Éxodo venezolano: vías y obstáculos para la permanencia legal en otros países
*
* copiado tal cual del informe "El éxodo venezolano. Urge una respuesta
regional ante una crisis migratoria sin precedentes" de Human Rights Watch
Además
de la posibilidad de pedir asilo, varios gobiernos de América del Sur han
adoptado distintas medidas para brindar a los ciudadanos venezolanos permisos
legales que les permitan permanecer en esos países. Por ejemplo, Colombia,
Perú, Brasil y Chile han creado un permiso especial para los inmigrantes venezolanos.
Argentina y Uruguay permiten que los venezolanos soliciten una visa especial
disponible para los nacionales del bloque comercial regional Mercosur, a pesar
de que Venezuela fue excluida del bloque en diciembre de 2016. Los ciudadanos
venezolanos en Ecuador pueden solicitar una visa de UNASUR para quedarse en el
país.
Estos
permisos han brindado estatus legal a cientos de miles de venezolanos, ayudando
así a reconstruir sus vidas sin el temor inmediato a ser expulsados. Pero
incluso en países donde existen tales permisos, numerosos venezolanos han
señalado que hay dificultades para obtenerlos, como los costos prohibitivos y
el requisito de presentar documentos que no les fue posible llevarse de
Venezuela y no pueden obtener en el extranjero.
Más
recientemente, algunos países que hasta ahora habían implementado políticas
para acoger a venezolanos han adoptado algunas medidas preocupantes que
podrían, en la práctica, limitar drásticamente la posibilidad de los
venezolanos de solicitar tales permisos.
Chile
exige que los venezolanos soliciten la visa en Venezuela y requiere que
presenten un pasaporte. Dado que obtener una cita y posteriormente el pasaporte
en Venezuela es algo sumamente difícil y puede demorar hasta dos años, el
requerimiento del pasaporte por parte de Chile implica en la práctica cerrar
las puertas a muchos venezolanos.
En
agosto de 2018, al advertir que más de 4.200 venezolanos entraban a diario al
país, Ecuador declaró la emergencia en tres provincias del país para lidiar con
la afluencia de personas y brindar asistencia humanitaria. Sin embargo, algunos
días después, las autoridades anunciaron que exigirían que los venezolanos
presentaran un pasaporte para entrar al país. El gobierno ecuatoriano retiró la
medida luego de que un juez fallara en contra de ella, pero también anunció que
exigirá a venezolanos sin pasaporte que presenten un certificado de validez de
sus cédulas de identidad venezolanas emitidas por una autoridad internacional o
venezolana reconocida por el Ecuador.
De
manera similar, Perú anunció que a partir del 25 de agosto de 2018 exigiría que
los venezolanos que entren al país presenten un pasaporte; las autoridades
peruanas han sostenido que seguirían acogiendo a venezolanos y justificaron la
medida aduciendo que les permitiría tener una migración más ordenada. Luego de que
la medida generara una fuerte reacción, el ministro de relaciones exteriores
peruano sostuvo que Perú permitiría a los venezolanos ingresar con un pasaporte
vencido, que los niños y las personas mayores podrían entrar sin pasaporte, y
que el hecho de no contar con un pasaporte no sería un obstáculo para solicitar
asilo. Un decreto reciente dispone que solamente los venezolanos que lleguen al
país hasta el 31 de octubre podrán solicitar el estatus legal especial que
existe para las personas de esa nacionalidad.
Los
Estados tienen todo el derecho de tomar medidas rigurosas para verificar las
identidades y nacionalidades de los solicitantes de asilo y otras personas,
pero en ninguna circunstancia se debería rechazar a solicitantes de asilo
sencillamente porque no tienen pasaportes u otra forma de identificación en
particular. Dicho resultado implicaría devolución (refoulement) y la violación
de sus obligaciones conforme al derecho internacional de los refugiados.
En
2017, Panamá limitó el acceso al país al establecer una nueva exigencia de visa
a los venezolanos antes de que puedan ingresar.
