemento. Habría pasado demasiado frío”.

En otro típico testimonio, Sandra C., que pasó una noche con sus dos hijas en una celda de la CBP en febrero de 2016, nos dijo: “teníamos mucho frío. No había camas”.

Un ex administrador de una cárcel quien está retirado e inspeccionó ocho instalaciones de CBP en 2015 y 2016 dijo en una audiencia judicial: “La construcción de la mayoría de las celdas es de concreto, pisos de concreto y bancas. Si te sientas en ellos, literalmente bastará unos minutos para que sientas que se te enfría el cuerpo. La ropa de cama que suministran es una fina manta Mylar que no proporciona suficiente aislamiento térmico como para poder dormir confortable”.

El testimonio en una corte federal de un agente de la patrulla fronteriza describió las propiedades de las mantas de Mylar en estos términos: “No es aislamiento térmico. No te acuestas sobre ellas pensando que te mantendrán caliente. Cuando te envuelves en ellas, mantiene el calor adentro. Es una barrera. Lo mantiene, pero si estás acostado en un banco de nieve o algo así, obviamente eso es diferente. Si estas de pie y sopla el viento, mantendrá el viento afuera, calentará y mantendrá tu cuerpo caliente. . . Si estás tumbado sobre concreto frío, será como estar acostado sobre el suelo”.

Algunos agentes de la Patrulla Fronteriza exigían que las mujeres y los niños se quitasen todas las prendas menos una. “No querían que me quedase con la blusa y el suéter. Tuve que elegir una cosa, así que elegí mi suéter. No explicaron por qué”, relató Adela R. sobre su detención en una celda cerca de Nogales, Arizona, en septiembre de 2017. María A., que pasó una noche en una celda de la CBP en el Valle del Río Grande en 2015, nos dijo que tuvo la misma experiencia: “Llevábamos suéteres con nosotros. Dijeron que no, que nada más que una camiseta. Tuvimos que tirar toda nuestra otra ropa a la basura”.La CBP también ha dicho en documentos presentados ante el tribunal que aquellos ubicados en celdas de detención deben quitarse la “ropa exterior” por razones de seguridad.

Los estándares de la CBP establecen que las temperaturas en las celdas deben estar “dentro de un rango razonable y cómodo tanto para los detenidos como para los oficiales/agentes”. Citando litigios pendientes, los funcionarios de CBP no respondieron a nuestras preguntas específicas sobre cómo asegura el cumplimiento de sus políticas, incluido el estándar relacionado con las temperaturas en sus celdas de detención. En algunos registros judiciales aparece que las temperaturas en sus celdas de detención se mantienen a 23 grados centígrados (entre 73 y 74 grados Fahrenheit) y, por lo general, el personal en estas salas no las pueden cambiar. Otras declaraciones judiciales de la CBP describen un rango de temperatura más amplio para estas celdas de detención. Cuando la Oficina del Inspector General del DHS llevó a cabo una serie de visitas in situ no anunciadas a las instalaciones de detención de la CBP en julio de 2014, descubrió que las temperaturas eran “inconsistentes” y que oscilaban entre los 13 y 27 grados centígrados (56 a 80 grados Fahrenheit).

NOCHES SOBRE PISOS DE CEMENTO

Las celdas de detención migratoria no tienen camas y, a menudo, no se proporcionan colchonetas, ni siquiera para niños pequeños. Como resultado, la mayoría de las mujeres y niños entrevistados por Human Rights Watch durmieron directamente en el piso. En un típico testimonio, Dalia C. nos dijo que cuando ella y sus dos hijos pasaron tres noches en una celda en el puesto fronterizo de El Paso, Texas, en junio de 2017, “dormimos en el piso, sin colchonetas”.

Patricia H., una mujer guatemalteca, hizo un recuento similar de las dos noches que pasó en una celda de inmigración en septiembre de 2017, y aseguró que ninguna de las mujeres o niños recibió colchonetas durante el tiempo que pasó allí. “Todo el mundo estaba en el piso”, recordó. De manera similar, después de que Graciela Q. pasara cuatro días en una celda cerca de Caléxico, California, en agosto de 2017, dijo: "dormí en el piso con mi hijo. No nos dieron colchonetas”.