En
Colombia, que hasta ahora ha recibido a la mayor cantidad de inmigrantes
venezolanos, el gobierno ha adoptado una serie de medidas para brindar a los
que llegan al país acceso urgente a atención de la salud y para que los niños
venezolanos puedan inscribirse en escuelas. A través de otras iniciativas
impulsadas en coordinación con organismos de la ONU y organizaciones locales se
les brinda comida, vacunas y refugio.
En
julio de 2017, el gobierno colombiano creó un permiso especial que habilita a
los ciudadanos venezolanos que ingresaron al país legalmente, pero que han
superado el período de permanencia permitido por sus visas, a regularizar su
condición y a recibir permisos de trabajo y acceso a servicios públicos básicos.
Entre 2017 y los primeros meses de 2018, se concedió este permiso a 180.000
venezolanos. En julio de 2018, el gobierno colombiano dictó un decreto que
otorgó acceso a servicios públicos básicos y permisos de trabajo a los más de
400.000 inmigrantes irregulares venezolanos que se habían registrado en un
censo gubernamental, y también reguló la inscripción de sus hijos en escuelas.
Muchos
venezolanos en Colombia que no se registraron con el gobierno todavía se
encuentran en condición irregular y enfrentan múltiples dificultades. En mayo,
las autoridades señalaron que más de 2.700 venezolanos habían “decidido
regresar voluntariamente a su país” para “no ser sujetos de medidas sancionadoras”
por parte de las autoridades colombianas por no tener permiso para permanecer
en el país. No obstante, fuentes creíbles que pidieron no ser citadas y que han
estado dando seguimiento a la situación cuestionaron que esos regresos fueran
realmente voluntarios y señalaron a Human Rights Watch que numerosos
venezolanos habían sido interceptados, obligados a subir a un camión y
conducidos hasta la frontera.
En
2018, el gobierno federal de Brasil desplegó las fuerzas armadas en la frontera
con Venezuela para responder a la inmigración venezolana, incluso para
implementar las políticas humanitarias brasileñas. En cooperación con las
agencias de la ONU, han instalado un centro en la frontera donde los
venezolanos pueden solicitar asilo o un permiso de residencia especial, y
obtener vacunas y tratamiento médico de emergencia. Además, en conjunto con
ACNUR, el gobierno federal abrió 10 albergues para alojar venezolanos en el
estado de Roraima, al norte del país. Al momento de redactar este informe, más
de 4.000 venezolanos se encontraban viviendo en estos albergues, y dos más se
encontraban bajo construcción. Un programa en curso para trasladar venezolanos
a otras partes del país ha sido lentamente implementado; al 28 de agosto de
2018 solo 820 venezolanos habían sido reubicados en otras partes de Brasil.
Los caminantes venezolanos
Más
de 200 venezolanos emprenden el trayecto a pie desde la frontera entre Colombia
y Venezuela cada día para intentar llegar a su destino final, ya sea ciudades
en Colombia u otros países de la región.
Human
Rights Watch entrevistó a varios venezolanos que caminaban al costado de la
carretera, incluidas mujeres y niños. Por ejemplo, Rosa Márquez (seudónimo), de
25 años, que caminaba con su hija de seis años, dijo que se había ido de
Maracay, su localidad natal en Venezuela, porque no podía comprar suficiente
comida para alimentar a su familia ni medicamentos para tratar los cálculos
renales de su hija. Márquez y su hija viajaron a través de Venezuela en autobús
durante horas y cruzaron la frontera con Colombia en dirección a Medellín,
donde las esperaba el padre de la niña. Pero sin documentos para permanecer
legalmente en Colombia, no pudieron comprar un pasaje de autobús y decidieron
caminar hasta una localidad desde donde viajarían a Medellín. El camino, que
pasa incluso por tramos donde hay temperaturas heladas, demora más de 47 horas
a pie.
Un
censo realizado en julio por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios
de las Naciones Unidas determinó que los venezolanos que salen del país a pie
caminan un promedio de 16 horas por día, en general durante 13 días. Muchos
caminan porque no tienen la documentación legal requerida, mientras que otros
no puedan pagar el costo del pasaje de autobús. Unos pocos tenían suficientes
recursos para cubrir los trayectos, muchos no tenían suficiente para comer y
más del 90 % dormía en la calle.
La
Cruz Roja colombiana ha instalado tiendas en algunos lugares al costado de la
carretera. En una de esas tiendas, se detienen cerca de 80 venezolanos por día
para tomar agua, comer galletas, descansar y hacer llamadas telefónicas, nos
dijo una voluntaria.
El Caribe
En
el Caribe, donde varios gobiernos tienen estrechos vínculos con el gobierno
venezolano y dependen económicamente de éste, ningún país ha establecido
oficialmente un permiso especial que permita que ciudadanos venezolanos
permanezcan legalmente, y la mayoría de los países no tienen leyes que regulen
el proceso de solicitud de asilo. La inmigración venezolana ha tenido un
impacto especialmente contundente en las islas del Caribe Sur de Trinidad y
Tobago, Aruba y Curazao, debido a su proximidad geográfica con Venezuela, a que
su territorio es más pequeño y a que su capacidad de absorber a inmigrantes es
limitada.
Entre
los principales problemas que enfrentan los venezolanos en el Caribe se
incluyen los siguientes:
Trinidad
y Tobago: No existe un marco jurídico que regule el proceso de solicitud de
asilo ni los derechos de los refugiados. En 2014, el gobierno emitió una
política sobre refugiados que todavía está en proceso de implementación. Cerca
de 4.000 de los 40.000 venezolanos que se estima que habría en la isla habían
pedido asilo hasta agosto de 2018.
Una
organización no gubernamental local llamada Living Water Community actúa como
punto de contacto para los solicitantes de asilo en representación de ACNUR. A
todos los solicitantes de asilo y refugiados se les emite un certificado de
solicitante de asilo de ACNUR. Quienes tienen estos certificados pueden
permanecer en el país, pero no se les permite trabajar.
Aunque
anteriormente los venezolanos podían obtener atención médica e inscribir a sus
hijos en la escuela primaria, Human Rights Watch ha recibido información
creíble de por parte de múltiples fuentes que solicitaron permanecer anónimas
de que las autoridades locales han desestimado certificados emitidos por ACNUR
y han detenido a personas que contaban con ellos. En abril, en un incidente
aparentemente aislado, 82 ciudadanos venezolanos, incluidos algunos que
contaban con los certificados de ACNUR y otros que habían declarado su
intención de solicitar el estatus de refugiados, fueron enviados de regreso a
Venezuela por las autoridades inmigratorias.
El
9 de abril de 2018, policías uniformados realizaron una redada en el puerto de
ingreso en San Fernando, y detuvieron a la ciudadana venezolana Isabel Gabriela
González Herrera. González Herrera, que había llegado a Trinidad y Tobago un
mes antes, se encontraba allí para entregar una bolsa con alimentos a otros
venezolanos que se la llevarían a su hijo de 4 años en Venezuela, contó un
testigo que habló con Human Rights Watch. González Herrera fue llevada a una
dependencia policial, donde un funcionario inmigratorio le pidió que exhibiera
alguna constancia de su estatus legal en el país. Ella fue detenida por no
tener tal constancia. El 12 de mayo, González Herrera fue llevada ante un juez
inmigratorio y condenada a un año de prisión y al pago de 18.000 dólares de
Trinidad y Tobago (aproximadamente 2.700 dólares estadounidenses), a pesar de
contar con un certificado de asilo emitido por ACNUR. González Herrera se
encontraba en una cárcel de máxima seguridad al momento de redacción de este
informe.