Una mujer de El Salvador, Nelly P., de 44 años, nos dijo que a ella y a su hijo de 15 años les dieron colchonetas durante dos de las tres noches que pasaron en una celda de la CBP cerca de El Paso en noviembre de 2017. “La última noche se llevaron las colchonetas, tal vez porque tenían a demasiada gente allí. No nos explicaron por qué nos quitaron las colchonetas”, dijo.

Algunas mujeres nos dijeron que sí recibieron colchonetas durante su detención en celdas de la CBP. Por ejemplo, Ánibel P., una mujer de 24 años de Guerrero, México, dijo que cuando pasó una noche en una celda de detención en el puerto de entrada de San Ysidro, le dieron colchonetas y mantas de tela para ella y sus dos hijos.

La mayoría de las mujeres a las que entrevistamos recibieron sábanas hechas de Mylar, que son mantas delgadas que se parecen a los ponchos de aluminio utilizados por los corredores de maratón, que las mujeres describieron como un material similar al plástico, aluminio o nylon. “La manta era de plástico, o tal vez de metal”, dijo Esmeralda L., que pasó una noche con sus dos hijos en una celda de detención en el punto de entrada de El Paso en septiembre de 2017. “Nos dieron una manta de nylon”, aseguró Melanie G. Otra mujer, Nancy H., a la que le pedimos que describiera la ropa de cama que recibió la noche que pasó en una de las celdas de detención fronterizas en San Diego, respondió: “(Eran) esas cosas transparentes, hechas de aluminio”.

El gobierno de EE.UU. ha declarado en documentos judiciales que “a todos los detenidos [en las celdas de la CBP] se les proporciona una manta de mylar para abrigarse”. Sin embargo, en algunos casos, las mujeres y los niños detenidos en estas celdas no recibieron estas sábanas de aluminio. “La primera noche no nos dieron nada”, dijo Dalia C. sobre su paso por una celda de la CBP cerca de El Paso en junio de 2017. “Después nos dieron mantas”.

 SIN DUCHAS, NI JABÓN NI PASTA DE DIENTES

Casi ninguna de las mujeres o niños entrevistados por Human Rights Watch dijo haber recibido jabón, cepillos de dientes o pasta de dientes mientras estuvieron en una celda de detención de la CBP. “Pasamos dos días sin pasta de dientes, sin ropa, excepto la que llevábamos puesta, y sin posibilidad de lavarnos”, dijo Melanie G., una mujer guatemalteca, refiriéndose a la celda en California donde la detuvieron con su hijo, en uno de los casos típicos.

Como resultado, casi todas las mujeres y niños con los que hablamos dijeron que mientras estaban detenidos en celdas de la CBP no pudieron lavarse las manos con jabón u otro desinfectante después de ir al baño o antes y después de comer, cambiar pañales o alimentar a los niños más pequeños, exponiéndolos a enfermedades contagiosas. Sin embargo, tres mujeres detenidas en una celda cerca del puesto fronterizo de El Paso en noviembre de 2017 dijeron a Human Rights Watch que les habían dado gel antibacterial para lavarse las manos.

La mayoría de las mujeres y niños entrevistados por Human Rights Watch dijo que no se les permitió ducharse mientras se encontraban en detención migratoria. Algunas mujeres nos dijeron que se les permitió ducharse una vez durante el tiempo que pasaron en las celdas de detención migratoria, generalmente justo antes de su traslado a otro centro de detención. Los siguientes testimonios son ejemplos típicos de los que escuchamos:

- “Pasamos tres días sin ducharnos”, nos dijo Dalia C.
- “Te dejan ducharte en el segundo lugar al que te envían, pero no en el primero, no en la hielera”, aseguró Patricia H.
- “Sólo te dejan bañarte una vez”, dijo Graciela Q., que estuvo detenida cuatro días con su hijo en una celda cerca de Caléxico, en agosto de 2017.

Yoselin H., que pasó dos noches con su hija de 13 años en una celda de detención en McAllen, Texas, en noviembre de 2017, dijo que no les permitieron ducharse hasta que fueron transferidas a un centro conocido como la “perrera”, que se encontraba a unas cuadras.

Estela L., una mujer guatemalteca de 34 años, estuvo tres días detenida en una celda cerca de El Paso, Texas, sin poder ducharse.