Curazao:
En julio de 2017, el gobierno anunció públicamente que había asumido la
responsabilidad, anteriormente ejercida por ACNUR, de registrar a los
solicitantes de asilo y emitir los correspondientes certificados. Sin embargo,
según la información que obtuvo Human Rights Watch, el gobierno de Curazao no
ha emitido ni un sólo certificado desde entonces, a pesar de que cientos de
venezolanos han solicitado una entrevista para pedir asilo allí. Aunque Curazao
no está obligada por la Convención de 1951 ni por su Protocolo de 1967, como
país integrante de los Países Bajos, sí está alcanzada por el Convenio Europeo
de Derechos Humanos (CEDH). El artículo 3 del CEDH impide la devolución
(refoulement) en casos de tortura o trato inhumano, lo cual incluye algunos
casos de falta de acceso a atención médica. El gobierno de los Países Bajos
debe responder por las violaciones del CEDH que ocurran en Curazao, y esto
incluye las deportaciones que contravengan las disposiciones sobre no
devolución del artículo 3.
Human
Rights Watch ha recibido señalamientos creíbles de distintas fuentes que
pidieron que se preserve su anonimato que indican que las autoridades de
Curazao realizan asiduamente redadas inmigratorias, hostigan verbal y
físicamente a ciudadanos venezolanos y los detienen por períodos indefinidos en
condiciones inhumanas y sin acceso a abogados. También indican que las
autoridades han deportado a algunos venezolanos que intentan pedir asilo,
incluidas personas cuyas pretensiones podrían cumplir los requisitos para
recibir protección conforme al artículo 3 del CEDH, y han presionado a padres
detenidos para que informaran a las autoridades dónde están sus hijos y poder
así deportarlos juntos.
Estas
fuentes manifestaron asimismo que legalmente se permite que los niños
venezolanos asistan a la escuela, pero que en la práctica enfrentan obstáculos
para ser inscriptos y algunos temen ir a la escuela ya que las autoridades han
realizado redadas para llevarse a niños y niñas de estos establecimientos.
Santiago
Hernández (seudónimo), de 19 años, desertó de las Fuerzas Armadas venezolanas
luego de ser testigo de abusos por parte del personal militar. El 17 de agosto
de 2018 salió de Venezuela en bote, en dirección hacia Curazao, temiendo
represalias por desertar y luego de haber sido testigo de los abusos. Esa
noche, autoridades de Curazao lo arrestaron en aguas territoriales,
presuntamente por ingresar ilegalmente. Hernández les dijo a las autoridades
que pretendía pedir asilo, pero se negaron a escucharlo y lo detuvieron.
Durante su detención, intentó solicitar asilo nuevamente, pero los guardias le
dijeron que, en vez de ello, llame al consulado venezolano. De forma encubierta
consiguió un celular y llamó a un abogado, quien presentó una solicitud de
asilo en su nombre el 21 de agosto, de acuerdo a documentación revisada por
Human Rights Watch. Su abogado le dijo a Human Rights Watch que Hernández fue
interrogado por dos días, y el 27 de agosto autoridades inmigratorias le
pidieron firmar documentos en holandés, idioma que no comprende. Hernández
permanece en detención inmigratoria en Curazao al tiempo de la redacción de
este informe.
Aruba:
Los ciudadanos venezolanos pueden pedir asilo y los solicitantes de asilo
inscriptos ante el gobierno pueden acceder a un permiso de trabajo y trabajar
legalmente. Los hijos de solicitantes de asilo pueden inscribirse en escuelas,
aunque se ha alertado sobre hechos de discriminación y su inscripción está
supeditada a que cuenten con seguro de salud, cuyo costo es elevado. Los
venezolanos en Aruba –que también es un país que integra los Países Bajos—
podrían reunir las condiciones para obtener protección internacional como
refugiados al amparo del Protocolo de 1967 de la Convención de 1951 (a la cual
ha adherido Aruba) y están protegidos frente a la posibilidad de devolución en
virtud del artículo 3 del CEDH.