Isabela Q., una mujer de Honduras de 44 años, y Teresa D., una salvadoreña de 43 años, dijeron que pasaron cinco días sin ducharse.

Kamila V., una salvadoreña de 29 años, dijo que sólo le permitieron ducharse después de transferirla a un centro de detención familiar cinco días después de que la hubiesen detenido en noviembre de 2017. “Después de haber estado encerrada cuatro días, pregunté si podía ducharme en alguna parte. El funcionario me habló muy feo y me cerró bruscamente la puerta. Me humilló”, dijo a Human Rights Watch.

De acuerdo con las personas entrevistadas, la mayoría de los centros de detención proporcionan compresas sanitarias para la higiene menstrual a las mujeres que las solicitan, pero nos enteramos de algunos casos en los que no. “En el primer lugar donde me detuvieron no había compresas sanitarias”, dijo Melanie G. refiriéndose a la celda de California, donde pasó 26 horas. Dalia C., una mujer hondureña de 30 años, nos dijo que la celda de detención en El Paso donde pasó tres noches en junio de 2017 no proporcionaba compresas sanitarias ni otros productos de higiene para las mujeres durante la menstruación.

Casi todas las mujeres nos dijeron que en las celdas de detención sí había pañales disponibles en caso necesario, pero algunas informaron que en las suyas no. “Tenía que llevar a mi hijo al baño para orinar, porque no había pañales”, dijo Dalia C.

Los funcionarios de CBP se negaron a responder nuestras preguntas específicas sobre la disponibilidad de jabón de manos, cepillos de dientes, pasta de dientes y otros artículos de higiene personal en las celdas, citando litigios pendientes y remitiéndonos a sus normas. Funcionarios de la CBP han dicho en documentos y declaraciones judiciales que las celdas están surtidas con jabón o desinfectante de manos. En una evaluación de la “aparente desconexión” entre los estándares de la CBP y su posición oficial y las experiencias de las mujeres y los niños detenidos, un tribunal federal concluyó en 2017 que la “dependencia de la CBP en sus políticas, prácticas y contratos de terceros en relación a este tema de condiciones insalubres nuevamente no logra rebatir (...) los testimonios de primera mano” de mujeres y niños detenidos en celdas de la CBP.

FALTA DE PRIVACIDAD Y HACINAMIENTO

Las celdas de detención ofrecen poca privacidad, otra preocupación planteada repetidamente por las mujeres que entrevistamos. “Los baños están allí mismo, en la misma habitación. No hay privacidad, sólo una pequeña pared hacia la mitad”, dijo Elaine P. Escuchamos que, en algunas celdas, el divisor no llega hasta el piso, por lo que los ocupantes de la sala y cualquiera que pase por el pasillo pueden ver los pies y las cabezas de quienes usan los inodoros.

Las celdas de detención son pequeñas (muchas de las mujeres con las que hablamos estimaron que el tamaño era de unos nueve metros cuadrados) y pueden albergar de 10 a 20 personas o más al mismo tiempo. Describiendo las celdas donde fueron retenidas, Patricia H. y otras mujeres dijeron que cuando dormían las ocupantes casi se tocaban entre sí en el piso de las celdas. “Estábamos una encima de la otra”, dijo Yoselin H., una mujer hondureña de 36 años.

Un administrador de la cárcel retirado que inspeccionó cuatro instalaciones de la CBP en 2015 y revisó imágenes de vigilancia de otras observó en una declaración judicial que el “espacio utilizable disponible para los detenidos es restringido, en algunos casos severamente” y que los migrantes detenidos pueden estar “tan hacinados que parecen sardinas en una lata, sin espacio para moverse en ninguna dirección sin toparse con otra persona”.

OTRAS DEFICIENCIAS

Muchas de las mujeres a las que entrevistó Human Rights Watch mencionaron específicamente el hecho de que las luces estaban encendidas las 24 horas del día, lo cual dijeron que era desorientador y dificultaba el sueño. “Las luces estaban encendidas toda la noche. No sabíamos cuándo salía y se ponía el sol”, dijo Dalia C. sobre la celda de detención migratoria cerca de El Paso donde estuvo retenida en junio de 2017. Sandra C., que pasó dos noches en una celda de detención en febrero de 2016, nos dijo: “Las luces estaban encendidas toda la noche. No dormimos, simplemente nos quedamos despiertos toda la noche”.