Guyana:
Se estima que 15.000 ciudadanos venezolanos viven en el país, y que un número
incluso mayor transita regularmente entre Venezuela y Guyana. Los venezolanos
en Guyana tienen acceso a la atención pública de la salud, y esa es una de las
principales razones por las cuales entran y salen del país. En general los
niños pueden asistir a la escuela, aunque algunos encuentran obstáculos debido
a que no hablan inglés. El Gobierno de Guyana ha otorgado a ciudadanos
venezolanos permisos ad-hoc para permanecer por períodos de tres meses, y
manifestó que ratificaría diversos instrumentos internacionales sobre
refugiados, pero no existen políticas o leyes sobre refugiados ni tampoco
ningún otro marco jurídico que aporte claridad sobre cuáles son las
alternativas legales que tienen los venezolanos para pedir asilo o vivir en el
país.
República
Dominicana: Aunque existe en el país una ley que reglamenta el proceso de
asilo, varios venezolanos de una organización que asiste a inmigrantes y
solicitantes de asilo de esa nacionalidad en el país dijeron a Human Rights
Watch que, en la práctica, les resulta difícil presentar tales solicitudes.
Entre los obstáculos que denunciaron se incluyen un plazo demasiado breve para
presentar la solicitud, de 15 días desde que llegan al país, la obligación de
hacerlo en la ciudad capital y la exigencia de presentar documentos que no
tienen.
Human
Rights Watch también ha recibido señalamientos creíbles por parte de varias
fuentes que pidieron mantener el anonimato de detenciones de personas que
“parecen venezolanas” y de deportaciones realizadas sin garantías de debido
proceso ni una evaluación adecuada de las necesidades de protección. Los
venezolanos detenidos no tienen acceso a asesoramiento legal, no pueden
impugnar legalmente la detención y permanecen en esa situación por tiempo
indefinido hasta que el gobierno de la República Dominicana los deporte o ellos
mismos paguen su pasaje, conforme lo refirieron a Human Rights Watch fuentes
creíbles. No se permite que ACNUR ni organizaciones no gubernamentales ingresen
al centro donde están detenidos, y esto limita su posibilidad de dar
seguimiento a la situación de estas personas y brindarles apoyo.
Human
Rights Watch también ha recibido información creíble de que ciudadanos
venezolanos están realizando viajes peligrosos para trasladarse a islas del
Caribe Sur, a una corta distancia en barco desde el territorio continental de
Venezuela, y que esto ha provocado naufragios y muertes en el mar. En enero de
2018, se produjeron los primeros casos confirmados de venezolanos que murieron
en el mar intentando llegar a Curazao, y llegaron restos de los cuerpos de
estas personas a las costas de la isla. La voluntad de emprender trayectos
riesgosos suele ser común en situaciones en que los refugiados no tienen vías
lícitas para el acceso, y los ciudadanos venezolanos han encontrado obstáculos
para ingresar y permanecer de manera ordenada y legal en estas islas.
Estados Unidos y España
En
Estados Unidos, los venezolanos se han convertido en la nacionalidad con mayor
cantidad de solicitudes de asilo. Hasta junio de 2018, había más de 72.000
solicitantes de asilo venezolanos en Estados Unidos. Entre 2011 y 2016, la tasa
de denegación de solicitudes de asilo presentadas por ciudadanos venezolanos
fue del 46,4 %, un 3,4 % inferior a la tasa de rechazo de los solicitantes de
asilo de todas las nacionalidades (49,8 %) durante ese mismo período. Human
Rights Watch no ha podido obtener estadísticas más recientes sobre las tasas de
rechazo de solicitudes de asilo planteadas por venezolanos.
Un
total de más de 26.000 venezolanos son solicitantes de asilo en España. Los
venezolanos representan la nacionalidad con mayor cantidad de solicitudes de
asilo en España. No obstante, apenas el 1 % de los venezolanos que pidieron
asilo allí obtuvieron protección, indica la Comisión Española de Ayuda al
Refugiado.
Esta
baja proporción de otorgamiento del estatus de refugiado hace dudar de que las
autoridades, incluidos los jueces que resuelven asuntos migratorios, estén
considerando todas las causas que podrían justificar que los venezolanos teman
volver a su país como motivos legítimos para conceder el asilo.
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