Escuchamos lo mismo de niños no acompañados que estuvieron detenidos en celdas la CBP. Por ejemplo, Gabriel R. nos dijo que pasó tres noches en una celda de detención cerca de San Diego en septiembre de 2016, cuando tenía 16 años. “Las luces estaban encendidas todo el tiempo. No sabías si era de día o de noche”, dijo.

La organización no gubernamental Human Rights First ha denunciado que los agentes de la Patrulla Fronteriza pasaban lista en algunas celdas de detención de mujeres y niños en mitad de la noche, empujando a las mujeres que dormían con sus botas si no se despertaban lo suficientemente rápido.

La mayoría de las personas que entrevistamos dijeron que sus celdas de detención proporcionaban agua potable, en botellas individuales o en botellas grandes con vasos de papel o plástico. Pero Yoselin H. dijo que cuando estuvo en una celda de inmigración cerca de McAllen, Texas, en noviembre de 2017, "había agua en una botella grande, con algunos vasos. Todos bebimos de los mismos vasos”. Y en otros casos, las mujeres informaron que la única fuente de agua era el grifo al lado del inodoro. Estas celdas de detención no proveían vasos, por lo que las mujeres y los niños tenían que usar sus manos para beber, lo que describieron como particularmente humillante e insalubre, sobre todo porque no podían lavarse las manos con jabón después de ir al baño.

La comida era una fuente frecuente de estrés para las madres con niños pequeños. Muchas de las mujeres con las que hablamos dijeron que las celdas de detención migratoria ofrecían cajas de jugos para niños, según lo estipulado en los reglamentos de la CBP. Pero no escuchamos de ninguna celda de detención que intentara proporcionar alimentos ajustados a las necesidades y los gustos de bebés y niños pequeños. Cuando se le preguntó qué comían ella y sus hijos, Graciela Q., que pasó cuatro noches en una celda cerca de Caléxico, California, en agosto de 2017, nos dijo: “Sólo burritos”, una respuesta que escuchamos repetidamente. Ánibel P., que pasó una noche en una celda de San Diego, California, con sus dos hijos, de entre siete y cinco años, dijo que el único alimento disponible eran sándwiches de jamón.

Muchas mujeres nos dijeron que, como resultado, sus hijos comieron muy poco o nada mientras estuvieron en las celdas de detención migratoria. Por ejemplo, cuando Fabiana D. y su hija pequeña pasaron dos noches en una celda de inmigración cerca de Santa Teresa, Nuevo México, su hija no comió hasta que fueron transferidas al centro de detención familiar del ICE, donde había leche y plátanos.

Las celdas de detención están particularmente mal equipadas para satisfacer las necesidades de los niños muy pequeños y los niños con discapacidades, como pudo comprobar Human Rights Watch en investigaciones anteriores. Por ejemplo, cuando entrevistamos a una mujer de Guatemala que viajaba con su hijo de cinco meses en 2014 luego de haber sido liberada tras pasar dos días en una celda de la CBP en Arizona, nos dijo que había dejado de lactar debido al estrés de la detención. No pudo alimentar a su hijo durante el tiempo que pasó en la celda de detención porque la Patrulla Fronteriza proporcionaba sólo leche de vaca y no fórmula apropiada para bebés. “No tenía nada que darle”, dijo la madre. “Tuvo dolor de garganta, fiebre y diarrea”.

Otra mujer guatemalteca que entrevistamos en 2014 nos dijo que había traído a su hijo de 10 años, ciudadano estadounidense, a EE.UU. para buscar atención médica. El niño tiene una discapacidad que le imposibilita caminar, hablar y masticar y requiere que coma alimentos licuados. Durante los tres días que estuvieron detenidos bajo custodia de la CBP, la Patrulla Fronteriza no proporcionó alimentos que su hijo pudiera comer. “Se desmayó dos veces”, dijo la mujer. “Estaba muy preocupada. Dije que necesitaba ayuda y la Patrulla Fronteriza me dijo que no podía conseguir ayuda”.

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